Muy temprano en la mañana me llama un queridísimo amigo para invitarme a salir. Había sabido de todas mis desventuras y quería hacerme pasar un buen rato, así que acepté.
Como no sabía adónde me llevaría, partí con ropa cómoda y sombrero para protegerme del sol (también con unos lindos calzones de encaje por si la invitación terminaba en un mirador de cerro o en un fastuoso motel). No quise llevar algún libro -como siempre hago-, porque pensé que no tendría ocasión para leer, y porque jamás imaginé que me llevarían a pasear en bote, cual dama victoriana, y me pasaría la tarde del domingo afmirando el agua y a mi encantador remador.
En el bote nos besamos, conversamos, nos reímos. También nos dejamos llevar por el silencio. Mi remador me paseó por la laguna mientras yo reposaba a su lado, miraba el paisaje y pensaba. Y aunque todavía no aparece mi perro ni me he mejorado del todo, decidí dejar todas las malas ondas en esa laguna en las afueras de Santiago, y volví a mi casa renovada, reencantada y feliz. Bienvenido Abril, te desea Becky Sharp.
Como no sabía adónde me llevaría, partí con ropa cómoda y sombrero para protegerme del sol (también con unos lindos calzones de encaje por si la invitación terminaba en un mirador de cerro o en un fastuoso motel). No quise llevar algún libro -como siempre hago-, porque pensé que no tendría ocasión para leer, y porque jamás imaginé que me llevarían a pasear en bote, cual dama victoriana, y me pasaría la tarde del domingo afmirando el agua y a mi encantador remador.
En el bote nos besamos, conversamos, nos reímos. También nos dejamos llevar por el silencio. Mi remador me paseó por la laguna mientras yo reposaba a su lado, miraba el paisaje y pensaba. Y aunque todavía no aparece mi perro ni me he mejorado del todo, decidí dejar todas las malas ondas en esa laguna en las afueras de Santiago, y volví a mi casa renovada, reencantada y feliz. Bienvenido Abril, te desea Becky Sharp.