30 abril 2010

Un gran regalo

El viernes llegué tarde a almorzar. Me había pasado la mañana entre trámites lateros, textos aburridos y repartiendo niños propios y ajenos cuando llegué a mi casa, pasadas las tres, a comerme mis tallarines con salsa en compañía de mis hijos. Pero antes de sentarme, un sobre gordo llamó mi atención. Ahí, sobre la cómoda de la entrada me esperaba un paquetito de Correos de Chile con mi nombre, y ante la mirada atónita de mis niños me dispuse a abrirlo de inmediato. No había encargado libros al extranjero (porque me estoy esperando para mi viaje a Baires) ni tampoco era mi cumpleaños, así que realmente no tenía idea de qué podía haber dentro de este sobre de cartón ni menos quién me lo había mandado. Y cuál no fue mi sorpresa al descubrir un par de libros antiguos y una tímida tarjetita de mi amigo C.A., gran gestor bibliotecario y promotor de la lectura en nuestro país. Y los libros que me enviaba no podían haber sido más para mí: una versión en inglés de Mrs Craddock de 1957 y gran hallazgo gran, The Introduction to modern English and American Literature, los dos de mi bien amado William Somerset Maugham, y que vienen a engrosar mi sección de libros del autor que, creo, debe ser de las más completas del país.
Y C.A. no sabe cuánto agradezco su regalo (ya lo llamaré para agradecérselo oralmente) porque Mrs. Craddock es uno de mis libros favoritos y Bertha mi antiheroína regalona (junto a Emma Bovary y Becky Sharp, por supuesto), y ansiaba leerlo en inglés (por sugerencia de Diego Lira y porque quizás por ahí vaya mi tesis de magíster). Y el otro, era un libro que desconocía, de 1943, y que, al parecer, no ha sido editado en español, y es una recopilación hecha por WSM de sus autores favoritos, donde -era que no- hay varios favoritos míos como Eudora Welty, Auden, Dorothy Parker, Virgina Woolf, Forster, Katherine Mansfield y WB Yates. Qué gran regalo, C.A., no sabe cuán feliz me puso. O quizás lo sabía y por eso pensó en mí cuando se encontró con estos volúmenes.
Como sea, este post va dirigido a usted, por ser tan buen amigo, detallista, dedicado y fiel. Y espero poder agradecerle este regalo personalmente lo antes posible. Eso sí al encuentro me acompañará mi marido -un hombre fuerte y muy celoso- que no vio con buenos ojos que un hombre apuesto y soltero como usted me mandara regalitos por correo (y en especial que uno de los libros fuera protagonizado por una mujer infiel), aunque quedó más tranquilo luego de que le expliqué que este era "un regalo literario". Un regalo literario maravilloso, que dejó la vara muy alta a quienes quieran sorprenderme para mi cumpleaños, y que ansío poder leer pronto, si es que los libros de teoría literaria me dejan un respiro. Muchas gracias, C., lo quiero mucho (desde antes del regalo) y espero con ansias verlo luego.
PD: De Mrs Craddock es la famosa frase que encabeza este blog. Ahora la tengo en inglés: "Better ten thousand times, in her opinion, was it to be Becky Sharp and a monster of wickedness than Amelia and a monster of stupidity".

En el Canadian Express

Desde que entré a la universidad ando con un fajo de fotocopias en el auto y un destacador amarillo en la cartera. Así, en cualquier minuto libre, me pongo a leer y subrayar como posesa los ensayos de Piaget, Bajtín, Gutiérrez Girardot y Bourdieu, que se han convertido en mis nuevos compañeros de café, y por quienes -por el momento- he debido abandonar a mis queridas amigas, las novelas, que esperan entre el velador y la repisa que me apiade de ellas y las tome de nuevo entre mis manos. Mi hijo mayor, de 12, preocupado por mi cambio de lecturas, me aconsejó una noche, antes de acostarse, que no dejara de leer novelas, "porque son tan entretenidas" y abandonara las fotocopias un rato. Y como buen lector que es me recomendó el libro que, fascinado, se había terminado hace unos días, El Asesinato en el Canadian Express, de un tal Eric Wilson.

Y el librito forrado en plástico quedó sobre mi velador por varios días, y cada noche, antes de dormirme, lo miraba e incluso un par de veces lo tomé para leerlo, pero era tanto mi cansancio que me dormía antes de llegar a la segunda página. Y todas las mañanas mi hijo me preguntaba por el libro y yo veía su carita de decepción cuando le decía que no había podido leerlo. Hasta que el martes me di cuenta de lo egoísta que había sido. Yo, que vivo recomendándole libros, que lo hago leer a Poe y a Melville, que le muestro la diferencia entre un libro de tapas bestselleras y un clásico de la literatura, que le digo siempre y en todo momento lo feliz que me me pone verlo leer; yo, la misma que he ayudado a formarle un gusto y una opinión, que escucho cada uno de sus comentarios, ahora no me estaba dando cuenta que mi niño, a sus 12 años, me estaba recomendando un libro. Un libro que le había gustado, por supuesto, pero que además él creía que era un libro bueno y del que necesitaba saber mi opinión.

Y así fue como el miércoles en la mañana decidí dejar a Bajtín de lado y sumergirme en el famoso Canadian Express. Y me tomé en serio el trabajo, tomé apuntes, puse atención en cada una de las 160 páginas y cuando lo terminé -a eso de las 3- esperé a mi hijo con mi análisis literario ya terminado. Y debo reconocer que lo dejé sorprendido. ¿Cierto que era bueno, mamá?. Buenísmo, le contesté, aunque no dejé de comentarle que me parecía extraño que al niño detective se le hayan pasado varias pistas del asesinato. Pero esa es la gracia, mamá, me dijo con su voz ronquita, eso lo hace más real, porque es sólo un niño. Y ahí entendí que por más que se lea con atención un libro, cada uno -desde su experiencia- le va a dar una lectura distinta, personal y única a "su" libro. Y no es por mamá chocha, pero debo admitir que la lectura que hizo mi hijo fue bastante más acertada que la mía.

12 abril 2010


No he tenido tiempo para escribir. Ni para el blog, ni para el diario, ni para mí. Porque marzo fue una locura y mi sorpresiva entrada a la universidad también. Y además he estado en mil cosas distintas -desde comprar un vestido para el matrimonio de mi primo hasta estudiar (y tratar de entender) todo lo relacionado con el método literario y sus implicancias. Pero no quisiera dejarlos tan botados (sobre todo desde que sé que tengo nuevos seguidores) y voy a intentar retomar este espacio.

En especial porque sé que lo leen mis amigos R y V, fieles espadines que me han acompañado por varios años en nuestra aventura (y locura) de escribir, y a los que no he podido ver por estos días, y a quienes extraño profundamente (y sé que están ansiosos por escuchar mis aventuras universitarias).

Y también porque sé que me leen varias de mis amigas. No las puedo nombrar a todas, pero ustedes saben quienes son. Sólo quiero decirles que principalmente por sus comentarios sigo escribiendo esta Feria. Porque sé que de este blog sacan ideas de lecturas y también panoramas. Y sé que también las hago reír. O distraerse de sus problemas. Y estoy pensando principalmente en tres queridas amigas cuyos nombres empiezan con C.: la sensible CV, con la que puedo hablar todos los temas del mundo tomándonos una limonada en Luis Pasteur; la bella CG con quien comparto el gusto por los libros, por los quehaceres maternales y por tantos temas más, y la rubísima CF, entrañable amiga de "oficina", con quien suelo compartir un café y tantos secretos como preocupaciones. A todas ellas y a muchas más que me siguen, les dedico mis más sinceros agradecimientos.

El sábado una de mis primas chicas me confesó que también me leía. Y por ella (a quien admiro mucho, tanto por su belleza como por su inteligencia) y por todos esos amigos, primos o cercanos que me leen sin que yo lo sepa, es que también voy a seguir escribiendo. Porque parece que no no los aburro todavía. Y porque me tienen afecto. ¿O les provoco curiosidad? Como sea, la cosa es que me leen, y eso lo agradezco profundamente.

Me he pasado dando puros agradecimientos y no he dicho nada nuevo. Pero prometo retomar mis recomendaciones en un tiempo breve. La verdad es que no he salido mucho por estos días, salvo las idas a la universidad y a una que otra cafetería. Lo que sí hice fue visitar la exposición de Joseph Beuys en el MAVI y la muestra de Gonzalo Rojas en el piso de arriba, que está espectacular (parece que ya les había contado, ¿no?). Y descubrir, con agrado, que la carta de helados del Sebastián está triplicada y que no hay nada mejor que un helado de yogurt con blueberry después de almorzar unos maravillosos ravioles con funghi y camarón en el Rívoli y de visitar la Takk y la Ulises buscando el libro Dublinesca (aunque sin comprarlo). También quiero recomendar a Pepperone Café, una pizzería que se puso en Luis Pasteur y que tiene unas pizzas rústicas exquisitas (y una limonada con albahaca que es una delicia) y la exposición sobre el poeta Juan Luis Martínez, que me recomendó visitar mi amorcito, y a la que todavía no he podido ir. Y los chocolates de Damien Mercier, que son lo máximo, y que fueron, por lejos, los huevitos de chocolate más ricos que les llegaron a mis niños en esta Pascua de Resurrección.

Ahora tengo que seguir que mis deberes, así que los dejo hasta otro día. Estoy releyendo a Lorrie Moore, y sigo fascinada con ella. Y cuando termine tengo un alto de cosas esperando ser leídas. Ahí les sigo contando,
gracias por seguirme
BS

PD: El jueves almuerzo contigo, CG, puede ser en el mismo lugar del otro día, que estaba delicioso.
PD2: A todas las que quieran donarme cuadraditos de lana, bienvenidas sean. De 20x20, please y bien tejiditos, que este año hay que juntar más frazadas que nunca.