07 febrero 2008

Cormac McCarthy a la Tercera

Por fin este verano le pude hincar el diente a Cormac McCarthy. Hace años había comprado El Guardián del Vergel (1965), pero empezaba a leerlo y lo abandonaba al poco rato. Un día, sin pensarlo mucho, lo presté, pese a que no regalo ni presto libros y también pese a saber que era un libro difícil de conseguir y que probablemente nunca más volvería a mis manos. Pero soy irreflexiva, ¿no? y, a veces, irreflexivamente generosa. Además tenía en mi librero Meridiano de Sangre (1981), que también había tratado de leer un par de veces, y cuya lectura no podía pasar de la página 30 y que seguía mirándome desde mi velador.

Pero este verano llegó a mis manos La Carretera, su último libro, el que ganó el premio Pulitzer 2007, y me aventuré por tercera vez con McCarthy. La aventura fue espectacular, porque si bien el libro es desolador y a ratos triste y solitario como un paisaje desértico, también es una novela con diálogos preciosos entre un padre y un hijo que sobreviven a un fin de mundo, donde las reflexiones del padre no debieran dejar indiferentes a nadie, y donde la carretera es el eje que los protagonistas siguen en esta lucha por vivir, y que también es una lucha por morir. Hay una frase en las primeras páginas del libro que no pude obviar: “¿En qué difiere el nunca será de lo que nunca fue?”. Como para tenerlo en cuenta, ¿no?

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