26 agosto 2008

Un poco de todo

Hoy, mientras investigaba para un nuevo tema, me encontré de golpe con el escritor Wilkie Collins y su libro La Piedra Lunar, que mi amado ya me compró a la hora de almuerzo. La edición es de Montesinos, la misma editorial de Vida y Aventuras de Martín Chuzzlewit, un querido libro de Dickens que me regaló mi amigo Stephen para un cumpleaños y que no tardé en devorarme. Creo que lo mismo me pasará con el libro de Collins, quien por lo demás fue gran amigo de Dickens, así como yo soy gran amiga del amigo que me regaló el libro de Dickens. Una linda casualidad. 

Apenas me lo termine, se lo prestaré, Mr. Dedalus, porque creo será de su gusto, así como el tema que estoy escribiendo y que espero pronto vea la luz. Y a propósito de literatura, aprovecho de recordarles de nuestro próximo mini taller de narrativa, que se realizará el viernes 5 de septiembre en un lugar a convenir, y donde cada participante deberá llevar un texto para leer y compartir. Las inscripciones se pueden realizar en este mismo blog, aunque como en todo buen taller, me reservo el derecho a elegir a mis contertulios. Por algo soy la jefa, ¿o no?

25 agosto 2008

Y después, sale el sol

Después de una semana fría e infame, por fin el domingo salió el sol. Y para aprovecharlo al máximo fui con mi familia al valle de Casablanca (camino a Viña) a comer unas buenas carnes a las brasas con ensalada a la chilena, acompañadas de unas ricas sopaipillas, mucho pan amasado y pebre del mejor. De postre probé un poco de Dulce Patria, que es un postre exquisito y que he podido encontrar en muy pocas partes (lo tienen en Le Flaubert y en el Emporio Nacional, por lo menos) y también comí una buena porción de mote con huesillos, que estaba muy fresco y reponedor. 

Y de ahí, arrendamos caballos y partimos acompañados por don Ramón a recorrer los cerros del sector. El día estaba tan lindo que no daban ganas de bajar  y arriba, desde la punta del cerro, el valle de Casablanca se veía verde, grande y maravilloso a nuestros pies. Un panorama espléndido, sugerido por mi amiga Rocío, y que no puedo dejar de recomendar. El lugar lugar se llama Puro Caballo, y está en el pueblo de Lagunillas, en el valle de Casablanca. El restaurant, buenísimo, y los paseos -que se pagan por separado- son a caballo por los cerros del sector. Muy recomendable para estos días casi primaverales. Y para dejar atrás momentos desagradables y días fríos y aburridos.

20 agosto 2008

We Belong

A mi marido, el héroe de los mejores capítulos de mi vida. Te amo y te amaré siempre...

We belong, we belong to the light
Many times Ive tried to tell you
Many times Ive cried alone
Always Im surprised how well you
Cut my feelings to the bone

Dont want to leave you really
Ive invested too much time
To give you up that easy
To the doubts that complicate your mind

Chorus:

We belong to the light
We belong to the thunder
We belong to the sound of the words
Weve both fallen under
Whatever we deny or embrace
For worse or for better
We belong, we belong
We belong together

Maybe its a sign of weakness
When I dont know what to say
Maybe I just wouldnt know
What to do with my strength anyway
Have we become a habit
Do we distort the facts
Now theres no looking forward
Now theres no turning back
When you say

(chorus)

Close your eyes and try to sleep now
Close your eyes and try to dream
Clear your mind and do your best
To try and wash the palette clean
We cant begin to know it
How much we really care
I hear your voice inside me
I see your face everywhere
Still you say

18 agosto 2008

De Av. Italia a Matucana 100

El sábado por la mañana dejé a los niños en la casa y me fui con mi amado a pasear. El día estaba precioso después de la larga e intensa lluvia del viernes, por lo que decidimos estacionar el auto en Avenida Italia y caminar por las calles del sector. Y mientras recorríamos las distintas tiendas de antigüedades, -un poco desilusionados porque no encontrábamos nada de nuestro agrado- mi amado con su ojo de experto descubrió un par de sillones ingleses, con sus rueditas de bronce en cada pata, a muy buen precio y más encima recién tapizados. Una maravilla en color morado ("morado Carla Bruni", diría mi amigo R.), un color al que le tengo respeto, pero que ahora se ve precioso en mi hogar. Y con nuestras compras nos fuimos a tomar un café al Parque Forestal y aunque pensábamos pasar a visitar a Parrita y su librería Metales Pesados, el destino quiso que nos encontráramos con un fotógrafo muy entretenido que venía de visitar una muestra de fotos en Matucana 100, y con quien nos quedamos conversando un café y un croissant.

Pero como no olvidé su recomendaba muestra de fotos, al día siguiente partí con niños propios y ajenos a visitar la muestra de fotografía, en el tremendo espacio cultural que es Matucana 100. Y aunque me gustaron ciertas fotografías, debo reconocer que las gigantes del segundo piso me parecieron harto mal, en especial porque el soporte todo arrugado no dejaba ver las fotos y distraía, dejando relegada la imagen a un segundo lugar. Y como estábamos en el barrio decidí cruzar con los niños a la Biblioteca de Santiago, que no conocíamos, y que nos dejó bastante sorprendidos. Porque el lugar es precioso, y cada sala de cada piso está armada con un motivo especial, y donde los niños son más que bienvenidos. Mis niños encontraron todos los libros que buscaban, aunque también estaban atraídos por la cantidad de computadores y la posibilidad de internet. Pero así y todo se dieron tiempo para conocer la sala y para acompañarnos a los otros pisos, donde me sorprendí por la calidad de libros que allí había y por la posibilidad de arrendarlos por sólo 3 mil pesos al año. Los niños no pagan nada, y están todos los libros de lectura obligatoria, lo que hace inexcusable que alguien te diga que no tiene plata para leer o para que sus niños lean. Por lo menos en esta biblioteca están todas las revistas, libros y cómics que venden en las mejores librerías de Santiago y salas de lectura vacías que invitan a la lectura y la evasión. Y también computadores con conexión a internet, que acaparaban la atención del escaso público que había en el recinto, incluidos a mis hijos, que cuando llegaron a la casa se arrepintieron de no haber arrendado algún libro de Asterix, Manualidades, Vikingos o Hadas, porque estaban fascinados navegando por la web.

15 agosto 2008

39: Antología del Cuento Latinoamericano

No hay como un día de lluvia para echarle mano a una buena antología de cuentos. Ésta me la regalaron hace casi un año y no sé por qué no la había tomado hasta ayer, cuando decidí comenzar a leerla mientras revisaba unos textos en el Starbucks de Colón y de reojo miraba a Alberto Fuguet que escribía afanosamente en su laptop. Y es una simpática coincidencia que Fuguet -el que alguna vez intentó agrupar a un conjunto de jóvenes escritores latinos en lo que fue su antología McOndo- estuviera a mi lado mientras yo leía este libro, 39: Antología del Cuento Latinoamericano, que también es una compilación de cuentos de escritores latinos menores de 39 años, pero donde cada uno tiene su estilo y tema propio y donde ninguno se siente parte de un movimiento o agrupación. 

Porque esta antología sólo busca pasearnos por la buena literatura latina, mostrarnos estos nuevos escritores, pero de ninguna manera es un libro ciertamente latinoamericano o que busca armar una "nueva generación"; más bien es un libro de literatura universal, donde cada escritor escribió desde el lugar que quiso, sobre el tema que quiso y con las influencias que más le gustaban. Chile aparece muy bien representado en la antología con los cuentos Fantasía, de Alejandro Zambra, y Chica Nazi, de Álvaro Bisama, ambos muy bien logrados. De los demás -todavía no los leo a todos- debo reconocer que me han gustado varios, en especial el de Iván Thays, por lo triste, y el de Junot Díaz (un escritor a mi juicio más norteamericano que latino), y que con su cuento Wildwood nos narra casi una novela en sus cerca de 20 páginas. Además están Daniel Alarcón, Santiago Roncagliolo, Wendy Guerra, Gonzalo Garcés, Pablo Casacuberta y varios de los escritores jóvenes que han dado que hablar en este último tiempo. Muy recomendable.

14 agosto 2008

De paseo a Pomaire

El domingo -día del niño- mi mamá tuvo la genial idea de invitarnos a almorzar a Pomaire. "Les va a encantar a los niños", fue su argumento para convencer a hijas, yernos y marido, y llevarnos para allá. Claro, a los nietos no fue necesario convencer de nada, porque ya con la sola idea de salir de paseo estaban felices. Y llegamos a  almorzar -con mucha hambre, hay que reconocerlo- a este pueblito cada día más turístico y que ya casi nada conserva de sus encantos originales. Porque aunque nuestra idea era comprar una que otra fuente de greda o unos pocillos para el pastel de choclo, lo cierto es que casi todos los cacharros que encontramos estaban pintados con colores chillones y los típicos chanchitos y platos color tierra habían sido reemplazados por Winnies The Pooh y Barneys de greda esmaltada. Pero así y todo compramos algunas cosas, porque cómo íbamos a negarnos si nuestros hijos y sobrinos querían hondas, emboques y culebras, y estaban fascinados con estas veredas atestadas de cachureos multicolores y de hombres y mujeres vestidos como huasos. Si hasta una chupalla tuve que comprarle a mi hijo mayor, que aunque tiene pasta de poeta, sueña con ser un futuro hombre de campo. 

Y por supuesto a la hora de almuerzo (en un restaurant tan malo que prefiero ni nombrarlo), escuchamos cueca y nos reímos al ver bailar a los niños. Quizás con media garrafa de chicha en el cuerpo me habría reído más, pero como estaba con mis padres debí abstenerme de las bebidas alcohólicas. Pero, a pesar de la comida y del desilusionante paseo, lo pasamos muy bien, y para nuestros niños fue como ir a Disney, aunque para mi papá haya sido como ir al Far West, pero sin caballo, sin comida y sin ropa. Una experiencia divertida, que sólo recomiendo a los que tengan un gran sentido del humor.


11 agosto 2008

El Ardor de la Sangre


El domingo me terminé de leer El Ardor de la Sangre -el otro libro que se recuperó de Irène Némirovsky además de La Suite Francesa- y aunque lo encontré un poco folletinesco y la frase "el ardor de la sangre" me hartó por lo reiterativa, debo reconocer que me entretuve bastante y que está muy bien escrito. La trama -ufff, es apasionada- mezcla historias de familia, de amantes y de engaños, y cómo un asesinato saca a la luz los pecados de una hija y también los de sus cercanos en una villa francesa durante el año 1931. Para muestra, un parrafón que se manda el protagonista, Silvestre, de puro despechado:

"Es muy propio de ti, muy propio de una mujer virtuosa decirle a su marido que lo ocurrido hace veinte años sólo fue un momento de locura. ¡Ya! ¿Un momento de locura? Pues yo digo que sólo viviste entonces y que después has hecho como que vivías, has imitado los gestos de la vida; pero el verdadero sabor, el que sólo se prueba una vez, ese sabor a fruta de los labios jóvenes, que tú conoces, lo conociste gracias a mí, sólo a mí". Casi teleserie, ¿no? Igual se van a entretener.

08 agosto 2008

Cinco Tenedores para el Ichiban

Por lo menos una vez al mes me junto con mis amigas del colegio a almorzar o comer en algún lugar de Santiago, por lo general en un restaurant de sushi. Hemos ido al Sushihouse y al Miso, al Sushihana y al Sakura (que descartamos por estar demasiado caro), pero anoche quisimos volver al Ichiban, y de verdad, es que no puedo dejar de recomendarles este lugar. La atención, buenísima, y los rolls y los pescados, deliciosos; los pisco sour y la champaña, perfectos, así también el cheesecake de frutilla. 

Pero lo que más nos impresionó fue lo atento y buenmozo del garzón que nos atendió. De verdad, creo que debe ser el mozo más guapo de Santiago, y también uno de los hombres más regios de la ciudad. Y no son muchos los lugares donde uno puede comer rico, conversar tranquila y además recrear la vista (con un hombre ajeno, claro está). Porque, aunque no era totalmente de mi gusto (ustedes saben que me gustan más trigueños), este morenazo de un metro noventa, era imposible de obviar, y más encima atento, con buena memoria y ocurrente. Si hasta sonreía cuando nos escuchaba conversar. Cinco tenedores para el restaurant. Y toda la cuchillería para él. 

06 agosto 2008

El denostado Somerset Maugham


Cada cierto tiempo alguien me pregunta por Maugham o llega a este sitio buscando información sobre el escritor. Para todos ellos, publico un artículo que escribí el 2007 y que apareció en la Revista de Libros de El Mercurio en junio de ese año.

William Somerset Maugham fue el escritor más exitoso de su época, el que ganó más dinero con sus libros, pero no por eso el más valorado. Al final de su carrera él mismo reconoció ser "el de la primera fila de la segunda categoría", detrás de Virginia Woolf, James Joyce, William Faulkner y Thomas Mann, los entonces favoritos de los críticos. Sin embargo, fue un escritor notable, un cínico que llenó miles de páginas con su estilo desafectado y reflexivo, un inglés de mundo que alternó entre los viajes y el buen vivir, y que de sus muchas experiencias sacó varias novelas, obras de teatro y cuentos exitosos. Ante su popularidad, los críticos se limitaron a observar. Edmund Wilson dijo de él: "De vez en cuando me he encontrado con alguna persona de buen gusto que me sugiere tomar con seriedad a Somerset Maugham; sin embargo, nunca he podido sacudirme la idea de que se trata de un escritor de segunda clase". Por otro lado, sí recibió los elogios de críticos como W.H. Auden, Desmond MacCarthy, Raymond Mortimer y Cyril Connolly, quien en 1944 escribió que su novela El filo de la navaja "era una pura delicia".
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Escrita en 1944, El filo de la navaja fue una de sus novelas más exitosas, junto a Pasteles y cerveza (1930), La luna y seis peniques (1919) y Servidumbre humana (1915), la más importante a juicio de Maugham y también la más autobiográfica de todas. Descrita en su tiempo como "una de las más grandes novelas del siglo XX", la obra tiene como protagonista al estudiante de medicina Philip Carey, un joven fatalmente enamorado y cojo, y que guarda tantas similitudes con el propio Maugham, que a lo largo de sus páginas se puede conocer buena parte de la vida del escritor.
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William Somerset Maugham nació el 25 de enero de 1874 en la embajada de Inglaterra en París y fue el cuarto hijo de un padre abogado y una madre tuberculosa que murieron antes de que el pequeño cumpliera los 11 años de edad. De ahí su vida cambió radicalmente cuando fue enviado a vivir con un tío párroco a Inglaterra mientras sus hermanos permanecieron internos en París, y debió crecer solo, desraizado e infeliz al igual que el protagonista del libro, internado en una fría escuela donde era menospreciado por su pobre manejo del inglés, su baja estatura y su naciente tartamudeo -que en Servidumbre humana aparece reemplazado por el mal del pie equino que tenía Philip Carey- y criado por un tío cruel y distante, que en la novela aparece retratado como el vicario de Blackstable.
Y al igual que el protagonista de Servidumbre humana, después de estudiar Filosofía, Literatura y Alemán en la Universidad de Heidelberg, Maugham decidió convertirse en doctor. Pero tras pasar cinco años en el hospital Saint Thomas de Londres, estudiando de día y escribiendo de noche, en 1897 se atrevió a publicar su primera novela, Liza de Lambeth, la historia de un adulterio y sus fatales consecuencias, situada en un barrio pobre de Londres que había conocido en su práctica como partero. Tuvo tan buena crítica que decidió dejar la medicina y dedicarse de lleno a la carrera de escritor.
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DE ESPÍA DE GUERRA A PRÍNCIPE DE CAP FERRAT
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Pero sus inicios no fueron tan fáciles como esperaba. Después de Liza de Lambeth, escribió en diez años una docena de obras de ficción, entre novelas y obras de teatro, que fueron un rotundo fracaso. Hasta que en 1907 la obra Lady Frederick lo llevó a la gloria. Al año siguiente el escritor logró tener cuatro obras suyas presentándose al mismo tiempo en los teatros de Londres, y una caricatura de la revista Punch mostraba a un nervioso Shakespeare mordiéndose las uñas mientras miraba la cartelera teatral atiborrada de obras de Maugham. A partir de entonces se sucedieron los éxitos para el escritor, que para 1914 ya era toda una celebridad.
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Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Maugham partió al frente de batalla como miembro de la Cruz Roja inglesa, y al igual que Hemingway, Dos Passos y Cummings, se desempeñó como chofer de ambulancia, en lo que más tarde se conoció como la "ambulancia literaria". Al año siguiente, volvió a Inglaterra por un tiempo a promocionar Servidumbre humana, y cuando regresó a la guerra lo hizo como oficial de inteligencia británico. De su experiencia como agente secreto, Maugham sacó una colección de cuentos y una novela, Ashenden, donde por primera vez un espía era retratado como un personaje caballeroso, sofisticado y distante, y que tuvo gran influencia en la obra de Graham Greene, Eric Ambler, Ian Fleming (y su personaje de James Bond) y John Le Carré. Durante esos años viajó mucho, especialmente a las colonias inglesas y a las islas del Pacífico, de donde proviene una de sus más conocidas novelas, La luna y seis peniques -el libro que escribió sobre Paul Gauguin-, y también sus brutales cuentos sobre Samoa, Borneo, Malasia, China, India y Tahiti, donde se advierte la fascinación que sintió Maugham por la vida salvaje de fuera de Europa.
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"Al Este de Suez" (1922), "The Causarina Tree" (1926) y su clásico cuento "Lluvia" (1921) son algunos de los relatos que escribió durante su época viajera, así como su novela El velo pintado (1925), cuya adaptación fue estrenada en cine, y donde Naomi Watts y Edward Norton encarnan a los protagonistas de la historia: el conflictivo matrimonio formado por Kitty y Walter Fane. En el 2004 otra película, Conociendo a Julia, había rescatado a Somerset Maugham del olvido al llevar al cine su novela Teatro (1937), donde Annette Bening interpretó el papel de la apasionada Julia Lambert. Con estas dos películas ya son cuarenta y ocho las adaptaciones de Maugham que han llegado al cine, fenómeno que el propio autor alcanzó a ver en vida. Y no sólo eso, el mismo apareció como anfitrión en algunas de sus películas hollywoodenses de los años 40 y 50.
El que Somerset Maugham sea uno de los escritores más llevados al cine y uno de los más leídos durante su época, se explica por su reconocida capacidad para contar historias, por sus personajes imperfectos pero reconocibles y por su fascinación por las personas que no tenían problemas en renunciar a su mundo con tal de encontrar algo mejor. En Servidumbre humana, Philip Carey abandona París y su vida bohemia en busca de la estabilidad económica y espiritual; en El velo pintado, Walter Fane obliga a su mujer infiel a acompañarlo a una lejana villa en China azotada por el cólera en pos de arreglar su matrimonio, y en El filo de la navaja el adorable Larry Darrell deja su novia, su fortuna y su acomodada vida en Chicago para buscar, en un recorrido por varios países y miles de lecturas, el anhelado sentido de la vida.
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En 1927 el propio Somerset Maugham debió abandonar su hogar en Inglaterra, a su esposa -la decoradora Syrie Wellcome- y a su pequeña hija Elizabeth Mary cuando se hizo pública su relación sentimental con el norteamericano Gerald Haxton. Desde ese momento el escritor asumió su homosexualidad y se exilió en Cap Ferrat, en la Riviera Francesa, en una gran casa que bautizó como Villa Mauresque y que según uno de sus conocidos era "un jardín del edén lleno de silbidos de serpientes": un palacio decorado con obras de Matisse, Gauguin, Léger, Renoir, Monet y Picasso, y que se convirtió en un importante salón literario y social de los años 20 y 30. Winston Churchill, Ian Fleming, Evelyn Waugh, Cecil Beaton, Rudyard Kipling y Rebecca West fueron asiduos visitantes de Villa Mauresque durante esos años, y Somerset Maugham, el anfitrión perfecto, que recibió a sus invitados con ostras y champagne, aunque sin por ello descuidar su trabajo como escritor.
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De esos años es Pasteles y cerveza, la novela favorita de Maugham, que causó gran escandalera literaria en la época por el cruel retrato que hizo de su entonces amigo, el escritor Hugh Walpole y por mostrar al recién fallecido Thomas Hardy como un novelista viejo, tonto y sometido a su joven esposa. Al final de sus días otro libro suyo volvió a traerle problemas y costarle varios amigos: su autobiografía, Looking Back (1962), donde atacó a su esposa Syrie, se burló de su matrimonio e incluso negó la paternidad de su hija Liza. Para 1940 William Somerset Maugham ya era considerado uno de los novelistas más famosos de habla inglesa, "un experto en el arte de escribir", según Truman Capote, y también uno de los escritores más acaudalados. Y aunque decía no saber nada de negocios, supo manejar como nadie sus acuerdos con los editores y fue uno de los primeros autores en enriquecerse con las adaptaciones fílmicas de sus novelas.
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En 1933, a los 50 años, había abandonado el teatro por sentirse demasiado viejo, aunque eso no le impidió seguir viajando y escribiendo por las siguientes tres décadas de su vida. De sus viajes, Maugham sacó memorias y diarios, y también historias que aparecieron en sus novelas y cuentos, donde la ficción y la realidad estaban tan entrelazadas que ni él mismo podía distinguir una de la otra. Su paso por la medicina también lo nutrió de temas literarios ("Vi cómo morían los hombres. Vi el fastidio de sufrir, la cara de la esperanza, del miedo, del alivio") y de un estilo desafectado y frío que mantuvo hasta el fin de sus días.

MISÓGINO Y AGUDO
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Maugham escribió con ironía y agudeza, se mostró indeciso ante las apariencias fáciles y no dudó en criticar al género femenino y la institución del matrimonio. Las protagonistas de sus relatos son antiheroínas de carácter fuerte, descaradas y osadas, con claras ambiciones personales y sexuales. Mujeres atractivas, cautivantes, muchas de ellas infieles o vengativas: mujeres malvadas, que consideran "cien veces mejor ser Becky Sharp y un monstruo de la perversidad que ser Amelia y un monstruo de la estupidez", en alusión a las protagonistas de La feria de las vanidades de Thackeray.
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En sus novelas y obras de teatro, Maugham también se encargó de mostrar, con cinismo, el doble estándar de la clase media y alta en Inglaterra y de cómo toda mentira y engaño se escondía bajo una aparente bendición conyugal. En 1944 publicó una de sus grandes novelas, El filo de la navaja, y en 1947 instituyó el concurso literario que lleva su nombre y que cada año premia al mejor escritor inglés menor de 35 años, y que hasta la fecha han ganado Martin Amis, Doris Lessing, V. S. Naipaul, Seamus Heaney, Ian McEwan, Julian Barnes y Alan Hollingshurst, entre otros.
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Las grandes ventas de sus libros y su buen ojo comercial le permitieron vivir confortablemente hasta el día de su muerte, ocurrida el 16 de diciembre de 1965, a los 91 años de edad. Al final de su vida, William Somerset Maugham se sintió orgulloso de todo lo que había logrado y de haberse convertido en un gran escritor a pesar de su tartamudez, su carácter tímido y la crítica, tantas veces, adversa.Winston Churchill, Ian Fleming, Evelyn Waugh y Rudyard Kipling fueron asiduos visitantes de Villa Mauresque, y Somerset Maugham, el anfitrión perfecto.
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04 agosto 2008

Aparece Peludito (pero no el verdadero)

Mis lectores se acordarán del triste momento que vivió Becky Sharp cuando en marzo desapareció su querido perrito West Highland White Terrier (ver "A Becky le roban su perro"). Bueno, desde marzo hasta la fecha no se ha sabido nada de él y sus hijos no han dejado de rezarle a San Francisco y varios santos más con la esperanza de recuperarlo. Por eso, cuando hace unos días la llamó un señor de La Dehesa asegurando que tenía a su perro, mantuvo la duda, pero en el fondo creyó que el milagro había llegado: que, por fin, había aparecido su Peludito. 

Y partió a buscarlo junto a sus hijos, y con dolor se cercioró que, aunque era casi idéntico a su Pelu, no era él. Ni siquiera los miraba. Pero los niños (en especial las Beckitas) de inmediato tomaron al perro en sus brazos y se lo llevaron al auto (cual ladronas de poca monta) y aunque Becky le aseguró al señor que éste no era su perro, él no tuvo problemas en pasárselo a la familia Sharp. Ya en el auto, lejos de la Dehesa, Becky les dijo a sus hijos que ése no era su perro, porque los niños no entendían por qué el perro no respondía al nombre de Pelu ni se acordaba de ellos. Para estar seguros, lo llevaron al veterinario en busca del famoso chip de identificación (Pelu tenía uno en su cuello), pero por más que lo revisaron este perro no tenía nada. Entonces, llegó el momento de decidir, ¿se quedaban con este seudo Pelu o le buscaban un dueño? 

Y por supuesto, los niños optaron por la adopción, y se quedaron con el lindo perrito, al que bautizaron como Simón, y que es un perro precioso y tierno, aunque todavía no mira cuando lo llaman (y ya han intentado con miles de nombres) y que seguramente tiene un dueño que lo busca tanto como ellos buscaron a Peludito. Pero ya es tarde para sacar a este perro de este hogar. Porque los niños desde el primer minuto sintieron que Simón era su perro, y aunque todavía esperan la vuelta de Pelu, sienten que el milagro llegó, y que los santos se acordaron de ellos (aunque el perro no sea el mismo, sólo "casi casi igual").

Indulgencia Literaria

En mi colegio no se cansaban de repetirnos que si se comulgaba el primer viernes de cada mes, durante nueve meses seguidos, uno se ganaba la "indulgencia plenaria", que era como el mayor pituto para entrar al cielo una vez muertos. Y como yo no quería quedar fuera del cielo, durante mis años escolares comulgué cada primer viernes de mes en la capillita de mi colegio, y por supuesto, me gané la indulgencia plenaria (por lo menos de mis pecados adolescentes).

Ahora que ya conseguí la indulgencia plenaria (todavía puedo conseguir más, lo sé), voy por la indulgencia literaria, y espero el perdón de los lectores si no les gusta lo que escribo. Para eso creé junto a dos queridos amigos un mini-taller de narrativa, que funcionará los primeros viernes de cada mes en un lugar tranquilo de Santiago donde se hablará de literatura, escritura y del estilo narrativo de cada participante. La primera sesión ya se realizó el viernes 1 en el Café Magdalena y la siguiente será el viernes 5 de septiembre en un lugar a definir, y aunque con esto estamos lejos de ganarnos el cielo, sí podemos llegar a otro premio, sea material, espiritual o simplemente recreacional. 

Por el momento sólo quiero agradecer a los participantes del primer viernes sus importantes comentarios y felicitarlos por sus excelentes narraciones. Los espero en un mes más en un lugar a acordar, así que a escribir, revisar y corregir, que tienen que traer algo nuevo para leer ese día. Suerte.