27 junio 2011

Becky en la Marcha por la Igualdad. 25 de junio de 2011.


Me siento orgullosa de haber participado -con mi marido y mis tres hijos- de ese sábado histórico, cuando junto a más de 30 mil personas marchamos por la Alameda por una causa común: la igualdad de derechos para todos los ciudadanos de este país. Una causa que no es sólo la de los gays, lesbianas, bisexuales y transformistas, sino de todos quienes creemos que este país debe asegurar los mismos derechos civiles para todos sus habitantes -sean estos de la ideología, religión o género que sean-, con leyes que nos protejan a todos por igual. Sin segregación ni discriminación, Chile puede ser un país mejor, y un mejor lugar para que nuestros niños vivan en él. Eso es lo que -por lo menos- yo espero.

Menos Carver y más Bombal




-¿Qué escritores chilenos le gustan?

-¿Chilenos? -piensa unos momentos-. Leo en  general más escritores extranjeros que chilenos, Roth, Auster, Chandler, Carver, Hemingway, Scott Fitzgerald.


Entrevista a Luciano Cruz Coke, ministro de cultura de Chile. (Revista El Sábado, 25 de junio de 2011).



No es novedad que el ministro de cultura no lea autores chilenos. De hecho, en marzo de este año ya había manifestado, en el suplemento Artes y Letras, su afición por escritores como William Faulkner, Scott Fitzgerald, Paul Auster y Richard Yates, "más algunas novelas de Phillip Roth". "Además Hemingway y los cuentos de Herman Melville", dijo en esa oportunidad. "La novela negra de Raymond Chandler me fascina, así como la narrativa inglesa de Ishiguro y McEwan". 

Y, debo decir que varios de esos autores son también los que leo yo. Pero no por eso puedo dejar de comentar que hay algo que me molesta profundamente en sus palabras, o más bien en su canon literario, y es la falta de autores nacionales. Nadie está obligado a leer autores chilenos, pero ¿no es un poco extraño que nuestro ministro de cultura no lea autores chilenos? ¿No hay ninguno que le agrade, de los vivos o los muertos o es simplemente que no los conoce?

Porque, aunque los libreros nos vivan recomendando libros extranjeros, y las novelas de Anagrama (la llamada mafia amarilla) se nos aparezcan hasta en la sopa (y se ven tan lindas en nuestros libreros, como me dijo una vez un amigo), hay algo, parece, que el ministro de cultura no ha notado: hay más autores que los norteamericanos, más editoriales que Anagrama y muy buenos autores nacionales.

No lea a Ampuero, no vale la pena (lo digo a punta de prejuicio porque nunca he ni siquiera ojeado sus novelas), pero lea a Couve, que tiene una visión estética que le encantaría a un espíritu sensible como el suyo. O lea a Marta Brunet y a María Luisa Bombal, que son excelentes. O a Lemebel, que es tan potente. O a Bertoni y sus poemas geniales. Y para qué decir a Bolaño -ah no, verdad que no le gustó Bolaño-, pero puede leer a Zambra, ¡y son novelas cortas! Quizás en un fin de semana puede leerse las tres  de un tirón. Y le van a gustar. Y no son tan caras como las de autores gringos que publica Anagrama. Y son habladas en chileno. Sin traducciones llenas de palabras como joder y gilipollas. Va a gozar, ministro, como he gozado yo. Y deje las novelas norteamericanas por un rato, para que se conecte con la escritura chilena y con los escritores que postulan año tras a año a los concursos y fondos que su ministerio suele entregar. No se arrepentirá.

17 junio 2011

Por fin volvió mi computador. Y con él las miles de obligaciones pendientes. Tengo que entregar mi proyecto de tesis y el trabajo final para el ramo de género. Y volver a escribir. Y responder los e-mails de manera correcta, no desde un Iphone o un Ipad que cambia palabras, omite acentos y me obliga a escribir de manera corta e impersonal. 

También trataré de ponerme al día con el blog, porque sé de amigos que lo han extrañado. Sin ir más lejos el otro día en el Starbucks me encontré con una antigua compañera de periodismo que era fiel seguidora de Becky (K: todavía estoy esperando que me mandes algo de lo que escribes, parte de la novela o un cuento, a lo menos) y a quien agradezco sus elogiosas palabras.

Y también está O. que dice leerme en sus ratos de ocio, y a quien no quiero decepcionar con este blog tan fome, menos después de la exquisita comida árabe con la que me recibió anoche en su maravilloso fab lane apartment de south park.

Y por supuesto está nuestro mini taller de junio, que no había podido organizar sin mi libreta de contactos, pero que espero no vuelva a posponerse.

Así que junio va a ser el mes para ponerse al día. En especial para escribir sobre todo lo que he leído. Porque sin el computador pude avanzar bastante en mis lecturas para la tesis y ya tengo revisada toda la narrativa de Marta Brunet. Qué descubrimiento ha sido leerla a esta etapa de mi vida. Y también a las muchas teóricas del feminismo, que me han dado las claves para captar la subversiva apuesta de esta escritora chilena. 

Pero no todo ha sido estudio en estos días. También estuve de cumpleaños y fui tan pero tan celebrada que hasta mi característica melancolía desapareció por unos momentos. Mis amigas de colegio me invitaron a comer y me dieron un regalo que me cayó como anillo al dedo. Y con mis amigos de la vida celebramos bailando y riéndonos de lo lindo, y aprovecho de agradecerles sus lindos regalos -desde ropa hasta un cuadro, pasando por un sin número de productos de belleza- todos ideales para enfrentar estos 37 años con dignidad y optimismo. 

Y aunque no he leído casi nada fuera de lo "estrictamente profesional", debo reconocer que no pude dejar de comprar la última novela de Zambra, que como todos ustedes saben, es mi escritor chileno favorito y, aunque traté de dosificarla para que me durara unos días, me fue imposible y la devoré en unas horas. Su lectura me sacó por varios días de la Brunet y los años 50, y me llevó a Maipú -al pasaje Aladino, que aparece en el mapa de arriba- y a los últimos treinta años de la historia de Chile. Y también me llevó a la nostalgia y a los recuerdos. Y a las ganas de escribir de nuevo, y de terminar esa historia que aún sigue inconclusa.