28 febrero 2008

Sexo en Valparaíso

Me pide una amiga que le recomiende un hotel en Valparaíso para pasar una noche romántica con su amado. Le explico que todo depende de lo que busca y de cuánto quiere gastar. Un hotel no tan caro es el Brighton: un hotelito simpático donde hace años pasé una noche de sexo romántico e intelectual con un amante que me llenó de besos en la noche y que a la mañana siguiente compartió conmigo un desayuno de hallullas y mermelada en la linda terraza del hotel. Me acuerdo que la cama era blanda y cómoda y que desde la ventana se podía tener una vista inmensa del puerto a tus pies. Además para llegar a la pieza del tercer piso había que subir un montón de escalones que le daban un aire clandestino a la cita y para una seudo-literaria como yo la pieza abuhardillada también fue un plus. Pero no lo recomiendo para personas altas (yo apenas cabía en el lugar) ni tampoco para aquellas a las que les gusta tomar su desayuno en la cama, porque no tiene room service (principal razón por la que no he vuelto a ir).

Otro lugar recomendable es el hotel Somerscales. Menos sencillo que el anterior, también es un hotel de pocas piezas, pero tiene mejor servicio y tarifas más altas. El desayuno es exquisito, con kuchen, pancitos, jugo y leche y las piezas están decoradas en un sobrio estilo inglés, a mi gusto un poco fome, pero que me hizo sentir como una especie de Jane Austen porteña -medio romántica, medio alocada-, que a mi amante le encantó. Demás está decir que el sexo en ese lugar fue a la altura de las circunstancias y como buena victoriana a la mañana siguiente salí a pasear, muy peinadita, del brazo de mi amado.
La tercera vez que tuve sexo en Valparaíso fue en la casa de un familiar, pero esa experiencia no se la recomiendo a nadie. La casa y la vista, preciosas, pero el decorado del lugar me causó tal horror que casi caí en depresión. Por suerte andaba con un amante muy comprensivo que me sacó de esa verdadera "mansión del terror" y me llevó a conocer los bares del puerto. Cuando regresamos a la casa (tipo seis de la mañana) a duras penas subimos al segundo piso, donde nos esperaba una silla de paja tipo "Reina por un día" y la cama matrimonial: un lecho tan duro e intrínsecamente frígido que por varios días estuve con dolor de espalda, pero que igual nos sirvió para tener sexo (no el mejor, por cierto) y que me hizo sentir por un rato como mujerzuela de burdel (con lo bueno y lo malo que eso conlleva) y para odiar de por vida las camas tipo futón.

Pero sin duda mi mejor experiencia fue en el Hotel Casa Higueras, donde espero que me lleven otra vez. Un hotel muy lindo y cómodo, y también bastante más caro. Y como el lujo es afrodisíaco, ahí el sexo fue plato principal. Antes y después de la piscina, en el jacuzzi de la pieza, en los sillones y sobre las sábanas de mil hilos. Sexo en todas partes. La comida del hotel es maravillosa, así que ni siquiera hay que salir del lugar a la hora de la comida. Y el desayuno, exquisito (preparan lo que uno quiera comer), perfecto para reponer energías para otra tanda. Maravilloso y recomendable para sibaritas como yo.

25 febrero 2008

Por la boca (y la escritura) muere el pez

Un amigo que está haciendo un libro de arte me pide que revise el prólogo que escribió un conocido historiador de nuestro país, y como imagino que la tarea será fácil, accedo. Pero cuál no será mi sorpresa cuando descubro que ya en las primeras líneas del texto se asoman tremendos errores de ortografía y redacción. Acentos ausentes o mal puestos, las "c" cambiadas por "s", las frases mal hiladas y pésimamente redactadas, en fin, un prólogo tan mal hecho que sólo pude atinar a rehacer lo escrito para dejarlo medianamente decente.
Y no es que me sorprenda que alguien escriba mal (es un pecado bastante común por lo demás) sino el que el autor haya sido un conocido "hombre de cultura", un historiador del arte y profesor universitario, una persona que se llena la boca hablando de arte, cultura y patrimonio, y que definitivamente muestra la hilacha a la hora de escribir.
Porque cultura no es comprar obras de arte ni tener libros de pintores sobre la mesa de centro. Ni hablar de artistas y temas elevados. Cultura es pensar y apreciar, distinguir, gozar, y también es saber leer, escribir y hablar correctamente.
¿Cuántas personas en este país tienen sus casas llenas de obras de arte pero sus bibliotecas vacías de libros?, ¿cuántas personas se impresionan del bajo nivel cultural de nuestro país pero al hablar no salen del garabato y las palabras mal dichas?, ¿cuántas personas se llenan la boca hablando de exposiciones de arte o de libros y no saben redactar un email?
Por desgracia son muchas, ¿o mushas?

07 febrero 2008

Cormac McCarthy a la Tercera

Por fin este verano le pude hincar el diente a Cormac McCarthy. Hace años había comprado El Guardián del Vergel (1965), pero empezaba a leerlo y lo abandonaba al poco rato. Un día, sin pensarlo mucho, lo presté, pese a que no regalo ni presto libros y también pese a saber que era un libro difícil de conseguir y que probablemente nunca más volvería a mis manos. Pero soy irreflexiva, ¿no? y, a veces, irreflexivamente generosa. Además tenía en mi librero Meridiano de Sangre (1981), que también había tratado de leer un par de veces, y cuya lectura no podía pasar de la página 30 y que seguía mirándome desde mi velador.

Pero este verano llegó a mis manos La Carretera, su último libro, el que ganó el premio Pulitzer 2007, y me aventuré por tercera vez con McCarthy. La aventura fue espectacular, porque si bien el libro es desolador y a ratos triste y solitario como un paisaje desértico, también es una novela con diálogos preciosos entre un padre y un hijo que sobreviven a un fin de mundo, donde las reflexiones del padre no debieran dejar indiferentes a nadie, y donde la carretera es el eje que los protagonistas siguen en esta lucha por vivir, y que también es una lucha por morir. Hay una frase en las primeras páginas del libro que no pude obviar: “¿En qué difiere el nunca será de lo que nunca fue?”. Como para tenerlo en cuenta, ¿no?

El Periodista Deportivo

Cuando leí De Mujeres Con Hombres me enamoré de Richard Ford y de su estilo para narrar. Ahora leo El Periodista Deportivo y sigo adorándolo –como a Cheever, Yates, Paula Fox, y tantos más- por su capacidad para narrar cosas triviales de una manera especial y poder sorprendernos con lo cotidiano, lo común y hasta aburrido de la vida de las personas.

El Periodista Deportivo habla de un tipo cualquiera, un hombre que tocó la fama como escritor, pero que decidió abandonar la literatura de un día para otro y aceptar un trabajo como periodista en un suplemento de deportes. Un trabajo aburrido pero que le da seguridad en su inestable vida, y que no le disgusta en lo absoluto.

Además es el trabajo que lo protege para no seguir escribiendo ficción, para no dedicarse, de una vez por todas, a la literatura. Porque Frank Bascombe prefiere un trabajo seguro que lanzarse a la aventura de escribir, donde su mayor miedo es no saber de qué escribir y el temido fracaso. Y ¿cómo podría juzgarlo si todos somos un poco como Bascombe?

Becky Incomunicada


Por segunda vez en la vida, Becky perdió su teléfono celular en el agua. La primera vez ocurrió hace unos cuatro años en la playa de Las Cujas, cuando un pequeño tsunami le arrebató de su lado su querido teléfono Nokia, unas hawainas y las palas y baldes de sus hijos mientras ella conversaba con unas amigas arriba de una roca.
La segunda vez ocurrió hace unos días en una piscina de mar entre los roqueríos, cuando sin saber por qué su mano derecha soltó el aparato al agua, perdiendo para siempre su precioso Sony blanco, además de las divertidas fotos y la extensa agenda telefónica que el celular guardaba en su memoria.
Con esto Becky perdía parte importante de su esencia y su querida vida social. En el agua quedaban todos los teléfonos de sus amigos, los celulares de sus conocidos y de su familia, sus queridos mensajes de texto, las fotos sacadas de improviso, en fin, cualquier contacto con la civilización, y ahora, en pleno febrero se dio cuenta de que no tenía cómo llamar a alguien. Sin agenda ni memoria, Becky pensó en mandar un email pidiendo los teléfonos de sus conocidos, pero después de tres días sin teléfono descubrió la delicia de estar incomunicada y se resignó a mantenerse aislada hasta su regreso a Santiago en marzo.
En todo caso, quiere avisar a quienes la han llamado que no tendrá teléfono hasta un buen tiempo más. Así que guarden las invitaciones para marzo, que por el momento Becky está pasando sus vacaciones “fuera de servicio”, entre la playa y la piscina, pero que se encuentra en perfecto estado y salud, muy bronceada, descansada y leída.

01 febrero 2008

Becky en vacaciones

Becky me manda avisar a sus amigos y lectores que por algunos días estará lejos de la Feria. No estará de viaje ni en algún lago del sur (que es lo que ella hubiera deseado). Sus paupérrimos ahorros apenas le alcanzaron para instalarse de allegada en la casa de unos familiares en la playa, donde espera descansar junto a su familia. Los espera a su vuelta.