Por segunda vez en la vida, Becky perdió su teléfono celular en el agua. La primera vez ocurrió hace unos cuatro años en la playa de Las Cujas, cuando un pequeño tsunami le arrebató de su lado su querido teléfono Nokia, unas hawainas y las palas y baldes de sus hijos mientras ella conversaba con unas amigas arriba de una roca.
La segunda vez ocurrió hace unos días en una piscina de mar entre los roqueríos, cuando sin saber por qué su mano derecha soltó el aparato al agua, perdiendo para siempre su precioso Sony blanco, además de las divertidas fotos y la extensa agenda telefónica que el celular guardaba en su memoria.
Con esto Becky perdía parte importante de su esencia y su querida vida social. En el agua quedaban todos los teléfonos de sus amigos, los celulares de sus conocidos y de su familia, sus queridos mensajes de texto, las fotos sacadas de improviso, en fin, cualquier contacto con la civilización, y ahora, en pleno febrero se dio cuenta de que no tenía cómo llamar a alguien. Sin agenda ni memoria, Becky pensó en mandar un email pidiendo los teléfonos de sus conocidos, pero después de tres días sin teléfono descubrió la delicia de estar incomunicada y se resignó a mantenerse aislada hasta su regreso a Santiago en marzo.
En todo caso, quiere avisar a quienes la han llamado que no tendrá teléfono hasta un buen tiempo más. Así que guarden las invitaciones para marzo, que por el momento Becky está pasando sus vacaciones “fuera de servicio”, entre la playa y la piscina, pero que se encuentra en perfecto estado y salud, muy bronceada, descansada y leída.
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