23 diciembre 2008

Otra carta más...

Varna, 23 de diciembre.

Querida Becky:

 El viaje hasta el momento ha sido infructuoso, creo que el maligno ser que persigo adivina cada uno de mis pasos, como si leyera la mente de alguien que lo advierte de mis deseos de poner fin a su vida  y con ello a las misteriosas afecciones que  a usted la aquejan.  El barco en que viaja, Czarina Catherine, no atracó en Varna, donde lo esperaba sino en  Galatz un puerto cercano y de difícil acceso.

Espero que al recibo de esta nota, se encuentre bien, y que a pesar de los múltiples esfuerzos que debe hacer usted, una madre ejemplar,  para que las beckytas y el joven Jorge gocen de las fiestas de navidades  sin saber de la fatiga física y mental que la afligen, pueda tener un minuto de paz.  

Pienso en usted a cada momento,  confundo el sueño con la vigilia, sólo su imagen me ata al mundo real. Mi mente no esta del todo sana, en muchos pasajes, durante la noche, este ser maligno puebla de imágenes lascivas mi cabeza, llenándola de hermosas mujeres  de todos las razas, que se ofrecen siniestramente ante mi casto cuerpo.   Más esto, no hace otra cosa que reforzar mis ganas, de estar con usted nuevamente y poder besar su mano perfumada de  fresca lavanda.  

Los inescrupulosos y lascivos gitanos, esbirros de la peor clase,  siguen su tarea de atormentarme e impedir mi misión. He sabido, de buena fuente, que dos importantes nobles extranjeros; el Duque de Portugal y Lord Dedalus, influyentes seguidores de lo oculto obedecen las ordenes del innombrable, quien les ha prometido la inmortalidad literaria homo erótica a uno y la virginal hija del Zar de Rusia al otro, si logran detenerme.  Querida Becky, no deje  que estos hombres, por poderosos y seductores que sean se acerquen a usted en mi ausencia. 

No tengo mas fuerzas para escribir, la vela se extingue y mi mano se rinde a la fatiga y al dolor del cuerpo.  Mi corazón, fortaleza inexpugnable de la cual usted es dueña sigue escribiendo que la ama mientras se cierran mis ojos que sueñan con un pronto reencuentro.

Siempre suyo,

Jonathan

18 diciembre 2008

Una carta en el correo de Becky...

Halifax, 18 de diciembre de 2008. 

 

 

Le escribo esta humilde nota, aprovechando la escasa luz diurna del invierno europeo.  Me dirijo hacía Transilvania, en una carrera contra la oscuridad que me tiene deparado el destino, de la cual espero salir victorioso.  Que ganas de llamarla Mina, Becky, y ver su fotografía en albúmina en mi reloj de bolsillo, suspirando por la posibilidad de un próximo encuentro,  si este existe.  Antes de partir, en Londres, tuve la posibilidad de leer su despedida de fin de año, con su familia,  desde el mar.   No hubiera querido comprometerla con una carta abierta, pero la posibilidad de mi muerte  - y la noche eterna – no me ha dejado alternativa. 

En caso de que no llegué a verla nuevamente, quiero agradecerle el maravilloso año que pasó.  Jamás pensé encontrar un alma que soportara los acantilados agrestes de mi carácter, menos que me amara, siendo yo un simple abogado que comienza su carrera, sin tierras ni títulos. Descubrí, en nuestros encuentros secretos, las virtudes de la mujer que sólo es mía a ratos.  No se de donde proviene su fortaleza, me imagino que deben ser sus ancestros celtas, pero la observe levantarse una y otra vez, con los talones desechos y blanca producto de su misteriosa enfermedad, para llevar a su familia hacia delante. Ahora que las beckitas regresan de  Oxfordshire y el pequeño Jorge vuelve de  Norwich deben de llenarla de orgullo las sendas notas de elogios de los directores de sus respectivos internados.  A modo de anécdota; el otro día, luego de la clase de esgrima en el club, escuché a un grupo de importantes hombres de negocios comentar como,  cada día,   sus hijas se parecen más a usted, y que el futuro les deparará una vida con  infinitos e interesantes  pretendientes.  Me reí secretamente, sabiendo que si  se parecen a su madre, serán ellas  las forjadoras de su destino, al margen de lo establecido, camino al paraíso que esta destinado a las mujeres independientes y soñadoras.

 

El tiempo es escaso, querida Becky, por lo que haya destinado parte de su amor a mi persona, me llena de orgullo y me compromete a un esfuerzo mayor para  volver de este tortuoso viaje, que espero termine para siempre su extraña palidez y decaimiento.

 

 

Por siempre suyo,

 

Jonathan 

 

 

P.D.  Pienso que mi vida corre peligro en el viaje mismo, el otro día un  grupo de supersticiosos gitanos,   con extrañas inclinaciones literarias intentaron envenenarme,  con un extraño químico que vertieron en mi copa de licor de guinda, que casi me hizo perder el conocimiento y la razón, quizás con oscuros propósitos,  poniendo en riesgo la misión que hoy me tiene alejado de usted. 

16 diciembre 2008


Les escribo desde la playa para avisarles que por unos días estaré lejos del blog. Vuelvo con mis niños en enero. Un beso a todos, y feliz navidad. Nos vemos el 2009.

14 diciembre 2008

Holidays...Celebrate...

Después de pasarme todo el día en un paseo del curso de mi hija, crucé todo Santiago para llegar al recital de Madonna. Y como ya se ha dicho todo, sólo quiero agregar que para mí estuvo perfecto. Desde los 10 años quería verla. Desde la época de Material Girl, cuando yo me ponía la polera de encaje blanco, el pañuelo en el pelo y me dibujaba el lunar cerca del labio y junto a mi amiga Vero cantábamos Material Girl frente al espejo del baño de mi casa. No morí de anemia ni me fracturé los talones de tanto saltar, aunque debo reconocer que la caminata por las calles de Ñuñoa en busca de un taxi me dejaron los pies muy maltrechos. Pero valió la pena el sacrificio.

Después de encontrar un taxi, una comidita rápida en un local de Manuel Montt y a dormir unas horas que el jueves venía pesado. Ese día celebraba el cumpleaños de mi hija y como no había comprado nada, muy temprano debí partir a encargarme de todo. Y aunque corrí como loca, el resultado estuvo perfecto, porque el cumpleaños no pudo estar mejor y mi hijita lo pasó increíble. Parece que es cierto que cuando uno menos planifica, las cosas salen mejor. 

Y el viernes, luego de ordenar todo el desastre que había quedado en mi casa después del cumpleaños, partí a comprar los regalos de Pascua de mis seres queridos y en la noche me divertí de lo lindo con unos amigos mexicanos que conocí gracias a un famoso escritor. Lo más divertido es que estos mexicanos me llevaron a comer enchiladas y totopos al  Garibaldi, y me enseñaron unas palabras padrísimas que me hicieron recordar el libro 2666 y adorar de por vida la michelada con ají. Amigos: si están leyendo esto debo decirles que los adoro y espero visitarlos pronto en su país.

El sábado invité a mis niños a una piscina de club, donde se bañaron hasta quedar arrugados como pasas y yo aproveché de leer Desfile de Pascua y tomar algo de sol. En la noche salí con un amigo al que no veía hace años, y con quien me reí hasta caerme en el Toro de Loreto y luego camino a su lindo hogar.

Y hoy domingo, pasee por el Bicentenario, comí empanadas en La Punta, me bañé toda la tarde en la piscina, hice carreras de natación con mis niños y me terminé Desfile de Pascua. Y en la noche cerramos esta intensa semana comiendo en familia en el Sushihana de la Portada, después de pasear por el centro de Santiago, de tomarnos un buen helado en el Fragola y de conversar con una pandilla de Harley Davidson que orgullosos nos mostraron sus motos. Amo el verano y amo las vacaciones. Y no tener que levantar niños para ir al colegio hasta 3 meses más. Como diría Madonna: 

If we took a holiday
Took some time to celebrate
Just one day out of life
It would be, it would be so nice

Ahora sólo me falta comprar un par de regalitos más, terminar el trabajo que estoy haciendo y a descansar. Y celebrar. ¡Bienvenidas vacaciones de verano!

10 diciembre 2008

Madonna

Voy saliendo al paseo del curso de mi niña en la punta del cerro, pero vuelvo, me cambio de ropa, me echo cremita en los pies adoloridos y parto al recital. Nos vemos, Madonna.
PD: Amor, ¿nos juntamos a las 5 en tu local de empanadas?

08 diciembre 2008

Los mil y un ajetreos de Becky (parte II)

El fin de año ha estado muy ajetreado. Comidas de curso, paseos familiares, encuentros con amigos y miles de compromisos varios me están dejando extenuada. Literalmente extenuada. Sigo con mi dolor de talones post Disney (parece que me exigí demasiado), pero además me he sentido más debilucha que de costumbre por lo que me indicaron un alto de exámenes de sangre. Y el resultado fue anemia. O sea, quienes pensaban que mi look pálido y enfermizo era mera pose intelectual estaban equivocados. Tengo anemia, mucha anemia, y por eso ando cansada, pálida, débil y como dice mi amado "lindamente enferma". Pero a pesar de mi debilidad me he dado ánimo y no he dejado de cumplir con mis innumerables compromisos.

Realicé el mini taller de noviembre (aunque no en mi casa, lo que no sé si me quita autoridad) y fue muy provechoso, porque todos los participantes llegaron con muy buenas obras inéditas. Después partimos donde nuestra amiga Celestina a celebrar con pisco sours catedrales y comida picantita y nos reímos de lo lindo en esta especie de cofradía literaria que espero no se disuelva nunca.

Y también participé de una linda obra social con un grupo de papás y niños del colegio de mi hijo, donde durante una mañana completa nos dedicamos a mejorar las dependencias de un hogar de menores en riesgo social, cada uno aportando con lo que pudiera, y donde planté pasto y ordené el sector de la piscina para que quedara precioso, mientras otros arreglaban las cercas de los animales, preparaban hot dogs, compartían con los niños, barrían y limpiaban este lindo lugar, al que por años ayudábamos con mercadería, pero que no conocíamos en persona.

Además fui a todos los paseos de curso y acarreé niñitas propias y ajenas como loca, preparé ensaladas y conversé con todo el mundo, amigas y no tanto, para ser una madre sociable. Llevé a eventos deportivos y cumpleaños, fui a premiaciones y convivencias, invité a mi casa a todos los amigos que mis hijos quisieron convidar y me preocupé de prepararles un rico almuerzo y té para cada ocasión.

Y también invité a mis amigos a la casa. Como este viernes que convidé a mis cinco queridos amigos a un asado prenavideño, con pebre y muchas ensaladas, choripán y lomo, y donde pasamos una noche muy entretenida al calor de las brasas (es una metáfora, porque la parrilla es eléctrica) y bajo las estrellas, y donde casualmente nos tocó celebrar el nuevo triunfo literario de uno de ellos, del pequeño Random, que de seguro va a dar que hablar.

Y el sábado, agotada después de haber trasnochado el jueves y el viernes, pasaron a la casa unos queridos amigos de toda la vida que venían llegando de Buenos Aires con mis esperados encargos de libros. Y entre sushi, vinito y vodka, conversaciones divinas y terrenales, no nos dimos cuenta que ya eran más de las tres de la mañana cuando se fueron rumbo a La Dehesa. Y aunque mis talones apenas podían avanzar hasta el segundo piso, me encantó haberlos recibido en mi casa esa noche. Así como me gustó recibir durante todo este año a mis amigos, a mis colegas y a todos los amigos de mis hijos. 

Ahora espero poder leer pronto los libros que trajo mi amiga V. y que sólo pude encontrar en una librería de viejos en Buenos Aires. Y poder terminar el tema que me tiene tan entusiasmada por estos días, y empezar a comprar los regalos de Pascua para mi familia. Por lo menos ya armamos el arbolito y decoramos la casa hasta dejarla convertida en un bazar. 

Sólo espero que mis talones resistan durante diciembre y que mi anemia no me deje tirada en medio de la calle. Y que mi amado no se canse de hacerme masajes todas las noches ni se aburra de verme tan pálida y debilucha. Nos vemos en unos días más. Ánimo, y espero no haberlos agotado.





01 diciembre 2008

Sobre la Teletón

Poderoso caballero es don dinero, nos hacían recitar de chicas en mi colegio. Porque el dinero da poder, fama, gloria, sensación de plenitud. También genera ambición, envidia, odiosidades. Farkas hace una donación millonaria para la Teletón, pero a algunos no les cae en gracia. Claro, nadie sabe a ciencia cierta cómo se hizo rico y sus rizos teñidos de rubio y su peinado pichanguero al parecer no caen bien en nuestra sociedad. ¿Viste cómo habla? ¿Viste su auto? Qué rotería. La clase media y alta chilena no tolera lo que ellos llaman “el mal gusto” y los nuevos ricos le parecen "sospechosos". A mí tampoco me cae en gracia, porque reconozco que soy medio quisquillosa. 

No me gusta su pinta, ni sus excesos, ni su obsesión por mostrar. No me gustan en él ni en nadie. Mis amigos saben que arrugo la nariz ante la chabacanería, el recargo, la siutiquería. Me desplomo si escucho la palabra cena o calza o me invitan a “servirme un completo” o “a tomar once” en vez de té. No lo digo con orgullo, pero no puedo evitarlo. Pero, si me preguntan por Farkas, no puedo desconocer al gran aporte que hizo a la Teletón (también el señor Nazar) al donar 1.000 millones de pesos de su bolsillo.  No sólo por ayudar a llegar a la meta, sino por dejar en evidencia la pobreza y tacañería de las empresas patrocinantes.

¿Cuál fue la donación de Ripley? ¿250.000.000? ¿Qué dio Falabella, Minera Los Pelambres, Líder, Homecenter? ¿150 a 200 millones? Eso es una vergüenza. Si uno sabe cuánto gastan cada mes en publicidad, en avisos, en catálogos, en comerciales con Valeria Mazza o Cecilia Bolocco. Uno sabe cuánto venden, cuáles son sus ganancias. Y 250 millones para ellos, ciertamente no es nada. Entonces pareciera ser que, para ellos, la Teletón  es sólo publicidad: la gente los ve, corre a comprarles, ellos donan frente a todos, y todos felices con la donación. Me gustaría ver un real aporte de las empresas, porque percibo que el 80% de lo recaudado viene de la gente común y corriente, de ricos y pobres, de los colegios, de los barrios y todas las personas que cada año se sensibilizan con esta causa y parten a donar lo que pueden. Me gustó ver al rubio de Farkas y al señor Nazar, pero más me gustaría ver un real aporte de las empresas patrocinantes y de los grandes empresarios de Chile.

24 noviembre 2008

Los excesos de Becky Sharp

Estos últimos días he andado como una pirinola: escribiendo y leyendo mucho, saliendo con amigos, comiendo, bailando, amando y por supuesto, bebiendo. Como que el fin de año y su ajetreo me han llevado a los excesos (cosa rara en mí, que soy tan medida), y los excesos me han llevado a relajarme y gozar en extremo. Ya habrá tiempo para ordenarme de nuevo. Y así, con nada de culpa, debo confesar que el miércoles me emborraché con champagne nacional en el Ciudadano (buen lugar, buenos precios, rica comida) junto a una pareja de novios apasionados y enamorados y a mi amante favorito (el rico empresario), que me condujo ebria a mi casa y por supuesto se quedó a dormir en mi cama. 

El jueves, después de correr todo el día, en los ajetreos propios de la madre moderna y abnegada, terminé la noche en una estupenda fiesta a la que me habían invitado hace un tiempo y donde se lanzaba el vodka Grey Goose Pear. No voy a entrar en detalle, sólo contar que bailé sin parar y que la música y los tragos de Dimitri estaban divinos. Lástima que no comí tanto y me embriagué un poco, lo que me obligó a pasar al Liguria a las 2 de la mañana donde, a pesar de que no quisieron venderme alcohol, pude comerme un reponedor pollo al pil pil que me ayudó a salir dignamente del recinto de la mano de mi nuevo amor poeta.

El viernes, más ordenada, fui a una comida casual y entretenida en la casa de unos amigos. Me acompañaba mi amigo Diego, con quien después pasé una noche muy romántica y sensual. Y el sábado, salí con otro amigo, uno pobretón pero apasionado, al que tuve que invitar al cine a ver La Otra Bolena, y aunque no nos gustó la película, no dejamos de pasarla bien toda la noche.

Y el domingo, salí con el martillero-galerista y padre de mis hijos, a ver la exposición de Diego Rivera y Frida Kahlo en el Centro Cultural Moneda. Una exposición muy mexicana para mi gusto europeo, donde claramente Frida es quien la lleva y Diego el que se subió al carro de la victoria. Pero, de todas maneras, es interesante de ver. Y para paliar el hambre dominical, almorzamos en Los Insaciables y tomamos helados bañados con chocolate en el Sebastián, para terminar saciados y felices tirados sobre la cama matrimonial, él durmiendo y yo leyendo cuentos norteamericanos. Puro exceso y felicidad.

17 noviembre 2008

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Todas las explicaciones del post anterior son para justificarme por no haber realizado el mini taller de noviembre. Pero, a pesar de mis mil y un quehaceres, me debo a mis compañeros y he decidido fijar nuestra próxima cita para el martes 25 de noviembre en lugar y hora a definir. Los espero a todos con nuevos trabajos. ¡A escribir!

Los mil y un ajetreos de Becky


“Ay, cuando la pasión es mansa y arrebatada a la vez”

John Keats

 

No han sido días tranquilos para la familia de Becky Sharp. Papá Sharp ha estado con mucho trabajo y Becky ha debido multiplicarse para atender a sus hijos mientras la niñera está en el sur. Justo en medio de las pruebas globales –esas terribles pruebas que ponen en los colegios y que obligan a alumnos y madres aplicadas a pasarse varias horas estudiando- se han sucedido muchos eventos, como el nacimiento del primogénito del hermano de Becky y la participación de la familia Sharp en La Bienal de Antigüedades de Las Condes, lo que ha mantenido a Becky y a su familia en un agotador ritmo de vida que seguramente no parará hasta navidad.

Además Becky ha estado muy afanada con un nuevo tema de investigación (para el que debió encargar un par de libros a Buenos Aires) y que cree será un gran reportaje literario, y ha tenido que ir a dejar a sus hijos a más de 20 cumpleaños en el mes (y además comprar los regalos), sin contar las idas a buscar al colegio y los estudios de media tarde, donde por un lado ha debido ingeniárselas para hacer entender a su hijo mayor la multiplicación de fracciones y casi al mismo tiempo tomar un dictado en alemán a su hija segunda sin tener idea de lo que estaba preguntando.

Y en medio de esta intensa semana (donde el matrimonio Sharp vivió entre la luna de miel y el divorcio) nace el primogénito del hermano de Becky -del único hermano hombre, del regalón de mamá y papá- lo que fue como ver nacer a la reencarnación del príncipe heredero, y todos ahí, embobados, fueron testigos del gran suceso (incluidos los niños Sharp que lo tocaron y lo besaron hasta el hartazgo) y de Becky y Mr. Sharp que con los ojos llorosos se emocionaron al ver a este nuevo y precioso miembro de la familia Sharp.

Y al día siguiente, otro evento más: la bienal de antigüedades de Las Condes, donde el marido de Becky participó con un flamante (y controvertido) stand, muy conceptual y limpio, que gustó a laicos y entendidos , menos al hijo mayor de Becky que con lágrimas en los ojos debió confesar que “su papá la había embarrado”, y que no entendía por qué su padre había puesto un solo objeto si tenía tantas cosas lindas para exhibir. Becky, mientras se paseaba por los stands, también pensaba en que a esa hora en la Feria del Libro se estaba presentando el libro de cuentos de Marcelo Lillo -ése que tanto le había gustado-, pero que por su carácter de primera dama no podía ausentarse de la Bienal por muy aburrida que esta estuviera ni menos dejar a su familia sin su apoyo incondicional.

El sábado en la tarde, después de ir a dejar a sus hijos mayores a las casas de sus amigos, Becky se escapó con su hija menor a la Feria del Libro de Santiago que, como todos los años, la decepcionó. Libros de autoayuda y miles de libros infantiles, nada interesante para ella, fue lo que vio. Y aunque no pensaba gastar mucha plata igual terminó comprando una decena de libros para sus hijos lectores –incluso uno que venía con una cuerda de saltar- y que su hija menor empezó a leer en la misma cafetería de la feria mientras Becky observaba a Carolina Brethauer vestida de alta noche a las 7 de la tarde y que luego supo iba a presentar el libro “Sin tetas no hay Paraíso”. Plop.

Y desde la alta cafetería, Becky pudo ver a los escritores que venden en el Chile de hoy: a Guarello, que firmaba un libro sobre fútbol en Ediciones B, a Carla que muy bien sentadita en Planeta esperaba que alguien le hablara o le pasara un libro para firmar, a Rivera Letelier que sí firmaba varios libros, a Mackenna que desde Pehuén mostraba su libro de poesías, mientras Becky se preguntaba: ¿dónde están los escritores de verdad? Pero nadie le respondió. Y con 20 mil pesos menos en el bolsillo (que al parecer le penaron todo el fin de semana), salió de esta seudo feria literaria a buscar a su marido y a sus hijos y llevarlos a comer mariscos al barrio Brasil.

Pero tanto ajetreo le pasó la cuenta a la bella Becky, y al día siguiente ya no se podía los pies. Como todos estaban ávidos de panoramas y ella muy cansada para cocinar y pasear, decidió inventar un panorama que le permitiera descansar y comer, sin tener que gastar: un picnic en plena ciudad. Y partieron con manteles, copas y platos, su buena botella de Merlot, empanadas de pino calientes y helados Fragola en el cooler, a hacer un muy cool picnic en el Parque de las Esculturas. Y mientras los niños corrían por el lugar, se dio el tiempo de dormir una buena siesta bajo los árboles, a pata pelada, y con la boca pegote de tanto comer pie de limón y helado de frutos del bosque. Y ahí, rodeada de esculturas y niños, acompañada de su querido esposo, logró dejar atrás los ajetreos de la semana y olvidarse por un rato del trabajo, las tareas y los miles de quehaceres. Con el ánimo en las nubes, llegó a su casa en la tarde, descansada y feliz, y con fuerza para otra nueva semana de pruebas globales, dentistas, turnos e idas a dejar a cumpleaños.

 

 

10 noviembre 2008

Carta de Diego Lira

Me acaba de llegar esta carta de mi amigo Diego Lira. La publico mientras pienso cuál libro recomendarle. ¿Alguien tiene una sugerencia para este atribulado hombre? Espero sus respuestas.
Acá va la carta:








Querida Becky:

De alguna manera, trato de explicarme ciertos comportamientos tan extraños
que uno comete, incluso, con las personas que más quiere. Como uno puede
“asustar” y “espantar” a quienes creen conocerte mejor, para terminar solo,
preso de una tristeza real, pero evitable.  La novela de   Robert Louis
Stevenson “ Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde”  (1886)  relata la
historia de un abogado londinense, Utterson, que narra la relación del
violento Hyde con el respetable Dr. Jekyll, conexión que pretende,
exitosamente, abarcar la dualidad de la naturaleza humana, buena y mala,
pero que fracasa en dividir la moralidad de ambos personajes ante los mismos
hechos. Finalmente no existe un moralidad distinta entre estos personajes y
la obra nos da cuenta de un único estadio con matices, a veces muy grandes,
de una individualidad errante y forzada, no de la existencia de dos
distintas. 

En muchas novelas, en especial la contemporánea, me llama la atención de
cómo los personajes pueden ser tan erráticos. Como hombres y mujeres, sin
importar la edad de estos, se dirigen a acantilados inexistentes creados por
ellos con el fin de terminar con lo convencional, para los autores,  en sus
vidas; el amor, la familia, el trabajo.   Esclavos de su carácter, unos más
que otros,  se empecinan en destruir todo aquello que les es preciado.  Este
arrojo, mezclado con un lenguaje directo,  en lo personal, me ha seducido
los últimos años de mi vida.    Sin importar la calidad de la novela, esta
sed de terminar una carrera que se sabe corrida me ha provocado hilarantes
momentos y una filiación extraña a  estos nuevos autores.

Si busco con sinceridad,  mi verdadero yo, por lo menos el que me gustaría
ser, se ve  más cerca de la poesía, de las “nouvelles” silenciosas y
etéreas, del amor, de la familia.


Espero que su conocimiento profundo de la literatura me ayude, y pueda
recomendarme un libro donde encontrar cobijo, un momento de calma para
volver a encantarme con   lo simple, sin la estridencia que desesperadamente
invade mi corazón de cuando en vez.

Agradecido de su tiempo y comprensión,


Diego Lira 

04 noviembre 2008

De menos a más

No sé si es por mi tozudez o mi tacañería, pero soy incapaz de dejar un libro a medias o de abandonarlo después de leer las primeras páginas. Claro, por lo general trato de llevar a mis manos libros de buena calidad literaria o de algún autor que merece mi respeto, y cuando de frentón me ha tocado leer un libro malo, igual llego hasta el final para ver si la cosa se compone o por último para despotricar contra el autor y el libro con conocimiento de causa.

Hace un mes -más o menos- comencé a leer con entusiasmo la Piedra Lunar de Wilkie Collins por varias razones que no vale la pena mencionar y debo confesar que me costó avanzar en su lectura, no porque el libro no fuera interesante (de hecho es un libro espléndido) sino porque los tiempos del libro son tan distintos de los agitados tiempos actuales que a ratos sentía que el libro estaba en cámara lenta y yo me sentía cada minuto más apremiada por saber quién había robado la famosa piedra lunar. Pero después de leer las primeras 300 páginas, el libro empieza a agarrar vuelo y las últimas 250 son un deleite de descripciones donde el efecto del opio (del protagonista y al parecer también del autor del libro) se deja sentir a lo largo de todo el relato, que combina personajes ingleses con hindúes de dudosa reputación, todo mezclado con una historia de amor, otra de arribismo y una última de misticismo, que hacen impredecible el desenlace último de la novela. Realmente una joya, y el estilo, único, porque mezcla cartas con relatos de los distintos protagonistas, donde cada uno agrega nuevas piezas a este puzzle detectivesco. Genial.

Y así como pasé con la Piedra Lunar de menos a más, mi nueva lectura El Desierto de los Tártaros también ha ido cautivándome de a poco. Escrita por Dino Buzzati en 1940, la historia es de una melancolía suprema, donde cada capítulo le va agregando nuevas tristezas y desesperanzas al protagonista, el teniente Drogo, en medio de espacios atemporales, inciertos y llenos de silencios. Digna de leerse. Y más corta que la Piedra Lunar. A ver si la encuentran en medio de todos los best-sellers y libros de autoayuda que al parecer están inundando la Feria del Libro de Santiago por estos días. 

02 noviembre 2008

Henry David Thoreau y el Cambio Climático


En 1845 el escritor y naturalista norteamericano Henry David Thoreau abandonó su vida en la ciudad para vivir por dos años en una cabaña en el bosque de Walden, en Concord, Massachusetts. De su experiencia en el lugar escribió Walden, la vida en los bosques, un libro que ha inspirado por décadas a naturalistas y ecologistas, y que hoy ‑150 años después de su publicación- es estudiado en Harvard y en la Universidad de Boston como prueba para demostrar el problema del cambio climático. 

Según señala el artículo que apareció en el New York Times esta semana (“Thoreau es descubierto como climatólogo”), las notas que usó el escritor para su libro ‑donde describía dónde y en qué época florecían las plantas en Concord, entre otras cosas- están siendo usadas por investigadores de estas universidades para entender los patrones de crecimiento de las plantas de la zona. Y las conclusiones han sido claras: las especies comunes han florecido este año siete días antes que en los tiempos de Thoreau, y, lo que es más grave aún, un 27% de las especies documentadas por el naturalista ‑entre las que están lirios, iris, orquídeas y mentas- han desaparecido de Concord y un 36% de ellas están presentes en tan pequeño número que se teme su pronta extinción.

 Según Richard B. Primack, biólogo de la Universidad de Boston, de las 21 especies de orquídeas que Thoreau observó en Concord, “sólo se pudo encontrar siete”. Además las minuciosas notas de Thoreau han sido usadas para comprobar cómo ha variado el patrón de migración de los pájaros de la zona de Massachusetts a raíz del cambio climático y cómo este cambio ha repercutido en la población de insectos del lugar. Los científicos involucrados en esta investigación sólo tienen palabras de agradecimiento al trabajo realizado por Henry David Thoreau en sus notas escritas hace 150 años atrás, y destacan lo importante que es preservar y revisar los registros de nuestros antiguos naturalistas y de lo valioso que es el simple hecho de mirar el paisaje y escribir lo que se ve ahí. Como para tener en cuenta la sugerencia.

29 octubre 2008

Se acabó la entrevista

Amigos, siento tener abandonado este blog, pero he estado metida en mil y un quehaceres. Por mientras les dejo una hilarante entrevista que le hicieron al senador Fernando Flores hace un tiempo, y que me acaba de mandar mi amigo Diego Lira por e-mail. Nada personal, senador Flores, por favor no se vaya a enojar conmigo también.

15 octubre 2008

Sobre Siri Hustvedt

Con mucho agrado leí ayer en la Revista Ya la entrevista que le hizo María José Viera-Gallo a Siri Hustvedt en la casa que comparte con su marido, el escritor Paul Auster, en Nueva York. La Hustvedt es una escritora que me gusta mucho -su novela Todo cuanto amé, me pareció fascinante-, pero además es una mujer inteligente, poco pretenciosa, profunda, pero no grave, y que cuando le preguntan por su famoso marido no tiene problemas en hablar de él (a diferencia de esas figurillas de la farándula nacional que ante cualquier pregunta saltan con su manoseado "de mi vida privada no hablo"). Ella, segura de sus méritos propios, habla de él y de ella sin complicaciones, y de cómo compartir el oficio de escritor los ha unido mas que separado.

Cuando le preguntan por la cultura de nuestros tiempos, la Hustvedt lanza una frase que comparto plenamente: "Está lleno de expertos de las cosas más inimaginables, que al mismo tiempo nunca han leído Madame Bovary". Qué cierto. En cuanto a sus autores favoritos, nombra a DeLillo, las hermanas Brönte y Emily Dickinson. Buena elección. 

En otra parte de la entrevista dice que no cree en la literatura de género, sólo en la literatura. Y en esto coincido con ella. Porque claro, hay literatura buena y mala (o literatura y no literatura), pero ya llega a ser absurdo seguir hablando de literatura femenina, liviana o gay sólo cuando algo no es bueno. Eso se llama mala literatura, porque los buenos escritores no cargan con etiquetas (¿alguien alguna vez dijo de E.M. Foster o Maugham eran literatura gay o que Charlotte Brönte era "literatura de chicas"?). Un buen libro con personajes homosexuales no es literatura gay y un buen libro con protagonistas mujeres no es "Chick lit". Y estas etiquetas sólo aparecen en los best-sellers o en libros de dudosa calidad del tipo "Sex and the city" y "El Diario de Bridget Jones".

Lean a la Hustvedt. Por lo menos yo espero con ansias que salga en español su último libro, The Sorrows of an America.



14 octubre 2008

Aclaración

No sé si alguien en la Clínica Las Condes leyó mi post anterior, pero lo cierto es que ayer en la tarde tuve que volver al que llamé "un infierno seudo hospitalario" y fui recibida de lo más bien. De partida el doctor se excusó por haberme dejado plantada el otro día, porque al parecer la secretaria me confundió con otra paciente que había cancelado su hora y por eso él se había retirado antes. Y me dijo que estaba al tanto del error en la cuenta médica y que se estaba haciendo una investigación en la clínica para ver qué es lo que estaba pasando con los cobros de los anestesistas. Además me explicó que las operaciones que me habían hecho tenían por finalidad evitar que me extrajeran la glándula, por lo que me pedía que confiara en él y que me hiciera una tercera intervención en el piso de la lengua para solucionar mis molestias bucales sin tener que sacar la glándula salival. Y que si esto no resultaba, ahí recién pensarían en sacarme la glándula submaxilar.

Como sea, lo increíble es que le creí y volví a confiar en él. Y para esta semana tengo programada una nueva operación sublingual, que espero sea la última. A la salida de la consulta, que duró por lo menos 30 minutos, me dirigí a la caja a pagar, y cuál no sería mi sorpresa cuando me dicen que la visita no tenía costo "para mí". En fin, ahora que la Clínica Las Condes se ha puesto más amable, volveré a meditar mi decisión de abandonarla (y dependiendo del resultado de esta última intervención, veré si la sigo considerando "un infierno seudo hospitalario"). Lo único que espero es que no me llamen a declarar por el tema de los cobros médicos, que ya una vez tuve que ir a dar mi testimonio a la Municipalidad de Santiago cuando perdieron mi cuento y no fue una experiencia agradable (menos saber que luego de esta investigación decidieran cerrar la convocatoria a los juegos florales Gabriela Mistral). Y espero que todo salga bien y que terminen de una vez mis molestias glandulares. 

Y a los que esperan su sesión mensual de narrativa, debo informarles que Becky Sharp suspenderá sus actividades literarias por esta semana, y que el taller que dicta con tanto esmero y profesionalismo se realizará el lunes 20 de octubre en un lugar que ya será anunciado. Cariños a todos, y excuse-moi clínica Las Condes si fui muy precipitada en mis juicios.

10 octubre 2008

Au revoir, CLC

Ayer tuve que ir de nuevo a la clínica Las Condes por mi repetido problema en la glándula salival. Como ya me han operado dos veces (las dos con anestesia general) y todavía el tema no se soluciona mi humor no era de los mejores. Porque sinceramente el asunto me tiene bastante cansada y no entiendo cómo algo que supuestamente era tan fácil de mejorar todavía sigue causándome molestias. 

Entonces llegué molesta a mi hora con el cirujano que tanto me habían recomendado (el llamado "monstruo" de los otorrinos) y que ya me ha operado dos veces sin obtener ningún resultado positivo. Mi sangre no estaba fría (es más creo que mi lado Mazzetti bullía en mi interior) y como había llegado con anticipación pasé a pagar la cuenta de la operación pasada que seguía impaga porque la isapre se había demorado en emitir bonos y reembolsos. Y fue en la oficina de "cuentas médicas" donde pasé mi primer mal rato matinal cuando me pasan la cuenta y veo que la operación menor que me habían hecho ("una cosita ambulatoria, simple", como me había dicho el doctor) me estaba costando más de dos millones de pesos. Sólo en cama y derecho a pabellón era un millón de pesos y eso que me tuvieron en un box de recuperación por dos horas antes que me dieran el alta y que jamás pisé una pieza de verdad. Pero como la isapre pagaba el 90% no me importó pagar la diferencia, aunque claramente el precio estaba ridículamente inflado. Pero mi gran sorpresa fue ver los honorarios médicos, que por supuesto la isapre no estaba dispuesta a cubrir en su totalidad: cirujano 400 mil, anestesista 600 mil. ¡¡¡600 mil!!!, grité yo. Creerán que uno es tonta y no sabe lo que cuestan las cosas. 

Me negué a pagar aduciendo que una operación de menos de una hora, ambulatoria, no podría tener ese valor de anestesia. Si yo en el verano había pagado 40 mil pesos por una gran operación que le hicieron a mi hija (con extracción de cristalinos, implante de lentes intraoculares en ambos ojos y anestesia general) en la Clínica Luis Pasteur, no entendía por qué tenía que pagar 600 mil pesos sólo en anestesia ahora, 600 mil pesos que la isapre se negaba a pagar. Y molesta me dirigí a la consulta del "monstruo" porque ya se acercaba la hora de la consulta a la que él me había citado, dispuesta a preguntarle por sus honorarios y a exigirle una explicación por mi tema glandular aún no resuelto. 

Pero cuál no será mi sorpresa cuando llego al quinto piso y me informa la secretaria que el doctor se había "olvidado" de mi hora y se había ido al aeropuerto. Por teléfono, el "monstruo" de la cirugía mandaba decir que me podía ver cualquiera y que pidiera hora con él para tres semanas más. Y ahí sí que no aguanté y le dije a la secretaria que no tenía problema en verme con el sustituto, pero que se olvidara si pensaba que iba a volver en tres semanas más. Quien me deja plantada, fregó, ¿o acaso creerá "el monstruo" que es el único doctor de la tierra? 

El sustituto resultó de lo más serio y encantador y me explicó que cuando una glándula tiene problemas la única solución era extirparla. O sea, me habían hecho pasar por dos operaciones innecesarias (a una persona con problemas cardiacos y que toma anticoagulante) para llegar a la conclusión que había que sacar lo que en un principio me deberían haber sacado. Le pregunté si él me podía operar y me respondió que no podía, porque le ponía un problema con "el monstruo". Sincero. Y cobarde, como todos estos doctores de la clínica Las Condes que viven cubriéndose sus espaldas y las de sus colegas.

Pero lo más increíble pasó mientras salía de la consulta del otorrino suplente. Mientras esperaba que llegara el ascensor me llaman de "cuentas médicas" que "alguien" se había equivocado en tipear un código y que el costo de la anestesia no era 600 mil pesos, sino 160 mil, de los que la isapre me pagaba su buena cantidad. ¿Cómo puede un clínica seria caer en ese tipo de errores? ¿seré mal pensada si creo que más que un error era una estafa? Y con esa duda en la cabeza me dirigí a pagar los honorarios médicos mientras a mi lado pasaban mujeres vestidas de buzo y Louis Vuitton, señoras con la guata al aire, anteojos dorados y sobredosis de bótox, niñitos morenos con mamás rubias oxigenadas, mujeres con carteras grandes y zapatos de taco alto de muy dudoso gusto y niñeras peruanas de mirada ausente. Y me pregunté, ¿qué haces Becky Sharp en este infierno seudo hospitalario? Huir, me respondí. Adoro a mi cardiólogo y a mi ginecólogo, y mis tres niños han nacido en este lugar, pero -con el dolor de mi alma- creo que llegó la hora de abandonar esta clínica del horror y el dorado, del taco alto y la blusa atigrada. 

Creo que llegó la hora de buscar un nuevo otorrino, no "un mostruo" de la cirugía y de los precios, sino en alguien que se preocupe por mi salud y que no me deje plantada, ni me pregunte por mis vacaciones, ni me haga pasar por dos operaciones innecesarias. Creo que llegó la hora de abandonarte, Clínica Las Condes, porque ya me molestaba hace tiempo tener que pagar estacionamiento si uno no iba a pasear (por lo menos yo) y me molestaba tener que pagar consultas de cincuenta o sesenta mil pesos y exámenes más caros que en otras clínicas del sector. Pero el "error" en la cuenta médica fue mucho, y la poca preocupación del otorrino también. Y la gente tan extraña que circula por los pasillos, con mucha plata pero con poquísima educación ("shusha, mami, se me enredó la shala con la calza", le escuché decir a una seudo prostituta en el ascensor), me obliga a tomar mi linda cartera francesa y dirigir mis preciosas piernas a otro lugar. Au revoir, CLC, me saturaste querida, espero no verte en un buen tiempo más. 

08 octubre 2008

Una carta

Cuando este blog era anónimo me atrevía a escribir sobre cualquier tema. Pero ahora  que varias personas conocen mi identidad me es más difícil contar (por miedo a pasar por ridícula, por temor a ofender o simplemente por terror a alguna represalia), y por eso es que tengo cada vez más abandonada esta Feria de las Vanidades. Además he estado con muchas cosas: trabajos, eventos familiares, viajes y proyectos personales que me han dejado poco tiempo para el ocio y la lectura. De hecho recién voy en la mitad de la Piedra Lunar (y eso que ando trayendo el libro en el auto para leerlo mientras espero en el dentista de los niños o cuando paso a tomarme mi café matinal). Pero así y todo no avanzo, aunque el estilo narrativo de Collins me tiene gratamente sorprendida, en especial esa manera de intercalar relatos personales con cartas de los distintos protagonistas. 

Y a propósito de cartas, quisiera publicar ésta que me llegó el otro día. Es anónimamente encantadora y venía hasta con una ilustración (que publico también arriba). Tengo mis sospechas de quién es el autor de la misiva, y por supuesto le mando mi más infinito agradecimiento y amor. Se las dejo:





Querida Becky:

Le agradezco que por trece años me haya compartido con sus amantes y
admiradores ocasionales. Me hubiera gustado ser el único, pero prefiero
luchar por usted día a día, conquistarla todo el tiempo, acordarme que nada
en la vida es gratuito, menos el amor. Y aunque a veces he sufrido por su
carácter rebelde y sus continuas infidelidades estas me han enseñado que
también prefiero a Becky Sharp un monstruo de la perversidad que a Amelia un
monstruo de la estupidez.
Siempre suyo, 

Su amante y admirador secreto..

02 octubre 2008

De Gira

Querido Random: Se te extraña mucho por estos lados, aunque presumo que en medio de tu importante gira literaria no has tenido ni tiempo para acordarte de mí. Te imagino firmando libros, hablando con tus lectores, sonriendo a todo el mundo, conversando de los temas que tanto te apasionan. Acá en Chile las cosas han estado de lo más bien. Mi vecina -¿te acuerdas de la loca, no?- al parecer estuvo internada durante un par de semanas, porque no se le vio ni la sombra, pero apenas llegó el lunes y ya descubrió una nueva manera de llamar la atención: poner el himno nacional a las 8 de la mañana a todo volumen con la radio apuntando hacia la ventana de mi pieza. Pero debo decirte que ya ni me importa, es más, me da pena. La pobre, desesperada porque ya no la miro ni la escucho, hoy día llegó a decir a todo pulmón que mi casa estaba embrujada. Todo porque, al parecer, le molestó que una revista de decoración haya pasado el día entero fotografiando mi linda morada, mientras su casa enrojecía de envidia (de hecho el color damasco de sus paredes ya casi está burdeo). Es triste ver ese espectáculo, porque como decía el chavo, "la envidia no es buena, mata el alma y la envenena", y la pobre se ve cada día más marchita mientras yo siento que mi casa, mi familia, y por qué no decirlo, yo misma, florecemos cada día más.

Ansío tu pronto regreso para que me cuentes los pormenores de tu gira. Quiero saber de McEwan, de Hollinghurst, de Kureishi, ¿es cierta la belleza de Zadie Smith? Porque yo sólo los conozco por las solapas de los libros, en tanto tú has podido codearte con ellos durante más de una semana. No quiero regalos ni poleras del tipo "I love NY", sólo que me traigas las noticias literarias más sabrosas de la gran capital. Acá de verdad se te ha extrañado mucho, hasta Stephen ha declarado que tu ausencia lo tiene mal. Y me imagino tu novia cómo debe estar de ansiosa por verte y tan deseosa de entregarte ese regalo de cumpleaños que no alcanzaste a recibir. Yo también te tengo un presente, algo humilde y poco costoso, porque las finanzas no han estado de lo mejor. De hecho, te escribo estas palabras desde un cyber café de Huérfanos, porque este mes no pude pagar internet. Pero creo que octubre se viene más auspicioso en lo económico y también en lo laboral. Ya tendremos tiempo para ponernos al día, pero regresa pronto que se te extraña una enormidad. y esperemos que para la próxima gira literaria te pueda acompañar alguno de nosotros (yo me conformaría con un décimo de tu gira, en especial con ese encuentro con Richard Ford). Un beso a la distancia, 
tu amiga,
Becky Sharp

24 septiembre 2008

El viaje de Becky a USA

Así como mis hijos llevaron a pasear las poleras de manga larga y los pantalones, yo llevé a pasear mi libro La Piedra Lunar durante mis recientes vacaciones a USA. Porque entre tanto parque de diversiones -saliendo a las 9 de la mañana y regresando a las 9 de la noche-, entre los altos grados de temperatura, la intensa humedad y el inquieto grupo que me acompañaba, apenas tuve tiempo de mirarme en el espejo cada mañana o sentarme a descansar al atardecer. Pero ya tendré tiempo de ponerme al día con la lectura, en cambio Disney no podía esperar.

El viaje estaba programado hace un tiempo, y era una invitación que no podía rechazar. Ir a Disney y Miami con todo pagado (con todo, hasta las compras) era una propuesta muy generosa, y claramente no la iba a dejar pasar. Y así fue como me embarqué con toda mi familia rumbo a la tierra de las oportunidades, con mis niños llenos de ilusiones y deseos, con pocas maletas y un libro que pretendía leer. La llegada a Orlando fue agotadora, después de un vuelo Santiago-Miami en clase económica, que para una mujer de piernas largas como las mías y un metro ochenta de altura, es un viaje tan extremo como ir a África o Nepal. Con la espalda adolorida y los pies hinchados llegué al hotel en Orlando, que era un verdadero oasis dentro de esta no muy linda ciudad. El lugar tenía animales paseando por el jardín (jirafas, cebras y flamencos, entre otros) y una inmensa piscina (muy gringa) que usamos cada noche después de nuestras intensas visitas a Magic y Animal Kingdom, Epcot, Tresure Island, Mgm y no sé cuántos lugares más. Las visitas a los parques fueron muy entretenidas y terminé subiéndome a cada montaña rusa del lugar (las cosas que uno hace por sus hijos, ¿no?), haciendo guerra de agua para paliar el calor, mojándome el pelo en chorros y piletas, gritando en cada subida y bajada de la Montaña Everest y comiéndome todas las barras de helado de frutilla que encontré en el camino.

Y aunque es un cliché es cierto que en Disney uno vuelve a sentirse niño por un momento, y cada lugar está pensado en que los menores lo pasen bien. El único problema con esto es que la comida sólo está dedicada al gusto supuestamente infantil y es muy dicícil encontrar cosas sanas o ricas para comer. Por lo menos a mí, que soy enemiga de la grasa y la fritura, me fue imposible comer dentro de Orlando (no sólo en los parques temáticos, sino en todo Orlando) porque en esta ciudad hasta las ensaladas las llenan de aderezos grasosos, ajo y mayonesa que como una gruesa capa de lava inunda y perturba hasta a la más inocente lechuga. Lo mismo me ocurrió cada día a la hora del desayuno donde, en un inmenso buffet, lleno de carnes, tocino,, huevos y miles de tipos de queques, muffins y croissants, era imposible encontrar un yogurt descremado, una leche sin grasa o un pan integral. Por suerte siempre había fruta y café, o si no mi hambre hubiera sido descomunal. 

Y después se quejan en Estados Unidos del problema que tienen con la obesidad, si toda la comida la preparan con grasa, extra mantequilla, extra hamburguesa y luego te pasan los postres bañados en salsa, crema y chocolates por alrededor. Orlando, una ciudad definitivamente fat-friendly, les ofrece a sus visitantes comida chatarra por doquier y libre acceso a los gordos para que se paseen en sus motos eléctricas por todas partes. Así uno puede verlos todo el rato paseando por el lobby del hotel, en el ascensor o haciendo la fila para la montaña rusa más empinada, con sus motos eléctricas y su hot dog en la mano, expediendo olor a aderezo gringo, y con sus caras nada felices mirando al más allá. No quiero que me tilden de gordofóbica, pero ciertamente no es un espectáculo digno de ver cada día ni tampoco una linda imagen para nuestros hijos, que horrorizados, vieron en carne propia los riesgos que se esconden tras las papas fritas, las hamburguesas y el tocino quemado.

En Miami el panorama gastronómico y visual ciertamente mejoró. Con mis pies cansados y agotada de los parques de entretenciones y de tanta montaña rusa, esos días en la ciudad de Julio Iglesias fueron un verdadero bálsamo reponedor. Y aunque debería haber hecho compras (ahora me arrepiento de haber comprado "casi nada"), mi cuerpo pedía sol y tranquilidad, así que esos días en el hotel The Palms los dediqué a bañarme en el mar (delicioso, no como nuestro gélido Pacífico), a dormir bajo mi gran sombrero de paja negro y a comer cocktails de camarones y tomar Piña Colada. Mis niños también agradecieron este relax post Disney y se encantaron con este mar tibio donde podían bañarse por horas y donde no corrían el riesgo de ahogarse o morir de congelación.

La única salida de noche que hice en Miami (con niños no es muy fácil salir a carretear, o si no recuerden el caso Maddie) fue a un asado dieciochero en la casa de un famoso animador. Y como mi curiosidad era tan grande no pude rehusarme a ir a pleno Indian Creek Island (donde viven las estrellas en Miami) a compartir con la familia de don Francisco y un reducido grupo de chilenos que viven allá. De la farándula nacional debo contar que estaba Petaccia con su novia Fernanda Hansen y toda la familia Kreutzberger, aunque yo me dediqué a conversar toda la noche con un par de simpáticas judías -una cubana y una peruana- cultísimas y divertidas, con las que hablé hasta por los codos, y que me dieron los mejores datos de cremas, ácidos glicólicos y cosmetólogos top (que tendré que visitar en mi siguiente viaje a Miami), y que con sus inmensos solitarios de brillante, me hicieron recordar mi libro, La Piedra Lunar, que esperaba al fondo de la maleta entre las compras de Urban, XXI y Gap.


11 septiembre 2008

Becky y el Diván

Anoche mientras comía con unos amigos, Stephen contó que para este 18 lo habían invitado a una fonda en Colina. ¿Quién te invitó?, le pregunté. "Mi sicóloga", respondió. Porque claro, su sicóloga ya se ha convertido en casi una amiga para él. Y mientras comentábamos en lo singular que era salir con tu sicóloga o incluirla en tu vida, yo me acordé de un episodio que pensé había borrado de mi biografía. Fue hace muchos años, cuando tenía 18 y me encontraba un poco abatida por  la vida. Entonces mi madre, en un arranque de genialidad, me sugirió que fuera a un sicólogo que le habían recomendado. Yo nunca había ido a uno -ni siquiera a los del colegio- y me pareció interesante ver en qué podría ayudarme este hombre a salir de mi estado de melancolía. Y partí a verlo a su oficina en Providencia.

El hombre -cuyo nombre nunca olvidaré-, era un personaje bastante conocido, de los que salen en la televisión, y aunque era sicólogo, tenía como especialidad la sexología. Apenas me senté en el sillón me puse a jugar con un mini jardín zen que tenía sobre una mesa, y él comenzó a preguntarme por mi vida. Le conté que estaba triste, melancólica, abatida, pero a él eso parecía no interesarle porque lo único que me preguntaba era por mi vida sexual. En ese entonces yo era virgen así que no tenía mucho que hablar sobre el tema, pero él seguía insistiendo en el asunto hasta incluso llegar a sugerirme que mi virginidad tenía un origen medio edípico por mi amor hacia mi papá.

El hombre era bastante morboso y lo único que quería era que yo le hablara de sexo, de besos, atraques, tocaciones. Incluso él mismo se ponía de ejemplo y me contaba de las muchas veces que le había sido infiel a su mujer ("algo muy normal, ¿sabés") y yo hermética mirando el vacío y con el secreto temor de que este hombre terminara violándome en la camilla del lugar. Para la segunda sesión, y para distraerlo del tema sexual, decidí desviar la conversación hacia otra cosa, y no encontré nada mejor que contarle sobre mis amigas y mis panoramas de fin de semana, que en ese entonces consistían en pasarme la noche conversando unas piscolas con mis amigas en el 777 de la Alameda, y después partir en taxi a una vieja casa de fiestas en Portugal con Diez de Julio. Un panorama que yo encontraba de lo más normal. 

Pero al parecer al sicólogo no le pareció lo mismo, porque cuando a la tercera sesión no aparecí en la consulta, no encontró nada mejor que llamar a mi madre por teléfono y pedirle que me obligara a volver, porque encontraba que yo tomaba mucho y que tenía conductas muy temerarias como "ir al centro de noche". Cuando mi mamá me contó de la llamada, yo casi me caí del asombro. El sicólogo no sólo era un sexópata morboso, además era un sapo que se pasaba por alto el llamado "secreto profesional". Y aunque mi madre me creyó a mí y no a él, hasta el día de hoy no he podido superar mi desconfianza hacia los sicólogos, y sigo pensando que la mejor oreja es un buen amigo o la almohada, o por último escribir tus problemas en un papel y echarlos a volar. 

07 septiembre 2008

Wings of the Dove


Es sabido que cuando un  tercero se entromete en una relación, las cosas no terminan bien. Lo hemos visto en las películas, en los libros y, por supuesto, en la vida real. El viernes llegaron al mini taller dos cuentos que hablaban de relaciones de a tres. El primero -escrito por Random- trataba de tres amigos que luego de tres años se juntan en un departamento (de número 0303) a mantener un trío (al parecer sexual), mientras el segundo cuento -escrito por el novato Diego Lira- narraba la historia de una pareja que vivía con un tercero -no presente- en el medio, como el vestigio de un pasado que se negaba a desaparecer. Y aunque los dos cuentos no terminaban en drama ni en dolor dejaban abierta la historia a un final que, de seguro, no terminaría bien.

Como la película Wings of the dove que vi esta tarde, después de un excelente almuerzo dominical. La historia, basada en la novela de Henry James, hablaba de una pareja de enamorados y de cómo un tercero llega a cambiar los planes de amor y felicidad que ellos tenían preparados. La historia, maravillosa, (Henry James es Henry James, nada que hacerle) y los personajes muy bien delineados en sus virtudes y defectos, en especial el papel de Helena Bonham Carter que hace de Kate Croy un personaje inolvidable. Una historia linda, triste e intensa, pero muy recomendable. (Se puede arrendar en Bazuca, subtitulada, o en Blockbuster sin traducción). Como para darle una vuelta de tuerca.

04 septiembre 2008

De Orgullo y Prejuicio


"¿Cómo empezó todo?" le dijo. "Comprendo que una vez en el camino siguieras adelante, pero ¿cuál fue el primer momento en el que te gusté?"

"No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras que pusieron los cimientos de mi amor. Hace bastante tiempo. Estaba ya medio enamorado de ti antes de saber que te quería."

"Pues mi belleza bien poco te conmovió. Y en lo que se refiere a mis modales contigo, lindaban con la grosería. Nunca te hablaba más que para molestarte. Sé franco: ¿me admiraste por mi impertinencia?"

"Por tu vigor y por tu inteligencia."





(Ayer me mandaron este diálogo por e-mail y no puedo dejar de publicarlo. Gracias, Darcy, por el regalo)

02 septiembre 2008

Las Musas y Sus Artistas

(Para Mademoiselle M., para que no se desencante del amor, un artículo que escribí hace un buen tiempo).


Fueron sus modelos, sus amantes, sus mecenas, pero por sobre todo sus musas: mujeres que inspiraron a grandes artistas por su belleza, su manera de posar o por tener algo especial, y que hoy encontramos retratadas en los mejores museos del mundo.


Las musas son mujeres” escribió Simone de Beauvoir en El segundo sexo, y la historia del arte está llena de ellas. Mujeres que inspiraron a grandes artistas y de paso formaron parte de sus vidas. Musas que hoy aparecen retratadas en los mejores museos del mundo, aunque su nombre no aparezca en ningún cartel. No son las reinas ni las nobles pintadas por encargo, ni la anónima transeúnte que atrae de paso a algún pintor: las musas fueron elegidas por el artista, quizás por su belleza, su manera de posar o por tener algo especial, y fueron inmortalizadas más de una vez en la tela, convirtiéndose en protagonistas de sus obras, y así también de sus vidas. En 1870 James Jacques Tissot conoce a la bella Kathleen Newton, una irlandesa divorciada y con un pasado escandaloso, que de inmediato se convirtió en su adorada modelo, musa y amante. El pintor retrató al gran amor de su vida en más de una veintena de cuadros, y siguió obsesionado con ella aún después de su temprana muerte. Tissot nunca volvió a ser él mismo y tras su partida, se volcó al espiritualismo -incluso intentó contactarse con ella en el más allá- y se dedicó a pintar ilustraciones de la Biblia, abandonando para siempre la pintura.


Pero no todas las musas fueron los grandes amores de sus artistas. Algunas eran sus amantes de turno, otras, modelos contratadas que terminaron con algún grado de intimidad, y algunas, de frentón, prostitutas, que pasaron de la calle al taller de un pintor. En la era victoriana, por ejemplo, como posar era considerado un trabajo inmoral, los Prerafaelistas, famosos por sus retratos a bellas mujeres, debieron barrer las calles para encontrar inspiración. Así fue como algunas trabajadoras de clase baja y niñas de vida fácil pasaron a ser sus modelos o stunners, como las llamó Dante Gabriel Rossetti, mujeres agradables de pintar, que no tenían problemas para posar y que representaban el ideal de belleza de la época. Para los Prerafaelistas era esencial que sus musas fueran bellas, que tuvieran una linda cara, grandes ojos y el cuello largo, y que por supuesto, lucieran cabellos largos y ondulados, símbolo de libertad sexual para los victorianos. Hoy son conocidos en todo el mundo los retratos que hicieron de Lizzie Siddal, Jane Burden, Fanny Conforth y Annie Miller, aunque sus vidas no alcanzaron jamás la misma notoriedad.


Stunners


Para una mujer bella de clase baja, convertirse en la stunner de un Prerafaelista podía ser una gran oportunidad. Se pagaba mejor que ser criada, era menos indecoroso que dedicarse a la prostitución, y se podía acceder a una clase superior. Una que supo aprovechar esta condición fue la bella Jane Burden, que conquistó a dos grandes artistas de la era victoriana, el escritor William Morris, con quien se casó y tuvo dos hijas, y el pintor Dante Gabriel Rossetti, del que fue su musa y amante favorita. De origen extremadamente pobre, Jane Burden fue descrita por William Rossetti como “trágica, mística, calmada, bella y graciosa, un rostro para un escultor y un rostro para un pintor”, y por eso apenas su hermano Dante Gabriel la conoció, la convirtió en su modelo y enamorada. Aunque no era una belleza convencional –era morena, alta y delgada, de cejas y cabellos muy oscuros-, la Burden tenía un aire de misterio y una presencia, que de inmediato atrajo al casado Rossetti. Y también a William Morris, quien la pintó sólo una vez (“no puedo pintarte, porque te amo”), y con quien se casó en 1860. Frente a los ojos de su marido, Jane mantendrá una intensa relación amorosa con Dante Gabriel Rossetti, que durará varios años, y dejará más de cien retratos como prueba. Entre otras diosas y heroínas, Jane Burden será Pandora, La Pia de’Tolomei, Astarte y Proserpine, la diosa que se condena por comer del fruto prohibido, una sutil referencia al propio matrimonio de la Burden con William Morris.


Pero Jane Burden no fue la única musa de Rossetti. Antes de ella, estuvo Alexa Wilding, Marie Ford y Fanny Cornforth, una vulgar prostituta que por años fue su modelo favorita y amante y, más tarde, su ama de llaves. Fanny era ruidosa, gritona y hablaba con un marcado dialecto de la calle, su figura era voluptuosa y su pelo escandalosamente naranjo, tal como aparece retratada en The Blue Bower, uno de los tantos cuadros que Rossetti pintó de ella. Para el pintor, Fanny representaba su visión del encanto carnal y la sensualidad, en contraste a su esposa, la frágil y pálida Elizabeth Siddal, epítome de la femeneidad y la melancolía, y musa indiscutida de los prerafaelistas.


Descrita por William Rossetti como “la más bella, con un aire entre dignidad y dulzura”, Lizzie Siddal trabajaba en una sombrerería cuando fue descubierta por William Holman Hunt, John Everett Millais y Dante Gabriel Rossetti, quienes, encandilados por sus grandes ojos y su largo pelo castaño, de inmediato, la contrataron de modelo. El primer cuadro famoso en que apareció la Siddal fue Ophelia, de Millais, para el que debió posar por horas sumergida en una tina llena de agua helada, lo que la dejó con una grave neumonía de por vida. Poco tiempo después, la relación entre Rossetti y Elizabeth Siddal pasó a otro plano y el pintor la monopolizó como modelo y amante por varios años, hasta que en 1860 se casó con ella. Rossetti se obsesionará tal punto con Lizzie Siddal que la imaginará como la Beatrice del Dante, y su amor como algo puro e inalcanzable. El artista la pintará en muchas ocasiones, lánguida, enferma, pero siempre bella, y la alentará para que se dedique a la pintura y la prosa, aunque la Siddal sucumbirá a una misteriosa enfermedad. En 1862 la triste Elizabeth Siddal se suicida con una sobredosis de láudano, poniendo fin al dolor de cuerpo y a un matrimonio infeliz, a causa de las continuas infidelidades de Rossetti. Beata Beatrix fue el homenaje póstumo del artista a su mujer, una de las más grandes y trágicas obras del siglo XIX, donde aparece la Siddal moribunda, en su paso de la tierra al cielo.


Muchos victorianos trataron de moldear a sus stunners para convertirlas en mujeres “ideales”. Como en el mito de Pigmalión que esculpió a Galatea de un pedazo de piedra, los prerafaelistas, para glorificarse, crearon femmes fatales, heroínas, víctimas y santas, de simples mujeres de la calle. Frederick Leighton incluso se convirtió en el benefactor de su modelo favorita, Ada Alice Pullan, más tarde conocida como Dorothy Dene, una pobre huérfana, a quien el pintor rescató y educó, y más tarde promovió en su carrera de actriz. La Dene fue la musa de los últimos y más celebrados cuadros de Leighton, incluyendo Flaming June, Clytie y El Baño de Phyche, y se dice que la relación de ambos inspiró años después a George Bernard Shaw para su obra Pigmalión.


Modelos y Amantes


Para todo artista lo esencial en una modelo es su manera de posar. De ahí la fascinación que sintió George Romney por Emma Hart, una atractiva y ambiciosa cortesana, que bien supo sacar partido a su innato talento actoral. Como todos los retratistas ingleses del siglo dieciocho, Romney buscó representar el orgullo, la rabia, el amor, la envidia y el miedo, y encontró en Emma Hart a su musa ideal: una modelo con una belleza especial y una extraordinaria habilidad para representar desde Santa Cecilia a una bacante, desde Circe a la Miranda de Shakespeare. Entre 1782 y 1786, Emma posó para Romney más de 100 veces, y llegó a tal punto la obsesión del pintor por su musa, que se le hacía muy difícil pintar a otras mujeres y cumplir con los retratos que le encargaban. Otro pintor que se obsesionó con su modelo fue Jules Pascin, el artista vividor de Montparnasse que debe rogarle a Lucy para que vuelva a posar: “he comenzado un cuadro, la modelo no está mal pero estoy demasiado acostumbrado a trabajar contigo como para poder hacer algo bueno sin tus visitas. Ven a verme para que pueda dejar de beber”.


En 1861 James Whistler conoce a Joanna Hiffernan, una modelo irlandesa de intensos cabellos cobrizos, que de inmediato contrata para su obra Wapping. En una carta del pintor a su colega Fantin Latour, Whistler detalla lo difícil que ha sido pintarla y la belleza de su modelo: “¡Ella tiene el cabello más hermoso que hayas visto jamás! Rojo, no dorado, pero cobre –como veneciana, como un sueño- la piel blanca dorada o amarilla si quieres- y con la expresión maravillosa que antes te describí”. Joanna será la modelo de sus obras más famosas, The White Girl, The Golden Screen y The Little White Girl, y su amante por 6 años. Whistler presentará a la Hiffernan a su amigo Courbet, quien, maravillado por su belleza, la retratará en The Beautiful Irish Girl, y más tarde en Sleepers, donde Joanna posó desnuda, un hecho que puede haber contribuido a que Whistler la dejara. Como Joanna Hiffernan, fueron muchas las modelos que pasaron a ser amantes de sus pintores. Está el caso de Camille Doncieaux y Monet, de Aline Charigot y Renoir, de Hortense Fiquet y Cezanne. Y también está el caso inverso, el de artistas que transformaron a sus amantes en sus modelos y musas, como ocurrió con Klimt y la diseñadora Emilie Flöge, con Schiele y la adolescente Wally Neuzil, y con Seurat y Madeleine Knobloch, a quien el pintor retrató en muchas ocasiones y hasta dedicó un simbólico retrato de boda (Young Woman Powdering Herself), aunque nunca se casó con ella.

Pero también existieron modelos que sólo posaron para sus artistas, y no se involucraron sentimentalmente con ellos. Un caso que hizo noticia hace pocos años atrás fue el de Andrew Wyeth y su modelo Helga Testorf, una enfermera alemana a quien el pintor retrató en más de 200 cuadros durante 1971 y 1985, a escondidas de todo el mundo, incluso de su esposa Betsy. Wyeth pintó a Helga desnuda y vestida, al interior y al exterior y en distintas épocas del año, y sólo dio a conocer estos retratos cuando los tuvo todos terminados. La colección muestra la evolución de la modelo, desde una extraña a una conocida, y luego a una amiga, y aunque nunca antes había posado para un artista, la Testorf disfrutó las largas horas modelando, y Wyeth la describió como “la modelo más perfecta...posaba sin parar”.


Musas


Entre todas las mujeres que destacaron en el París de la Belle Epoque hay una que indiscutiblemente merece el apelativo de musa: la polaca Marie Godebsca, más tarde conocida como Misia Sert. Famosa en los círculos literarios y artísticos de la época, Misia sobresalió por su belleza, su elegancia y su talento musical, pero sobre todo por ser la inspiradora de pintores como Renoir, Toulouse-Lautrec, Bonnard y Vuillard y de poetas como Verlaine y Mallarmé. Casada tres veces, esta “femme pour impressionistes” como la llamó Cocteau no fue sólo musa y amiga de los artistas sino también mecena de Diaguilev y Ravel, además de inspirar a Proust para el personaje de Mme. Verdurin en En Busca del Tiempo Perdido. Otra musa de esa época fue la chilena Eugenia Huici de Errázuriz, que al igual que su amiga Misia Sert, también fue mecena e inspiración de algunos artistas. Casada con el pintor José Tomás Errázuriz, la bella Eugenia vivió toda su vida en Europa, donde posó para Boldini, Helleu, Orpen, Sargent y Augustus John, entre otros, y tuvo un ojo privilegiado para reconocer nuevos artistas y manejar la carrera de Picasso.


Pero si hablamos de musas-mecenas no podemos dejar de nombrar a la más llamativa y excéntrica de todas, la mítica Marchesa Luisa Casati, que deslumbró en la sociedad europea durante las primeras tres décadas del siglo XX. Nacida en Milán en 1881, Luisa Casati era una mujer flaquísima, de grandes ojos verdes y corto pelo negro, que heredó de joven una fortuna cuantiosa, que no tardó en dilapidar entre sus muchas excentricidades. Sus casas en Venecia y París eran escenario para las fiestas más escandalosas y se dice que la atendían sirvientes desnudos vestidos sólo con hojas doradas; como collares usaba serpientes vivas y se paseaba en las noches venecianas acompañada por panteras amarradas con correas de brillantes. Pero sin duda su excentricidad más valiosa fue convertirse en musa de muchos artistas y una de las mujeres más representadas de la historia. Con su idea de convertirse en una “obra de arte viva”, la Casati fue retratada por Boldini, Augustus John, Van Dongen e Ignacio Zuluaga; dibujada por Drian, Martini y Alastair; esculpida por Balla, Barjansky y Epstein, y fotografiada por Man Ray, Beaton y de Mayer. Fue musa de los futuristas italianos y su ropa se la diseñaban Fortuny y Erté, usaba joyas de Lalique e inspiró el famoso diseño Pantera de Cartier. A todos estos artistas ayudó con dinero, influencias e ideas, como una leal mecena o como un ícono de inspiración. De algunos fue amante, de otros sólo modelo, pero para todos fue una musa extraordinaria, que aún después de su muerte ha seguido inspirando con su inimitable estilo a diseñadores como John Galliano, Karl Lagerfeld e Yves Saint Laurent.