09 diciembre 2010


Cada cierto tiempo algo o alguien me vuelve a recordar ese mini cuento que escribí hace años para el concurso Santiago en 100 palabras. Ahora fue el evento que organizó Plagio para celebrar los 10 años del concurso, y donde se lanzó -con bombos y platillos- un libro que reúne todos los cuentos ganadores de estos años. Y la verdad es que el libro es precioso, tapas duras, lindas ilustraciones, buenas reseñas de varios escritores, y hasta algunas frases de los ganadores. Para verlo, hay que descargarlo en la página de Santiago en 100 palabras y es divertido volver a la leer esos cuentos que aparecieron por meses en el metro de Santiago, y revisar las nuevas ilustraciones que se hicieron especialmente para esta nueva edición.  



También aparece el mini cuento de mi amigo Rodrigo, que ganó el 94, así que este libro también es un lindo recuerdo de nuestra amistad y de lo lindo que fue para los dos ganar en el mismo concurso. A ver si Víctor se anima para el próximo año. 



25 noviembre 2010

premio nuevo, taller de nuevo


Sé, queridos lectores, que los he tenido más botados que alpargata vieja. El estudio me consumió. La familia me consumió. Las lecturas me consumieron. Mi casa me consumió. He estado en tantas cosas -y tan distintas- que no he tenido tiempo para este blog. Pero siento necesario volver a él, sólo para escribir que anoche, 24 de noviembre, mi amigo Víctor fue premiado en el concurso de cuentos de la revista Paula. Y más encima con un cuento creado para nuestro ya mítico mini taller. Un cuento genial, muy neovictoriano, del que me siento muy orgullosa y que me hace repensar la idea de abrir de nuevo el taller de Becky Sharp. Creo que el próximo año debe volver a ser un año creativo. Y como ya son dos los talleristas que han sido premiados en el Paula (en el 2009 y el 2010) con cuentos presentados al mini taller, siento que este pequeño semillero literario no debiera cerrarse. Le vamos a dar una vuelta. De tuerca, por supuesto. Y avisamos para las postulaciones. Por el momento sólo me queda felicitar a Víctor y saludar a todos sus amigos, que ayer con tanto cariño lo apoyaron en la ceremonia de premiación. En especial la bella Becky, que aunque tarde, alcanzó a llegar al cóctel y a la posterior comida de celebración.

09 octubre 2010

¿@beckysharp? ¡Jamás!


Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escribí en este blog que no sé por dónde partir. Podría contarles de la universidad o de los últimos acontecimientos de mi vida, pero me da un poco de lata. Como que ya pasó la vieja, y este blog a ratos me parece algo anacrónico. Quizás debiera hacerme un twitter -ser una @beckysharp- y llenar mis días con descripciones en gerundio del tipo "comiendo en el tanta con mi amiga fulanita" o "¡en un taco! ufff, paciencia!!!!". Pero debo reconocer que no soporto los gerundios ni tampoco escribir con palabras tipo "muac", "uffff" o "yeah" (para qué decir lo horrible que encuentro ese abuso excesivo que se hace en estos tiempos del signo de exclamación) y menos la chulería de decir dónde estoy, con quién estoy o lo "hermoso" que está el día/el otoño/el mar/o lo que sea.

Cuando leo esos twitters del tipo"jugando con mis niños, los amo!!!!!" o "comiendo con mi amado", tiendo a pensar que algo no está bien. Porque si estoy jugando con mis niños y a la vez twiteando, ¿estoy realmente jugando con ellos? Para qué decir si estoy comiendo con mi amado... Qué tan entretenida estoy si tengo que andar con el teléfono escribiendo a desconocidos.

En fin, como sea, es harto más fácil escribir así. Podría decirles, por ejemplo:
@beckysharp leyendo a soledad acosta
@beckysharp comiendo en el baco...mmmmmmm
@beckysharp en la playa, lindo día....
@beckysharp terminando un protocolo para la U
Y así los mantendría informados continuamente.

Pero eso no va conmigo. No, lo mío no será jamás el twitter: esos 140 -¿o son 120?- caracteres enviados al ciberespacio, donde se expone en extremo la vida privada y donde la meta es llegar a más de 1000 seguidores, no va conmigo. Quizás me he puesto latera -o como me dice un amigo "una literatera"- pero de verdad no le encuentro el sentido. Mientras, prefiero vivir la vida antes que twitearla, y amar sin tener que publicarlo y comer sin tener que anunciarlo e irme de vacaciones sin tener que avisarles a mis "seguidores" y de paso a algún posible ladrón.

17 agosto 2010

Un poco de mí...

Queridos seguidores, lamento tenerlos tan botados, pero mi vida se ha convertido en un carro de montaña rusa -de esos carros que sólo paran en la noche- y no he tenido ningún segundo libre para escribir ni pensar en este blog. Ya me lo han reprochado algunos amigos, y prometo seguir en algún momento, pero por ahora van a tener que conformarse con tenerme a medias hasta nuevo aviso.

Si me preguntan  en qué he estado. Les diría que principalmente dedicada a mi familia -porque hace ya un mes que partió la que era mi nana rumbo a su añorado Perú y me dejó más sola que un dedo- y a los estudios y trabajos universitarios -en los que, por suerte, me ha ido de lo más bien-. También me fui unos días a Buenos Aires con mi amado -unos días maravillosos, sólo dedicados al amor, la comida y el arte- de donde traje más libros para leer o mejor dicho para guardar para cuando los estudios me dejen leer algo que no sea Barthes, Derrida o Kristeva. Pero no me quejo, quejarse es tan de medio pelo, ¿no? Sólo sonrisas en mi cara blanca invernal.

Además he andado de lo más sibarita, debe ser por este invierno tan frío que me ha hecho engordar como 4 kilos y por las malditas facturitas argentinas que comí en Buenos Aires y que sigo comiendo acá. De hecho llevo cuatro días seguidos yendo a tomar café (y estudiar) al Sabor de Buenos Aires, lugar que me tiene adicta a sus croissants y muffins, y que por el momento me han hecho olvidar los brownies del Ona y de la Chakra, y que me ha llevado de vuelta al barrio de la Plaza Las Lilas, donde tantas tardes pasé junto a mi amiga Vero cuando nuestros niños eran unos preciosos y rosados bebés de pecho  y nosotras, unas veinteañeras y cotorrientas madres primerizas.

A mis amigos los he visto por chorreo. Uno que otro almuerzo con amigas, uno que otro cafecito por aquí o allá, una que otra comida en la noche (cuando me he conseguido con quién dejar a mis criaturas amadas). El otro día, por ejemplo, fui a comer al Baco. Qué delicia, qué compañía. Y también he pedido sushi para compartir con amigos en mi casa. Y por supuesto he salido a comer con mis cachorros y a ver muchas películas (ahora instauramos el sábado de película familiar), y la verdad, es que hemos gozado.

También he estado haciendo orden: regalando, reciclando, guardando, y haciendo muchos arreglos en la casa, de los que ya les contaré. Pero ahora tengo que volver a estudiar. Y luego a escribir. Y luego a salir a caminar. Rumbo al Sabor de Buenos Aires o cualquier cafecito que tenga croissants. Los quiero. Y les dejo mi último artículo, por si no lo leyeron, sobre Enid Blyton.




01 julio 2010

Crítica de Diego Lira

Diego Lira pide tribuna para comentar la muestra de Rodrigo C. Y como hoy ando generosa, le presto mi blog.
Aquí va:



Pinturas sintéticas


En la sala de exhibición de Biblioteca Viva ubicada en el Mall Plaza Sur  comuna de San Bernardo, se exponen las pinturas de Rodrigo Costas.  Artista plástico autodidacta y escritor.  Su primera exposición reúne un conjunto de siete obras que abarcan su obra plástica mayor – esmalte sintético sobre los lienzos – y donde excluyó sus trabajos sobre papel.  Su propuesta es bastante directa y sincera, no deja lugar especulaciones en lo formal. Es un heredero de la cultura pop norteamericana, basado  en el cómic y su máximo héroe artístico,  Roy Lichtenstein.   Más su originalidad y valor transita de manera paralela a lo visualmente evidente.  Los títulos juegan un rol fundamental – opción claramente intencional del autor - al punto de que la lectura de sus obras se alteran transformándose en valores de nuestra cultura nacional,  con códigos  personales camuflados,  todos travestidos de pop.   “Yo soy aquel” y  “Marcela Rodríguez Valdivieso”, son los ejemplos más claros de aquello;  un torero que con su capa sortea la embestida del toro, que termina siendo una cita a la memoria casi infantil, al recuerdo de interpretaciones interminables e histriónicas en blanco y negro donde un mítico Raphael conquistaba a la audiencia.  Y un emblema revolucionario y político en Chile como la mujer metralleta, se transforma en otro ícono popular, en un objeto de consumo masivo, deseable y sexy.  

Diego Lira

29 junio 2010

Ando antojada con ir al Majestic, mi restaurant favorito. Fui hace poco -hace como un par de semanas- con mis amigas de colegio, pero estaban tan preocupadas de intercambiar láminas para el álbum mundialero de sus hijos  que se olvidaron de conversar, y debí comerme el murgh tikka masala y el nan con sésamo mirando autoadhesivos de futbolistas en el más absurdo silencio. Por eso necesito volver a repetirme ese pollo delicioso, esta vez con un mejor partner indio, y poder compartir especias y arroces varios, además de un buen vinito, y una mejor conversación de por medio.


Mi otro antojo -ahora de día- es  ir a almorzar al Huerto con mi amigo Rodrigo C. y pedirme esa ensalada con arroz integral y tomates deshidratados que tanto me gusta. Ya hemos ido otras veces y la verdad es que es un placer para el paladar y para mi corazón. Porque debo decirlo, aunque  quizás se me enoje por nombrarlo en este blog, y es que él es una de la personas que más quiero en la vida (no quiero cartas al director ni escenas de celos, please) y tenerlo de amigo es uno de mis grandes orgullos.
Rodrigo es profesor de lenguaje y escritor. 
Lo conocí hace años en un taller literario, donde solía escandalizar a la concurrencia con sus cuentos calentones pop, y a las pocas semanas de clases ya éramos amigos inseparables (ayudaron harto, eso sí, los pisco sour a luca que tomábamos en el bar del hotel Foresta a la salida del taller). Rodrigo tiene un don especial en narrar lo inarrable, en llevar al lector a situaciones difíciles y en hacernos cómplices de lo triste y patético que es el desamor. 


Su novela -que espero pronto ver en alguna editorial- es espectacular, porque con su lenguaje pop y sus citas al cancionero AM nos lleva a la triste y patética vida de un adulto enamorado de un joven menor y de cuánto sufrimiento se puede esconder tras un sentimiento que, visto desde afuera, puede asociarse con la perversión. Es una novela increíble, lúcida, densa, pero a la vez irónica y liviana, lo que la hace una lectura excepcional, que definitivamente debiera conocerse.


Como también debiera conocerse su obra pictórica, que tiene mucho que ver con su producción literaria, y que sin duda sería la portada ideal para su última novela. Porque Rodrigo también pinta. Y no sé cuándo ni cómo juntó una cantidad de obras que ahora se exponen en la Biblioteca Viva del mall Plaza Sur (para los perdidos, en San Bernardo) y que son un deleite para los sentidos. Su paleta de colores es fuerte, porque Rodrigo es de emociones extremas, harto rojo, negro y amarillo, y sus imágenes nos remiten de inmediato a lo pop, a los cómics que tanto lee, a la iconografía op, pop, top, chop que tanto le gusta, pero también a su lado cebolla y sensible -ese de la canción de Yuri y de Raphael- que utiliza para hablar de sentimientos, con ironía, con desapego, pero que en el fondo son la esencia de su literatura y su pintura. 

Porque su obra es sensible: nos transmite dolor, violencia, miedo, incluso rabia, pero estos sentimientos aparecen adornados de una aparente superficialidad (como ese cuadro que muestra a la mujer metralleta en posición sexy), como para alivianar el discurso, como para no ser tan densos ni graves, y que nos permiten ver la obra con distancia -si queremos- o con profunda sinceridad, si somos lo suficientemente valientes como para entrar en territorio peligroso. 

Un poco lejos, pero vale la pena ir a ver esta exposición, y de paso conocer esta preciosa biblioteca y su enorme aporte a la cultura y la educación. Felicitaciones, Rodri, excelente trabajo.




14 junio 2010

Para que no se me tilde de negativa, debo recomendar el Artes y Letras de ayer. Muy bueno de principio a fin, en especial el artículo de Joyce Carol Oates sobre Alice Munro y la acertada crítica de Gandolfo de Dublinesca. Eso. Tengo que estudiar.
PD: Qué bueno que volviste, Hal, pensé que te había perdido para siempre.

11 junio 2010

decepcionada con la cultura Parte II

Me escribe una tal Fernanda para tratarme de estúpida. Claro, no lo dice de manera tan directa, sólo sugiere que cambie el nombre de Becky por el de Amelia, en alusión al epígrafe de este blog. Y como no sé quién es, no pierdo el tiempo en contestarle. Seguramente no le pareció bien mi opinión sobre la exposición en las Casas de Lo Matta. Y la verdad es que me da igual. Porque como no soy curadora ni experta en arte colonial, tengo todo el derecho -como visitante de una muestra- a no entender o no poder apreciar lo que allí se expone. Y si eso me hace estúpida, entonces lo soy. ¿O cabrá la posibilidad de que no haya estado lo suficientemente clara la muestra y por eso no la entendí? ¿O quizás sí sé de arte colonial y por eso encontré tan pobre la muestra? Además no creo haber dicho algo ofensivo en mi post, y por eso sigo pensando que esa exposición podría haber sido mejor: con mejores obras -que sí las tienen los distintos museos- y mejor montaje -mejor iluminación, más claridad y explicación-. Quizás Fernanda podría darse una vuelta por la exposición o leer con mayor comprensión antes de hablar.
Como sea, su comentario me hizo recordar las cientos de comentarios mala leche que se publicaron a raíz de la entrevista al Padre Berríos o los posts que diariamente llenan los blogs de los diarios provenientes de personas incapaces de tolerar opiniones distintas a las suyas. Y quizás por eso nuestros medios culturales han perdido tantos columnistas en el último tiempo. Pareciera que nuestra sociedad no está preparada para la crítica, la opinión, el pensamiento. Y quizás la pobreza cultural en la que estamos sumergidos es consecuencia de esta incapacidad de juzgar lo que vemos. La crítica literaria en ese sentido es más valiente, porque -por lo general- juzga la obra literaria sin guardar consideraciones por el autor o la editorial. En el arte, en cambio, la opinión es mal vista cuando no es pura lisonja.
Yo -a diferencia de lo que piensa Rolando- suelo deleitarme con las muestras de arte nacional. Como no soy tan entendida, me dejo llevar por lo estético y por eso en este blog suelo recomendar exposiciones para visitar, así como libros, bares o restaurantes que me gustan. Ayer, por ejemplo, fui a ver una exposición preciosa en el Departamento 21, de una pintora que me encanta, Natalia Babarovich, y debo decir que el montaje, la curatoría y las obras escogidas me parecieron impecables. Pero es sólo una opinión, una más de las que leen quienes siguen este blog hace años. Y aunque agradezco las decenas de visitas que me llegaron por mi post anterior -al parecer alguien linkeó mi comentario en facebook y lo hizo más masivo- es de esperar que quienes lean este blog realmente comprendan el idioma, y sean capaces de diferenciar una opinión personal de un ataque o una mala intención.

07 junio 2010

decepcionada con la cultura Parte I

Debo confesar que desde hace un buen tiempo todo lo que tiene que ver con cultura me tiene muy decepcionada. Los sábados leo la sección de cultura de La Tercera y por lo general no me interesan más de dos artículos y los domingos al tomar el Artes y Letras me aburro desde el comienzo al fin, en especial con todos esos temas dedicados al patrimonio y al abobe y al rescate de la teja chilena, que me imagino deben encantarles a un par de latifundistas pechoños y a los amantes de "lo nuestro", la cueca, el poncho y la empanada. Pero a nadie más.

Debo confesar que me aburro y que ni siquiera puedo entrar en cada tema, porque por lo general están escritos de manera tan básica, casi colegial, que no son, en sí mismos, ningún aporte cultural. Yo escribo de cultura, y creo que no lo hago mal, y en cada tema que escribo no sólo aporto conocimiento, sino que además trato de mostrar un estilo, una gracia, algo más que un alto de párrafos ordenados y redactados con cuidado. Cómo puede ser que un suplemento de cultura tenga artículos de tipo ensayo colegial o entrevistas de primer año de periodismo. ¿Qué pasa con la ironía, la opinión, el bagaje, la entretención? Por supuesto que hay excepciones, y ambos diarios tienen plumas muy buenas -Pedro Pablo Guerrero, Roberto Careaga, Patricio Tapia, Andrés Gómez, por ejemplo-, pero creo que esos periodistas deberían ser la norma del diario y no bajar de ese nivel. 
Tomo el Sunday Book Review del New York Times y me encuentro con un excelente artículo de Jonathan Franzen sobre Christina Stead, una escritora de los años 40, a quien no conocía y está tan bien escrito que de inmediato me engancho con Franzen y con la Stead, así como hace años un artículo de Franzen me llevó a la escritora Paula Fox. Porque eso es lo que hace un buen artículo, una buena pluma, un buen periodista cultural. Y claro, también un editor. Porque la Stead no es actual, ni publicó un libro hace poco, ni nada que haga noticia, pero un buen periodista puede llevar un tema a la actualidad, puede revisitarlo años después y hacerlo llegar a un público que se mantenía al margen.
Tomo otro artículo, es del New Yorker de este fin de semana, sobre los 20 mejores escritores de menos de 40 años. Y claro ahí está nombrada Chimamanda Ngozi, de quien ya he hablado en este blog, pero que para los medios culturales chilenos no existe. Y está Daniel Alarcón, y la Nicole Krauss, y Jonathan Safran Foer. Y está un editor que pensó en marcar su propia pauta, que pensó en crear una especie de canon y que se la jugó por algo distinto, aunque ni tan original.

Pero en Chile nadie se atreve con las listas. Ni a criticar cuando algo no está bien. De seguro, cuando aparezca un comentario sobre la exposición "Para Subir al Cielo" que acaba de inaugurarse en Casas de lo Matta, se dirá que el era buena, que estaba bien montada o que quizás el arte colonial chileno no es mejor que esto. Pero quién se atreverá a decir lo que yo -y mis acompañantes- pensamos cuando visitamos la muestra.
Quién se atreverá a decir que las obras seleccionadas no eran las mejores, que la exposición no está bien curada, que no es clara ni educativa, que el montaje parece tienda Fiorucci con tanto ángel celeste, pero que no tiene nada que ver con el arte religioso colonial. ¿Dónde está el orden, la lógica, la explicación, que no sólo debe incluir la mirada estética sino también la visión religiosa? ¿Cómo puede ser que la que obra más importante -una imagen de San Francisco Javier agonizante del escultor jesuita germano Jacobo Kelner- estuviera puesta en una caja de vidrio a tal altura que hacía imposible apreciarla en su totalidad? ¿Alguien se atreverá a decirlo, sin el miedo a enemistarse con el alcalde, el museólogo o el curador? Por lo menos hoy, me atrevo yo.

01 junio 2010

31 de mayo

Ayer seguí celebrando mi cumpleaños, esta vez con mis otras amigas. Es que esto de ser tan amistosa y tener amigos tan distintos me obliga a celebrarme por chorreo. Y ayer le tocó el turno a mis mis nuevas amigas de la vida y a mis viejas y queridas amigas de colegio. En la mañana, eso sí, aproveché de estudiar, y ya a la 1 y media me emplumé rumbo al Mozart para almorzar con un grupo de amigas bastante recientes, pero que se han convertido en grandes amigas del alma (¿quién dijo que las amigas surgían de la infancia?). La rubísima C., la Jackie O., la Rose Marie, tan encantadoras y confiables, que con ellas se puede hablar desde lo más trivial a lo más profundo, y que hasta me cantaron Happy Birthday con una vela en una creme brulèe. Y de ahí volé a la U, porque el almuerzo duró hasta las cinco y yo a las 6 tenía que estar en Macul. Y a la salida, volví a volar, esta vez hacia la Dehesa, para celebrar mi cumpleaños en el Cangrejo a Conejo, donde comimos exquisito y conversamos de lo lindo, acompañadas de un rico champán brut. Una delicia de día. Y tan regalada quedé que ahora tengo crema fina y manicure y pedicure juntas, y productos orgánicos para comer, y adornos varios para la casa. La verdad es que he estado demasiado celebrada, y me he sentido muy feliz. Creo que estos 36 los estoy empezando de perillas.
PD: Hoy día vi las fotos de la fiesta y la verdad es que están impublicables. ¿Qué hacía yo en el suelo? ¿Por qué estábamos todos tan abrazados y calugosos? ¿Por qué hay tantas fotos de derrieres? En todo caso me han hecho reír toda la mañana, aunque ahora vuelvo a mi lectura del día: Eco y el Lector in Fábula.


31 mayo 2010

30 de mayo

No podrían haber estado mejor celebrados mis 36 años de vida. Mi HOMBRE, así con mayúsculas - porque es realmente un hombrazo-, sin decirme nada organizó un cumpleaños con un grupo íntimo de amigos y la verdad es que estuvo inolvidable. No voy a contar mucho -para mantenerlo entre nosotros- pero sólo quiero decir que el baile estuvo excelente y los esquemas no tenían nada que envidiar a los que vemos los lunes en la noche en Fiebre por el Baile. Mis piernas literalmente volaron por los aires (el domingo, eso sí, amanecí con un medio moretón) y mis amigas y amigos no destiñieron cantando a todo pulmón y bailando hasta el cansancio.

Punto aparte fueron los regalos. Tan bien que me conocen todos. Un lindo pañuelo invernal, muchos tés de mis sabores favoritos (en especial el de Cranberries), té para la tina, una maravillosa moleskine "para no perder las fotocopias importantes" acompañada de una bella tarjeta que ilustra mis piernas, una linda cartera, y de Painted Veil en su idioma original. Maravillosos todos. Y el domingo celebración familiar. Más regalos y regaloneos. Y siempre mi hombre al lado (salvo en uno que otro baile), preocupado de que estuviera feliz.

La verdad que ni las primeras canas que me aparecieron lograron turbarme la mirada, porque todo estuvo espléndido. Y mis compañeros de baile no podrían haber sido mejores. Los quiero mucho.

30 abril 2010

Un gran regalo

El viernes llegué tarde a almorzar. Me había pasado la mañana entre trámites lateros, textos aburridos y repartiendo niños propios y ajenos cuando llegué a mi casa, pasadas las tres, a comerme mis tallarines con salsa en compañía de mis hijos. Pero antes de sentarme, un sobre gordo llamó mi atención. Ahí, sobre la cómoda de la entrada me esperaba un paquetito de Correos de Chile con mi nombre, y ante la mirada atónita de mis niños me dispuse a abrirlo de inmediato. No había encargado libros al extranjero (porque me estoy esperando para mi viaje a Baires) ni tampoco era mi cumpleaños, así que realmente no tenía idea de qué podía haber dentro de este sobre de cartón ni menos quién me lo había mandado. Y cuál no fue mi sorpresa al descubrir un par de libros antiguos y una tímida tarjetita de mi amigo C.A., gran gestor bibliotecario y promotor de la lectura en nuestro país. Y los libros que me enviaba no podían haber sido más para mí: una versión en inglés de Mrs Craddock de 1957 y gran hallazgo gran, The Introduction to modern English and American Literature, los dos de mi bien amado William Somerset Maugham, y que vienen a engrosar mi sección de libros del autor que, creo, debe ser de las más completas del país.
Y C.A. no sabe cuánto agradezco su regalo (ya lo llamaré para agradecérselo oralmente) porque Mrs. Craddock es uno de mis libros favoritos y Bertha mi antiheroína regalona (junto a Emma Bovary y Becky Sharp, por supuesto), y ansiaba leerlo en inglés (por sugerencia de Diego Lira y porque quizás por ahí vaya mi tesis de magíster). Y el otro, era un libro que desconocía, de 1943, y que, al parecer, no ha sido editado en español, y es una recopilación hecha por WSM de sus autores favoritos, donde -era que no- hay varios favoritos míos como Eudora Welty, Auden, Dorothy Parker, Virgina Woolf, Forster, Katherine Mansfield y WB Yates. Qué gran regalo, C.A., no sabe cuán feliz me puso. O quizás lo sabía y por eso pensó en mí cuando se encontró con estos volúmenes.
Como sea, este post va dirigido a usted, por ser tan buen amigo, detallista, dedicado y fiel. Y espero poder agradecerle este regalo personalmente lo antes posible. Eso sí al encuentro me acompañará mi marido -un hombre fuerte y muy celoso- que no vio con buenos ojos que un hombre apuesto y soltero como usted me mandara regalitos por correo (y en especial que uno de los libros fuera protagonizado por una mujer infiel), aunque quedó más tranquilo luego de que le expliqué que este era "un regalo literario". Un regalo literario maravilloso, que dejó la vara muy alta a quienes quieran sorprenderme para mi cumpleaños, y que ansío poder leer pronto, si es que los libros de teoría literaria me dejan un respiro. Muchas gracias, C., lo quiero mucho (desde antes del regalo) y espero con ansias verlo luego.
PD: De Mrs Craddock es la famosa frase que encabeza este blog. Ahora la tengo en inglés: "Better ten thousand times, in her opinion, was it to be Becky Sharp and a monster of wickedness than Amelia and a monster of stupidity".

En el Canadian Express

Desde que entré a la universidad ando con un fajo de fotocopias en el auto y un destacador amarillo en la cartera. Así, en cualquier minuto libre, me pongo a leer y subrayar como posesa los ensayos de Piaget, Bajtín, Gutiérrez Girardot y Bourdieu, que se han convertido en mis nuevos compañeros de café, y por quienes -por el momento- he debido abandonar a mis queridas amigas, las novelas, que esperan entre el velador y la repisa que me apiade de ellas y las tome de nuevo entre mis manos. Mi hijo mayor, de 12, preocupado por mi cambio de lecturas, me aconsejó una noche, antes de acostarse, que no dejara de leer novelas, "porque son tan entretenidas" y abandonara las fotocopias un rato. Y como buen lector que es me recomendó el libro que, fascinado, se había terminado hace unos días, El Asesinato en el Canadian Express, de un tal Eric Wilson.

Y el librito forrado en plástico quedó sobre mi velador por varios días, y cada noche, antes de dormirme, lo miraba e incluso un par de veces lo tomé para leerlo, pero era tanto mi cansancio que me dormía antes de llegar a la segunda página. Y todas las mañanas mi hijo me preguntaba por el libro y yo veía su carita de decepción cuando le decía que no había podido leerlo. Hasta que el martes me di cuenta de lo egoísta que había sido. Yo, que vivo recomendándole libros, que lo hago leer a Poe y a Melville, que le muestro la diferencia entre un libro de tapas bestselleras y un clásico de la literatura, que le digo siempre y en todo momento lo feliz que me me pone verlo leer; yo, la misma que he ayudado a formarle un gusto y una opinión, que escucho cada uno de sus comentarios, ahora no me estaba dando cuenta que mi niño, a sus 12 años, me estaba recomendando un libro. Un libro que le había gustado, por supuesto, pero que además él creía que era un libro bueno y del que necesitaba saber mi opinión.

Y así fue como el miércoles en la mañana decidí dejar a Bajtín de lado y sumergirme en el famoso Canadian Express. Y me tomé en serio el trabajo, tomé apuntes, puse atención en cada una de las 160 páginas y cuando lo terminé -a eso de las 3- esperé a mi hijo con mi análisis literario ya terminado. Y debo reconocer que lo dejé sorprendido. ¿Cierto que era bueno, mamá?. Buenísmo, le contesté, aunque no dejé de comentarle que me parecía extraño que al niño detective se le hayan pasado varias pistas del asesinato. Pero esa es la gracia, mamá, me dijo con su voz ronquita, eso lo hace más real, porque es sólo un niño. Y ahí entendí que por más que se lea con atención un libro, cada uno -desde su experiencia- le va a dar una lectura distinta, personal y única a "su" libro. Y no es por mamá chocha, pero debo admitir que la lectura que hizo mi hijo fue bastante más acertada que la mía.

12 abril 2010


No he tenido tiempo para escribir. Ni para el blog, ni para el diario, ni para mí. Porque marzo fue una locura y mi sorpresiva entrada a la universidad también. Y además he estado en mil cosas distintas -desde comprar un vestido para el matrimonio de mi primo hasta estudiar (y tratar de entender) todo lo relacionado con el método literario y sus implicancias. Pero no quisiera dejarlos tan botados (sobre todo desde que sé que tengo nuevos seguidores) y voy a intentar retomar este espacio.

En especial porque sé que lo leen mis amigos R y V, fieles espadines que me han acompañado por varios años en nuestra aventura (y locura) de escribir, y a los que no he podido ver por estos días, y a quienes extraño profundamente (y sé que están ansiosos por escuchar mis aventuras universitarias).

Y también porque sé que me leen varias de mis amigas. No las puedo nombrar a todas, pero ustedes saben quienes son. Sólo quiero decirles que principalmente por sus comentarios sigo escribiendo esta Feria. Porque sé que de este blog sacan ideas de lecturas y también panoramas. Y sé que también las hago reír. O distraerse de sus problemas. Y estoy pensando principalmente en tres queridas amigas cuyos nombres empiezan con C.: la sensible CV, con la que puedo hablar todos los temas del mundo tomándonos una limonada en Luis Pasteur; la bella CG con quien comparto el gusto por los libros, por los quehaceres maternales y por tantos temas más, y la rubísima CF, entrañable amiga de "oficina", con quien suelo compartir un café y tantos secretos como preocupaciones. A todas ellas y a muchas más que me siguen, les dedico mis más sinceros agradecimientos.

El sábado una de mis primas chicas me confesó que también me leía. Y por ella (a quien admiro mucho, tanto por su belleza como por su inteligencia) y por todos esos amigos, primos o cercanos que me leen sin que yo lo sepa, es que también voy a seguir escribiendo. Porque parece que no no los aburro todavía. Y porque me tienen afecto. ¿O les provoco curiosidad? Como sea, la cosa es que me leen, y eso lo agradezco profundamente.

Me he pasado dando puros agradecimientos y no he dicho nada nuevo. Pero prometo retomar mis recomendaciones en un tiempo breve. La verdad es que no he salido mucho por estos días, salvo las idas a la universidad y a una que otra cafetería. Lo que sí hice fue visitar la exposición de Joseph Beuys en el MAVI y la muestra de Gonzalo Rojas en el piso de arriba, que está espectacular (parece que ya les había contado, ¿no?). Y descubrir, con agrado, que la carta de helados del Sebastián está triplicada y que no hay nada mejor que un helado de yogurt con blueberry después de almorzar unos maravillosos ravioles con funghi y camarón en el Rívoli y de visitar la Takk y la Ulises buscando el libro Dublinesca (aunque sin comprarlo). También quiero recomendar a Pepperone Café, una pizzería que se puso en Luis Pasteur y que tiene unas pizzas rústicas exquisitas (y una limonada con albahaca que es una delicia) y la exposición sobre el poeta Juan Luis Martínez, que me recomendó visitar mi amorcito, y a la que todavía no he podido ir. Y los chocolates de Damien Mercier, que son lo máximo, y que fueron, por lejos, los huevitos de chocolate más ricos que les llegaron a mis niños en esta Pascua de Resurrección.

Ahora tengo que seguir que mis deberes, así que los dejo hasta otro día. Estoy releyendo a Lorrie Moore, y sigo fascinada con ella. Y cuando termine tengo un alto de cosas esperando ser leídas. Ahí les sigo contando,
gracias por seguirme
BS

PD: El jueves almuerzo contigo, CG, puede ser en el mismo lugar del otro día, que estaba delicioso.
PD2: A todas las que quieran donarme cuadraditos de lana, bienvenidas sean. De 20x20, please y bien tejiditos, que este año hay que juntar más frazadas que nunca.


31 marzo 2010

Entre copias y copias



Cuando salí de la Universidad prometí que nunca más en la vida volvería a leer y estudiar de una fotocopia. Nunca más llevaría libros de la biblioteca a esos sucuchos universitarios que se llenan de estudiantes impacientes y jóvenes fotocopiadores de distintos humores, con ese olor a tinta quemada impregnándolo todo y papeles y papelitos repartidos por todas partes -para indicar comienzos y finales, y también los precios y los nombres de todos los alumnos que necesitan una copia de Bachelard, Piaget o Bajtín-. Prometí que si algún día volvía a entrar a la Universidad me compraría los libros de lectura o me los conseguiría, pero no volvería a estudiar en un facsímil ya subrayado, al que por lo general siempre le falta un par de páginas y tiene borroneado los pasajes más importantes.

Pero aquí estoy, de nuevo en las pistas. Tratando de hacerme amiga del "amigo" fotocopiador, pidiendo copias de cuanto teórico existe, corcheteando páginas y leyendo entre las líneas borrosas y/o rayadas y cargando cientos de páginas de aquí para allá. Y no crean que no traté de conseguirme los libros. Traté, pero no están. O sólo están en la sección de la biblioteca que no presta a nadie. Salvo al fotocopiador.

Lo único bueno ha sido constatar que la inflación no ha llegado al mundo de la fotocopia universitaria y que el precio sigue en $15 por hoja, ¡el mismo precio que tenía hace 13 años cuando egresé! Y esta es sólo una de las pruebas que confirma una de mis primeras hipótesis: aquí realmente el tiempo no ha pasado.

22 marzo 2010

Ah, y odio la palabra DANTESCO... creo que todos quienes la han usado como sinónimo de tragedia o catástrofe durante este terremoto no tienen idea ni quién fue Dante.

El 27 de marzo a la 1 de la mañana llegamos de nuestras vacaciones en el sur. Dos horas después un terremoto de más de 8 grados nos sacó de nuestras camas y nos expuso nuevamente ante una de las mayores fuerzas de la naturaleza. Vino el corte de luz, las noticias en la radio, el maremoto en algunas zonas costeras, el dolor de quienes perdieron a sus seres queridos, sus casas, su vida. Y aunque fui una afortunada por no tener que lamentar ninguna desgracia personal, por unos días mi vida también pareció quedarse suspendida en la tragedia. Los días en Chiloé y Valdivia se sentían lejanos y hasta reír me parecía inapropiado frente a tanta desgracia circundante.

Pero de a poco la vida comienza a normalizarse. Los niños entran al colegio y aunque siguen las réplicas hay que ir a comprar cuadernos y camisas celestes. De a poco comienzan a aparecer los amigos y sus distintas versiones de ese fatídico amanecer de marzo. Tratamos de ayudar con comida, ropa, plata, para tantos damnificados. Rezamos, pedimos, agradecemos estar sanos. Llamamos a nuestros conocidos, nos acercamos a nuestras familias. Quisiera decirles a todos lo feliz que me siento de que todos ustedes estén bien. Que mi familia no haya sufrido, que la familia de mi amigo Pablo en Concepción no sufriera daño, que mis amigas estuvieran en lugares seguros, que los que estaban cerca del mar pudieran arrancar. Agradezco que todos ustedes hayan pasado el terremoto sin rasguño, pero ante tamaña tragedia a veces se hace difícil volver a la cotidianidad. Y reconozco que me ha costado volver a salir de noche y retomar mis cafés con las amigas. He tenido un par de almuerzos -eso sí- que me han hecho reír por un rato y también volver a recordar el verano y el cielo con nubes cambiantes de Chiloé. Pero también han sido muchas las invitaciones que he declinado.

Como que por el momento mi cuerpo me pide quietud y mi mente, un respiro. Y aunque pensaba seguir este año con lo de siempre: mis artículos para el diario, mi mini taller de narrativa, mis horas de escritura y mis clases de yoga, algo hizo cambiar mis planes post terremoto y me impulsó a la universidad. Hoy entro al magíster de literatura en la Chile, sin conocer a nadie, tal como a los 17 entré a periodismo en la UC. Y me siento feliz por la decisión que tomé de volver a estudiar. Y me siento entusiasmada por volver a las lecturas, las clases, los ensayos, las tesis. Y volver a ser alumna, ahora que tengo 35 y tres niños grandes en plena vida escolar. Mi amado dice que esperé demasiado tiempo en cumplir mi sueño. Yo creo que este momento no podría ser mejor.

Espero poder seguir con el blog y con el mini taller, y también con los cafés a media mañana. También quiero escribir sobre el espectacular libro que leí de Lorrie Moore y sobre los fogosos efectos de las ostras de Caulín. Pero déjenme tomarme mi tiempo. Que todavía no miro las fotos del verano ni se me olvida el ruido que hizo la tierra al temblar.

19 marzo 2010


Perdonen, mis queridos lectores, por tenerlos tan abandonados, pero este comienzo de año ha sido de locos. Prometo ponerlos al día dentro de esta semana. Y con sabrosas novedades. Nos vemos.
B.S.

07 enero 2010


Tengo que escribir un tema, pero no ando muy motivada. Me pasaría enero paseando por Santiago y almorzando con amigos. Enero en la capital me encanta. Comprar libros, leer en la tarde en la piscina, ver a mis niños corriendo. Aunque me auto obligo a trabajar por las mañanas, y dejar escritos por lo menos dos artículos antes de irme de vacaciones, igual es una delicia estar en época de vacaciones y gozar de los lindos días de verano. Ayer almorcé con mi amiga V. de 2 a 5 (hasta nos apagaron las luces en el Huerto, para que nos fuéramos) y fue una delicia. La comida, tan rica, acompañada por esa limonada con menta que es exquisita y una conversación que extrañaba. Después caminamos hasta la Ulises, porque sigo en busca del libro de la Lorrie Moore. Les habían llegado unos ejemplares para la Pascua, pero los habían vendido. ¿A cuánto?, les pregunté. 25 mil. Por suerte, siempre está la web. Y sin tener que recurrir a España (que me sale más caro el envío), pude encontrar Al Pie de la Escalera a 20 dólares en mi librería argentina favorita. Aproveché de encargar el último de Auster, Invisible, que si Dios quiere llegará en su paquetito de cartón el lunes o martes de la próxima semana. :):):) No puedo más de la felicidad.
Mis niñitas están en sus Summer Activities y llegan en la tarde. Mi casa está preciosa, aunque tras la visita del viejo pascuero su linda fachada fue a medias tapada por una mesa de ping-ping. Pero es verano, y ha sido entretenido tener esa mesa y jugar con mis niños y mi maridito. Y hasta los abuelos han llegado atraídos por la nueva adquisición. Todavía no hemos organizado el itinerario de febrero, y a ratos cambiaría todo por estar echada en Buzios o en una playa tropical. Es que Sunny ama el sol, pese a su mala fama, y ama la arena, el mar y hasta el cochayuyo pegado en los pies. Ya veremos que nos depara el destino. Por mientras, miro el verano sentada al pie de mi escalera, mientras mis niños juegan ping-pong.