29 agosto 2012

64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71 y 72 días de invierno

He estado desaparecida del blog. Pero ya retomo. Estos días han sido muy ajetreados: que las reuniones de colegio, que llevar y traer niños a dentistas y demases, que leer y escribir la tesis, que preparar el próximo viaje. Pero han sido días entretenidos. Días de más sol y menos frío, de salir con amigos a comer (no recomendaré el lugar, porque era bien malo), de ir al club a bañarme con mis niñitas a la piscina temperada, de salir a caminar por mi barrio, mi lindo barrio.

He andado tan tranquila que hasta los problemas me han resbalado. Se me perdió un lente de contacto mientras terminaba Tierna es la noche, y me dio lata, pero ya lo olvidé. Mandé a hacer uno nuevo, enriquecí a Rotter & Krauss, recibí un pésimo reembolso de la isapre. Pero ya, pasó, no me quitó la cara de felicidad.

Y ahora leo un libro nuevo (trato, porque entremedio me puse a leer a Judith Butler para mi tesis y casi no me queda tiempo), un libro que se llama HHhH, escrito por Laurent Binet, que viene a Chile en septiembre. 

Y gozo estos días casi primaverales desde la ventana de mi escritorio, con vista al magnolio que ya floreció, y pienso en lo afortunada que soy de tener este espacio -mi cuarto propio a lo Virginia Woolf-.

Nos vemos otro día, tengo un capítulo que terminar.

20 agosto 2012

Sexagésimo segundo y tercer día de invierno

Autor: Rodrigo Costas M.
Mi amigo Rodrigo hizo una serie de dibujos dedicados a las mujeres feas. Y me regaló éste, que cuelga en la pared de mi escritorio. Desde ahí me mira esta mujer viejona, pintarreajada, decadente, como un recordatorio diario de lo que no debo ser. 

Porque mujeres feas hay muchas y no es difícil convertirse en una. Como la profesora de tus hijos, que te parecía simpática, hasta que dejó ver su descriterio y se convirtió en la mujer más fea del universo. O la amiga que "a la pasadita" tira comentarios maliciosos de otras amigas -y de seguro de una también-. O esa mina medio pasada de copas que te empuja "sin querer" cuando pasas cerca de ella en un bar. La que no te saluda cuando anda con personas más importantes; la que presume de su trabajo y no tiene tiempo para nadie más; la que se enoja porque tus hijos le dan comida a las palomas en la plaza, pero que no duda en hacerse la amorosa cuando te tiene que pedir un favor. Y tantas más. 

Yo he sido muchas veces una mujer fea y es horrible. Una vez empujé a una mujer en el jumbo porque se me había colado en la fila de la cafetería, y he sacado a gente en facebook por cosas muy estúpidas. También me he aprovechado de mi mala visión y he dejado de saludar gente. Y he pelado. Peor, he descuerado a otras mujeres feas -como esa vieja que vino a mi casa y me enjuició por tener como adorno un libro perforado que había comprado hace años en una tienda de decoración-, mujeres feas y estúpidas que hablan sin saber, sin conocer, y de las que uno debe huir de inmediato. Y, por supuesto, evitar parecerse.

  

15 agosto 2012

quincuagésimo séptimo día de invierno

No pude encontrar en ninguna biblioteca la edición de Soledad de la sangre que se editó en Montevideo en 1967 y que tiene el importante prólogo de Ángel Rama que necesitaba para mi tesis. Así que tuve que comprar el libro y, con el dolor de mi alma, pagar las 12 lucas que me pedían en la librería El Cid. Pero me quedé con el libro y no con las fotocopias del famoso prólogo (que me habrían costado menos de luca aunque de seguro terminarían más temprano que tarde en algún basurero de esta casa).

Tampoco encontré liebre (transporte escolar) para que lleve a mis niñitas al colegio mientras estoy de viaje. Parece que en el colegio no se usa que las niñas lleguen adentro de un furgón. Así que tuve que contratar a una antigua baby sitter para que en las mañanas haga de chofer y me lleve a las Beckitas al colegio. En auto, que es como llegan todas.

Y tampoco encontré el libro de lectura que le pidieron a la Beckita mayor para este mes. El libro se llama Esperanza Renace y no lo venden en ninguna librería ni tampoco está en kindle, para encargarlo como lo hice la otra vez. Y me da harta lata que le pidan libros de lectura que no vendan ni estén en bibliotecas, y que en la biblioteca de su colegio no alcancen los ejemplares para todas las de la generación. 

Mejor me voy a leer. Un libro usado, de 1967, que me costó 12 lucas en la librería El Cid. Y que seguro no lo vendo ni en seis. Prometo que cuando termine esta tesis lo donaré a la biblioteca de la Chile. Y si encuentro Esperanza Renace lo guardaré para la otra Beckita y después lo venderé. 


14 agosto 2012

53, 54, 55 y 56 días de invierno

-escribir el capítulo 2 de la tesis
-seguir leyendo a fitzgerald
-preparar mi viaje
-agradecer por tener tan buenos amigos

10 agosto 2012

Pezoa Véliz, Poeta de los Marginados

Una nueva recopilación nos vuelve la mirada hacia este poeta de fines del XIX que escribió sobre campesinos y pobres, y sobre un mundo “moderno” que le parecía injusto y desesperanzador.

Soledad Rodillo M.


Para Carlos Pezoa Véliz (1879-1908) la poesía no debía ser inofensiva ni sublime ni preciosista. La poesía debía mostrar, delatar, hacerse parte de “la miseria y la injusticia” que se desbordaban por Chile a comienzos del 1900 y que parecían resaltar ante la llegada del incipiente progreso. Por eso sus temas más recurrentes fueron la inequidad, la explotación de los campesinos y la pobreza, y sus personajes favoritos, las víctimas de este mundo más moderno: aquellos a los que la sociedad tachaba de vulgares, insignificantes y marginales, y todos los que “han rozado la parte suculenta del banquete humano sólo con el deseo”.
Como cronista del infortunio, Pezoa Véliz reparó en las vidas anónimas y en los personajes relegados de la literatura y de la sociedad. Escribió de vagos, campesinos, prostitutas, mendigos y borrachos, “con los ojos bien abiertos al entorno social de su tiempo, que era mayoritariamente pobre, y pobre tirando a miserable”, como apuntó Manuel Vicuña en el prólogo de Nada, la antología de Pezoa Véliz que acaba de publicar Ediciones UDP, “y esto sin escudarse en las nociones de recato o buen gusto inscritas en la estética preciosista”.

Desesperanza

No se tienen mayores datos sobre la infancia de Carlos Pezoa Véliz, salvo que nació en Santiago en 1879 y que a sus pocos años fue dado en adopción. Sobre su preparación académica se sabe que estudió en varios colegios y que a los 19 años entró al ejército, de desertó al poco tiempo para volver a su vida bohemia. Su obra, que había sido publicada sólo en periódicos y revistas de la época, fue recopilada en 1912 por su amigo Ernesto Montenegro en Alma Chilena. Más tarde, en 1927, Armando Donoso recopiló poemas y artículos periodísticos en Campanas de Oro, y en 1957 Nicomedes Guzmán amplió esta recopilación y publicó Antología de Carlos Pezoa Véliz. Ahora Ediciones UDP publica Nada, una antología cuya selección estuvo a cargo de Germán Carrasco, y que incluye poemas como Nada, Alma Chilena y Tarde en el hospital, además de obras en prosa.
Los poemas de Pezoa Véliz muestran una visión desencantada del mundo y de la vida, y un sentimiento de fatalidad que son temas recurrentes en la literatura modernista a la que el poeta se acerca en determinados momentos, y que se hace parte de un período histórico y social de crisis, guerras y profundos cambios sociales. Carlos Pezoa Véliz siente la injusticia desde su nacimiento, cuando es adoptado por un matrimonio mayor, que le da una casa pero no afecto. “Su educación es descuidada como la de todos esos pobres seres que se recogen de la calle, más por satisfacer una egoísta afección paternal que por los deberes que impone la verdadera paternidad”, escribió Ernesto Montenegro en Alma Chilena. En ese mismo prólogo, Montenegro nos hará una pincelada de la adolescencia de Pezoa Véliz, marcada por sus “merodeos por los barrios lejanos”, donde conocerá la pobreza de quienes viven en “el jergón de las viviendas de favor” y donde pasará hambre y frío como muchos en esa época.
Ante este mundo injusto y cambiante, Pezoa Véliz se siente desamparado e intranquilo. Y esta incertidumbre puede verse en su poema Nada, que habla del hallazgo de un cadáver en la calle del pueblo: un joven que nadie conoció pese a que solía pasar por la ciudad-, y que nadie parece echar de menos, por estar todos inmersos en sus propias preocupaciones.

Fatalidad

“En medio de una sociedad abrumadoramente materialista y tan satisfecha de su falta de ideales, el poeta [del modernismo] se siente como un expatriado, y aún como un perseguido”, escribió Mario Rodríguez en El modernismo en Chile y en Hispanoamérica, y esta concepción –que viene del Romanticismo y nos recuerda a Allan Poe y Baudelaire- va a darle al poeta, por un lado, la sensación de encontrarse fuera de este mundo cruel e inhumano, y por otro lado, la libertad para poder crear poesía desde su rechazo del mundo y sobre su distante relación con él.
En sus poemas, Carlos Pezoa Véliz nos va a mostrar en gloria y majestad a este poeta abatido de fin de siècle: al vate enamorado de la mujer mundana –de la prostituta, de la corrompida-, un poeta pobre, miserable y hambriento, y que ve en su destino sólo tristeza y fatalidad. Y va a recrear –como en Nocturno- el ambiente de esta bohemia dolorosa: un ambiente corrupto con enfermedades, alcohol y miseria- y similar al que describe Dumas en La Dama de las Camelias y Murger en Escenas de una vida bohemia.
Su poesía va a recurrir a los motivos más clásicos del modernismo –como la imagen devastada del mundo o de la mujer fatal-, pero también va a estar influida por una fuerte mirada hacia Francia –de sus lecturas de Baudelaire y Zolá-, por unos claros vistazos hacia la cultura greco-romana, y también por una profunda mirada a su interior: a su país, a las costumbres chilenas, a la vida de campo y al tema social de la injusticia y la explotación campesina. “Pezoa Véliz mezcló la tradición de la lira popular, de las décimas voceadas en las plazas y en los mercados, con expresiones de la cultura más prestigiada y canónica”, escribió Vicuña en Nada, “y todo mientras incursionaba en los ámbitos de la emergente industria cultural masiva”.
Este multiculturalismo, que a su vez es sincrético con la conciencia artística de otras latitudes, se ve reflejado en el uso recurrente que hace del francés y de las imágenes que llegan del París bohemio del siglo XIX, como cuando habla de buhardillas, burdeles y cafés o insiste en asimilar a la criolla Ana –en Nocturno- a una parisién. Es una poesía con opio y tuberculosis -como la poesía europea de la época-, con mandolinas y golondrinas - símbolos del Modernismo-, con alusiones a los dioses griegos y a personajes de Víctor Hugo y Daudet, y llenas de citas a Lamartine, Huysmans, Cervantes y Quevedo.
En ese sentido, no es extraño que su obra sea diferente de la de sus contemporáneos, pues a los motivos ya explicitados, él fue capaz de agregar humor e ironía, incluso a los poemas más dolorosos y melancólicos; conjugar evasión y arraigo en un mismo poema –como en Nada-, y mostrarnos -en un entorno campesino- la impersonalidad de un mundo que se dice “moderno”.

48, 49, 50, 51 y 52 días de invierno

Centro comercial Pirámide del Sol

Perdón por tenerlos tan abandonados, pero esta semana no me he sentado frente al computador. Y entre una cosa y otra no me había hecho el tiempo de abrir este blog. Pero esta semana avancé en otras cosas: fui a ver a mi sobrino, que había estado de cumpleaños y no lo había podido saludar, y a conocer a la guagua una amiga, que había nacido hace cuatro meses. También me junté con mis amigas de magister -que me tenían mis regalos de cumpleaños guardados desde mayo- y terminé y entregué el primer capítulo de mi tesis.

También leí durante estos días. Y arreglé mi iphone (y lo desbloqueé de paso) y mientras esperaba me comí un churrasco tomate en el Liguria con mis dos hijas. Nos reímos tanto que casi nos caemos de la silla y gozamos en el ascensor panorámico del viejo centro comercial. 

También fui al dentista -con uno, con todos- y corrí de un lugar a otro para cumplir con todo. Y ahora que es viernes me siento exhausta de tanto andar en auto, de tanto acarreo de niños propios y ajenos, de tanto cumplir con visitas, reuniones, horas de doctores y demases. Ahora sueño con una siesta. O con salir a caminar.

Qué bueno que llegó el fin de semana.





05 agosto 2012

cuadragésimo quinto, sexto y séptimo día de invierno

Viernes. Frío y sopa.

Sábado. Campeonato de voleibol de la Becky grande y primera comunión de mi ahijado.

Domingo. Día del niño. Día del niño Tomás González.

Tomás González logra 4º lugar en suelo

01 agosto 2012

cuadragésimo tercer día de invierno


Ah, y me olvidaba. Esta es la novela que estoy leyendo: Tierna es la noche. En una edición no tan linda como la de la foto y que me llega a dar vergüenza en la sala de espera del kinesiólogo, porque parece libro de autoayuda.

Pero es la que edición que encontré (y que llevo en la cartera para leer en las esperas afuera del colegio, afuera del kinesiólogo, afuera de las clases de batería, de inglés, de atletismo, volleyball o lo que sea). 

En esos momentos de espera diarios -que suelen ser muy aburridos y en los que no sólo me pregunto dónde están los abuelos de estos niños, sino también su padre-, en esos momentos saco mi libro, el que esté leyendo, y me olvido de la lata y vuelvo a ser feliz. 

Nos vemos otro día de invierno. Quizás mañana, que puede ser un día de lluvia.