30 agosto 2009

Alicia en la conferencia de Richard Ford

El otro día vi a mi amiga Alicia en la conferencia que dio Richard Ford en la Casa Central de la UC. Estaba sentada con un hombre muy guapo -atrás, como para pasar inadvertidos- y se reían y conversaban divertidos, y siguieron riéndose mientras esperaban a que Richard Ford les firmara un libro. Ella llevaba Acción de Gracias, el joven guapo un bolsito lleno de papeles. Atrás un amigo de chaleco morado les mostraba sus tres libros: De Mujeres con Hombres, El Día de la Independencia y El Periodista Deportivo. Más allá Carla Guelfenbein mostraba Un trozo en mi corazón a sus amigos Pablo y Rafael.

Yo desde atrás miraba a Alicia, mujer casada, que sin disimulo coqueteaba con este joven guapo y a quien unos segundos después vi conversando con el mismísimo Ford. Y Ford le tomaba las manos y ella le hablaba en inglés, y Ford la miraba con sus ojos celestísimos y ella le agradecía la dedicatoria y los "warm wishes" con coquetería. Y el hombre guapo sólo acompañaba porque no sacó ningún libro del bolsito ni saludó a Ford, y de seguro la va a acompañar a McEwan y a Franzen y a todos los que vengan este año, mientras yo hacía mi fila sola.

Más tarde mientras esperaba mi micro a la salida de la UC Alicia pasó a mi lado y me saludó. "Voy apurada, mi marido me está esperando", me dijo y el joven guapo sonrió. Y mientras la veía alejarse camino a su auto, con su amante de la mano, un marido esperándola en casa y su libro dedicado tan cariñosamente por Richard Ford, sólo atiné a pensar: "Qué rabia, como odio a esta Alicia".

18 agosto 2009

Reflexiones en torno a un premio

El Premio Becky nació el año pasado a petición de un grupo de escritores y aspirantes que deseaban mostrar sus escritos en este blog y recibir la opinión afilada y certera de la bella Becky Sharp. También ansiaban recibir el importante premio: la "once" completa en la casa de Becky y su foto autografiada. Y como no suelo decir que no, acepté el desafío y conseguí un jurado de excelencia para que revisara los cientos de cuentos y escritos que llegaron y eligiera al ganador del Premio Becky 2008.
Este año nuevamente se me ha solicitado entregar el premio Becky, pero el trabajo excesivo y las miles de ocupaciones semanales me hacen dudar de mi propia capacidad de gestión. Pero como no puedo negarme a mis seguidores, decidí ponerlo a votación, para que sean ustedes quienes decidan si debe o no entregarse el premio Becky Sharp en su versión 2009.
Y no deja de sorprenderme la votación, porque está muy reñida y en ella han participado personas de todo el mundo y de todas las nacionalidades. Eso me emociona. Porque independiente de cual sea el resultado (que debido a mi nivel de trabajo prefiriría fuera "no"), no deja de ser bonito que personas tan diversas y con intereses tan distintos se tomen el tiempo de abrir este anónimo y humilde blog, y votar. Votar, como si fuera una elección presidencial, como si fuera una encuesta CEP, como si con ello nos jugáramos el destino del Universo. Realmente bello.
A todos los votantes, quiero agradecer su interés y les aseguro que respetaré el resultado -sea cual fuere- y el concurso sólo se realizará si gana la opción "sí".
Aprovecho la ocasión para pedir perdón por el abandono en que he tenido este blog, pero entre la escritura, mis muchas lecturas, el tema que estoy investigando y los consejos quincenales, no me ha quedado mucho tiempo libre. Pero ya volveré. Sólo espero parar un poco este ritmo que me ha tenido sumergida en el trabajo y con menos vida social.
También aprovecho de saludar a mis amigos escritores, a quienes hace tiempo no veo y con quienes tengo pendiente nuestra comida quincenal (tenemos que buscar un nuevo local porque el Olán se nos puso caro) y a quienes espero ver en lo de Ford. Y a mis amigas seguidoras de Becky, todas mujeres regias, delgadas e inteligentes (ustedes saben quiénes son). Y por supuesto a mis admiradores y amantes secretos, fieles y no tan fieles seguidores de este blog.
Nos vemos pronto.
PD: No me he olvidado del mini taller. Se realizará, nieve o truene, el viernes 29 de agosto. Tenemos tiempo para escribir.
PD2: Vayan al Museo de Bellas Artes, la exposición de los cuadros del convento de las Carmelitas está muy buena.
PD3: No me busquen en el Ona, cambié sus brownies por los que venden en La Chakra, donde además tienen el mejor pan integral del universo (100% orgánico), los productos JUST para el bienestar emocional, los tomates y lechugas de la huerta y las cremas Logona que usa Becky para mantener su cutis bello. Además queda al lado de mi casa y los socios del Yogashala pagamos un 10% menos.

10 agosto 2009

Las lecturas de mis hijos

"La Historia del Osito Bosque" es el cuento favorito de mis hijos, aunque llevan años escuchándolo. Es la historia de un osito goloso y desobediente, que suele meterse en líos por no hacer caso a sus padres o seguir los malos pasos de su amigo Lagartijín. Es una historia simple, que comienza y termina con una pegajosa canción, pero que no ha dejado de entretenerlos en todos estos años porque es una historia divertida, que tiene aventura, acción, e incluso peligro, pero siempre un final feliz.
No traten de googlearla o buscarla en alguna librería, porque no la encontrarán. "La historia del osito bosque" fue inventada hace años por mí (en especial la canción), pero cuyo argumento fue creciendo muchísimo gracias a los aportes de mis hijos y de mi Jorge (que incluso durante un tiempo le dio un carácter medio violento a un par de personajes, para deleite de mis hijos) y hoy en día es una historia inmensa, preciosa y, principalmente, nuestra.
De todos los libros que les leí cuando eran chicos y de todos los que he comprado, creo -sin lugar a dudas- que el osito bosque sigue siendo el personaje literario favorito de mis hijos, más que Winnie, Peter Rabbit y los muchos Jerónimos, Papeluchos y Teos. Y creo que el amor que ellos sienten hoy por la lectura y en especial por las buenas historias se debe mucho a ese osito guatón y porfiado que con sus aventuras logró convertir el tiempo de acostarse en un minuto para las palabras, y en especial, para soñar y regalonear.
Ayer, me enojé con uno de mis hijos porque no ha terminado de leerse un libro para el colegio, a pesar de que le ha gustado mucho. Y a otro de mis niños debo suplicarle que no lea tanto, porque no dosifica y es capaz de quedarse hasta la 1 de la mañana por la ansiedad de terminar un libro. Quizás no debiera meterme tanto en las lecturas de mis niños, pero como buena lectora que soy me es imposible no vigilar sus hábitos, recomendarles libros, incentivar, proponer, conversar, discutir.
A mi hijo mayor, un ávido lector que me recuerda a mí de niña, ya no le leo los libros, pero no hay día que no me cuente cómo van las aventuras que está leyendo, sean de Gerónimo Stilton o de los terribles hermanos Darling, de ASTERIX o de algún libro de Roald Dahl. Ahora él me recomienda libros, me comenta, me instruye, tal como yo le hablo de los libros de Poe, Richard Ford o Paula Fox.

Hace poco le conté de un libro que le había comprado cuando él era chico y al que tuve que cambiarle el final mientras se lo leía porque no me pareció apropiado para su edad. El se rió, pero me encontró la razón. Era un libro de Mark Twain -La Historia de un niño malo y de un niño bueno- en una edición preciosa, con dibujos maravillosos y que me salió bien caro, pero que no era para niños, aunque lo pareciera. Y no es primera vez que me encuentro con libros que en apariencia van dedicados a los niños, pero cuyos temas son para adultos con el criterio más que formado.
Hay uno de princesas olvidadas, bellamente dibujado por Rébecca Dautremer, que ciertamente no es para menores, a pesar de que suelen regalárselo a niñas de menos de 10. Y hay otro aún peor, "Las niñas son raras, pero huelen rico", que está en los principales mesones de las librerías y en las vitrinas, y que por error le compré a mi hija para las vacaciones de invierno, y que es el libro más ofensivo que he tenido en mis manos. Por suerte, mi hijo mayor lo hojeó antes que ella lo leyera y me advirtió de su contenido inescrupuloso y grosero (muy adornado con ilustraciones infantiles e inocentes) y juntos lo botamos a la basura.
Porque así como hay comida que les hace mal a los niños, hay lecturas que no son para ellos, a pesar de que estén ilustradas y coloreadas. Y como padres debemos estar atentos para distinguir y aconsejar.
Cuando mi hija de nueve años me preguntó -días después- por su precioso libro rosado, no dudé en responder que no era un libro para ella, ni para ninguna mujer, porque nos ofendía, nos hacía parecer seres inferiores, mentalmente incapaces y sin valores. Y, para mi sorpresa, ella entendió y fue la más feliz cuando supo que lo habíamos botado al basurero. "Para que ninguna otra niña lo lea", me dijo, "y para que nadie hable mal de las mujeres". Y aunque voy a tener que comprarle otro libro y hacer que me abran el plástico en la librería para revisar bien el contenido, doy gracias porque no alcanzó a leerlo. Y doy gracias por tener un hijo lector, que ya a sus 11 años, sabe distinguir qué libro es para su hermanita y qué libro no.

Jill


JILL
Philip Larkin
Lumen, Buenos Aires, 2008
338 páginas
$10.000

Muchos escritores comienzan su carrera garabateando versos para luego pasar a las novelas. Philip Larkin (1922-1985) hizo el camino inverso: publicó un par de novelas y trató de escribir una tercera, pero ante la imposibilidad de hacerlo decidió seguir con la poesía, convirtiéndose en uno de los más grandes poetas ingleses del siglo XX. Pero no por eso sus novelas deben ser olvidadas, especialmente la primera, Jill, que escribió a los 21 años de edad mientras estudiaba en Oxford, y que a pesar de la juventud del autor, dista bastante de ser una novela de primerizos.
Publicada originalmente en 1946, la novela volvió a ser publicada en 1964 –cuando el autor ya se había hecho un nombre como poeta- con un prólogo en el que Larkin definía su novela como “una historia sin ambiciones” y donde esperaba que el lector todavía disfrutara “de la indulgencia que tradicionalmente se le concede a las obras juveniles". Pero a pesar de las advertencias, Jill es una muy buena novela, y no sólo por ser escrita por un joven estudiante de 20 años.
Es una novela de ambiente, que nos muestra el mundo universitario de Oxford durante la Segunda Guerra Mundial, bajo la mirada de un estudiante pobre y extremadamente tímido que, tras ser becado en el colegio ingresa a un exclusivo college inglés, donde para su desventura debe compartir habitación con un joven rico y vividor, cuyas preocupaciones van por el lado de la juerga y el alcohol más que por el estudio. Y es en el encuentro con este antagonista y su tropa de amigos que John Kemp saca a relucir todos los matices de su personalidad: la envidia, la tristeza, la timidez y también sus ansias por destacar y ser aceptado dentro de este grupo de gorrones. Y es el encuentro con este antagonista unido al tedio de la universidad y las constantes amenazas de bombardeo, lo que lo llevan a inventarse una hermana, Jill, que tiene la misma cara de una niña que visita el college, y con quien termina obsesionándose hasta la fatalidad.
Jill retrata con crueldad y simpleza el mundo universitario de Oxford de 1940 (con sus escenas de trenes, cafeterías, dormitorios y pubs): el mismo que conoció Larkin mientras estudiaba ahí y donde forjó su férrea amistad con el entonces estudiante Kingsley Amis. Y aunque el autor aseguraba años después que “lo que pretendía en 1940, más que exagerar las diferencias sociales, era minimizarlas”, lo cierto es que la novela habla de las diferencias sociales, como también de los diferentes intereses de los jóvenes de esa edad, y de sus distintas maneras de evadirse en esos tiempos grises, fúnebres y adversos.


Reseña aparecida en Revista de Libros el 26 de julio de 2009.