29 julio 2008

Las Sorpresas de Facebook

No me interesa hablar de Facebook, porque ya se ha hablado suficiente sobre el tema y porque todavía no sé si me gusta o no. Mi cuenta la he abierto y cerrado como cuatro veces, primero porque lo encontré fome, luego por expuesto, después por quitarme tiempo y cuarto por hacerme adicta. Ahora último estoy pasando por un período de reconciliación con esta "herramienta social", porque reconozco que me he divertido mucho viendo fotos antiguas y actuales de mis amigos y no tan amigos, conociendo sus guaguas y parejas, sus viajes y familias, y especialmente saludando a todo el mundo para sus cumpleaños. Y claro, volví a abrir mi cuenta, aunque ya no le dedico mucho tiempo.

Hace unos días mi mamá me contó que una amiga suya encontró a una hermana ilegítima de su abuelo en Facebook y terminaron juntándose a tomar té. Y claro hay gente que se ha encontrado con antiguos amores y viejos amigos de la infancia, aunque ese no es mi caso, porque he tenido muy pocos amores y a mis amigos no suelo perderles la pista. Pero lo que sí encontré fue a una antigua compañera de un taller literario, con la que compartí algunas tardes de otoño e invierno hace ya algunos años, y que ahora me escribe en Facebook, porque había leído a Maugham en el verano y de ahí había llegado a un viejo artículo mío sobre el autor, y de ahí había descubierto mi blog y de ahí a ubicarme en Facebook. Genial. Y aunque no nos conocimos mucho en ese taller (de hecho ella partió a los pocos meses con rumbo a Finlandia), me acuerdo de ella y de sus cuentos del norte de Europa, de sus personajes especiales y sus atmósferas frías, y me parece increíble que años después se aparezca por aquí, por la Feria de las Vanidades. Gracias Silvia por tus lindas palabras. En una de esas, terminamos organizando una reunión de ex-compañeros de taller o armando un grupo de Facebook que diga YO FUI UNO DE LOS ALUMNOS DE ... EN EL PARQUE FORESTAL. Por lo pronto ya se unió al Grupo de W. Somerset Maugham is an Amazing Writer, lo que no es menor.
 

27 julio 2008

Feliz Cumpleaños, Amor

Anoche celebramos el cumpleaños de mi amado. Un cumpleaños sencillo, con la comida peruana más rica de Santiago y los pisco sours más insuperables, con nuestros queridos amigos que llegaron puntualmente a la cita -con sus preciosos regalos y sus mejores sonrisas-, y que le obsequiaron una noche preciosa a mi amado que, aunque detesta sus cumpleaños, estaba feliz con la celebración.

Porque aunque él diga que no le importa esa fecha, yo sé que cada año espera el llamado de sus amigos y de su familia, y los regalos y atenciones de sus seres queridos. Y, a pesar de que algunos de sus cercanos hayan olvidado saludarlo, recibió lindos regalos de sus amigos y de sus hijos y su mujercita, quienes lo acompañamos al museo hoy domingo a ver sus esculturas favoritas, y de paso visitar la interesante muestra de Niemeyer y la no tan interesante muestra de Hugo Marín. Y después a almorzar a uno de sus lugares favoritos, donde en voz baja le cantamos el Feliz Cumpleaños y le deseamos 38.000 años de felicidad. Un beso grande, Jorge, y que cumplas muchísimos y muchísimos años más.

26 julio 2008

El Fumador y Otros Relatos

Marcelo Lillo ha ganado varios concursos literarios -entre ellos el Paula por su cuento El Fumador-, pero nunca había publicado. Hasta ahora, cuando aparece su interesante libro de cuentos, El Fumador y otros relatos, que ha gozado de muy buena crítica y que, al parecer, le está abriendo las puertas del reconocimiento. Según dicen, Lillo llevaba años esperando por eso, y se la había jugado por la escritura a pesar de casi consumirse de pobreza y desaliento. De hecho el año pasado había mandado un cuento al Paula nuevamente -el cuento es Felicidad, que también aparece en el libro- pero no salió ni entre las menciones honrosas. Pero así y todo, llamó la atención de alguien, que terminó llevando a Lillo a la imprenta. Y el resultado es un libro muy bueno, con cuentos especiales, medio tristes, medio fríos, con olor a humedad y tierra, y personajes abúlicos y desencantados. Mi amigo Random me lo regaló hace poco y me lo leí en un día, porque es un libro cautivante, a pesar de que los cuentos no son sorprendentes ni rebuscados, sino más bien todo lo contrario.

Y casualmente el día que me terminé de leer el libro fui a comprar pan a un pueblito cerca de mi casa. Había parado de llover y la calle estaba toda embarrada y con charcos, y me acordé del sur de Chile, de esos pueblos todos iguales con su plaza, su botillería y su panadería en la esquina, y pensé en lo mucho que extrañaba ese paisaje frío. Y me acordé de mis amigos sufis, que viven en la precordillera de la novena región, de mi amiga Mónica y sus mellizas, de mi amiga Maida y de su nueva vida en Pucón. Y por supuesto me acordé de Marcelo Lillo y de sus cuentos con olor a leña y pan, a sus cuentos con la tele de fondo y el perro enterrado en el jardín. Al día siguiente, mientras me tomaba un café con unas amigas en un balneario cercano, mi hija llega corriendo y me dice que vio a mi amigo sufi en la piscina del lugar, y así, como por arte de magia, me encontré con mis queridos amigos sureños, con su cada vez más amplia y linda familia, y pude compartir una tarde de precordillera en plena quinta región. Y como la vida es tan sincrónica, al día siguiente nos juntamos a almorzar en el Chiringuito y hasta terminamos hablando del Libro del Peregrino, el libro que tenía obsesionada a la protagonista de Franny y Zooey, y que al parecer es un libro bien interesante.

Y para seguir con las sincronías, en la tarde me llama mi amiga Maida, que también había llegado a la zona, y con la que me junté al día siguiente a conversar un vinito tinto con nuestra amiga Cata hasta las tres de la mañana. Como si estuviéramos en un bar sureño, de esos donde nadie te apura y donde la comida no es tema, y donde se termina hablando de cosas tristes y cosas alegres, pero siempre de cosas de las que pocas veces hablamos. Entonces, si pensaba que estos días en la playa iban a ser sólo de niños, baldes y lecturas, no me equivoqué. Pero también fueron días de amigas y de reencuentros, de pisco sours en el César mirando a los niños a la distancia en un peligroso estado de ebriedad, y de tardes con vinito y largas conversaciones. Ojalá se vuelva a repetir. Y lean a Lillo, que es bueno.

21 julio 2008

Franny y Zooey

Me gustó Franny y Zooey, aunque aún no tengo claro por qué. La parte dedicada a ella es simple y las descripciones que hace Salinger son puras y acertadas, en tanto que la parte dedicada a Zooey es más intrincada, pero llena de diálogos originales. El libro es entretenido y especial –más un cuento largo que una novela- y los tres personajes presentados, la madre, la hija y el hijo, están tan bien dibujados que se hacen inverosímilmente reales, y hasta adorables. En especial Zooey, la niña menor de la familia Glass, que vive una profunda crisis existencial de la que no quiere salir, y que es un tremendo personaje literario, “una fuente de inspiración”, como me escribió mi amigo Víctor en la dedicatoria del libro, y que se hace inolvidable de principio a fin. Una linda novela que toca de lado el tema de la familia y de la tolerancia, y que nos hace ver cómo cada pequeño mundo tiene sus propias claves y cómo cada familia tiene sus propias palabras, secretos y complicidades.
Muy lindo regalo, y absolutamente recomendable.

18 julio 2008

Del Planetario a la Junta Nacional

Con algo de pena leí el otro día que un poeta, aburrido de la falta comentarios, había decidido cerrar su blog. Y el blog realmente era interesante. El mío, en tanto, no tiene nada de especial, pero así y todo recibe varias intervenciones (aunque algunas me sean del todo sorprendentes o incomprensibles). Por suerte, porque si no recibiera comentarios creo que también lo cerraría o de frentón lo cambiaría por un diario con portada rosa y papel en tonos pastel.

Y esto de los comentarios me hace pensar que mi vida también es muy parecida a este blog. Vivo mis días intensamente, con sus altos y bajos, pero cada cierto tiempo -casi diariamente- me llegan los llamados de mis amigos que me hacen salir de mi realidad. Ayer, por ejemplo, me llama mi amiga C. para que salgamos a pasear con nuestros niños (que siguen eternamente de vacaciones). Como ya los hemos llevado a patinar, al cine, a la nieve y a comprar libros, sólo nos falta llevarlos al espacio. Y eso fue lo que hicimos: una visita al Planetario de la Usach. Debo reconocer que el panorama me encantó, porque adoro todo lo relacionado con los astros y planetas, y a los siete niños les fascinó (en especial los cereales Estrellitas que regalaban en la entrada y la total oscuridad del lugar).

Después se vivieron todos a mi casa, a tomar té y seguir jugando, y prometo que con esto ya no les hago más panoramas hasta septiembre o más. Porque ya no me queda plata y estoy cansada de comer pop-corn y galletas a cualquier hora (y ya casi no me cierra mi bluyín regalón), y sólo quiero volver a sentirme adulta y estar echada leyendo en un rincón.

Por suerte en la tarde recibo la llamada de mi amigo Random para que nos juntemos a comer en el Junta Nacional, un restaurant nuevo que se abrió en Bustamante, con comida chilena bien rica y bien presentada, y con unos pisco sour de miel y jengibre ideales para cualquier ocasión. 
A nuestra cita llegó mi amante de turno, Víctor (que volvió de Grecia) y un amigo recién llegado de Shanghai, y ahí rodeada de hombres guapos me olvidé de los quehaceres domésticos, de la música de Chiquititas y de las peleas infantiles, y me comencé a relajar.

Ahora preparo maletas para irme con mis niños a la playa. Ya les advertí que se acabó la plata, así que nada de monitos de cerámica ni comidas en restaurant. Ahora sólo baldes en la arena y unos pocos cuchuflís, y nada de molestar a la madre abnegada que quiere terminar Franny y Zooey y encontrar el capítulo perdido de la novela que nunca terminará.

A la vuelta nos vemos, y sigan posteando con regularidad. Que no hay nada más triste que un blog sin comentarios, un celular sin llamadas, una noche sin estrellas y una vida sin amistad. Un beso a todos.


16 julio 2008

Wall-e

Debo confesar que siento una gran debilidad por el amor y por las historias románticas. Y cierto es que esta debilidad me ha traído grandes satisfacciones, pero también bastantes sufrimientos y decepciones en la vida (de los cuales no es necesario hablar). Esta debilidad es la que me hace adorar por sobre todo novelas románticas como Orgullo y Prejuicio o Expiación, así como las historias de desamor de la Señora Craddock o Madame Bovary. Y en formato cine, es finalmente el amor lo que busco cuando vuelvo a ver Moulin Rouge o La Edad de la Inocencia, Emma o El Paciente Inglés.

Es por mi obsesión romántica que leo y escribo sintiéndome heroína literaria. Y es por ese gusto, heredado de no sé quién, que escribo cartas, poemas, diarios y libretas, sin motivo y sin afán. Entonces, si mis amigas con niños en edad escolar me preguntan cuál película infantil recomiendo para estas vacaciones de invierno, no dudo en contestar Wall-e, a pesar de que Kun Fu Panda es genial. Porque Wall-e es divertida, pedagógica, ecológica y anti-obesidad (razones de sobra para ser recomendable), pero además porque es muy romántica, y nos muestra que el amor disparejo puede resultar. Y como soy una romántica empedernida hasta el amor entre dos robots me hace emocionar, en especial cuando Eva lo trae de vuelta a la vida y lo obliga a recordarla. Y cuando él la besa y baila con ella por el espacio estelar.

10 julio 2008

Mi deuda con Crimen y Castigo

Hace años tengo una deuda pendiente con Crimen y Castigo y creo que ya llegó la hora de saldarla. Porque, aunque no soy supersticiosa, creo que Dostoievski ya me ha dado demasiadas oportunidades de leer su libro, y por años me he negado -sin razones de peso- de cumplir su afán.

La primera oportunidad me la dio hace como once años, cuando en un ramo de Estética me dieron a leer al gran maestro ruso y elegí Los Hermanos Karamásov, por sobre Crimen y Castigo, aunque compré ambos libros y dejé relegado al segundo para un momento que nunca llegó.

Y por años dejé guardado el libro en mi gran librero, y preferí leer a cientos de otros autores en vez de leerlo a él. Hasta que un día de octubre del año 2006 quedé entre los diez ganadores del concurso "Santiago en 100 palabras", y terminé obteniendo el segundo lugar con mi cuento "Normandie". Y no saben quién ganó el primer premio: el cuento "Dostoievski" que imaginaba a Fédor paseando por nuestra ciudad. Ese día me prometí leer, por fin, Crimen y Castigo, un libro que hace años tenía guardado en mi librero y más encima que había sido escrito por un autor que tanto me había deleitado con sus Hermanos Karamásov.

Pero por supuesto olvidé mi promesa y sucumbí ante Maugham, Thackeray, Zadie Smith, McEwan y tantos otros más. Eso fue hasta ayer, cuando mientras esperaba que me abrieran mi glándula por segunda vez (y al parecer última), entra el anestesista a hacerme las preguntas de rigor, y cuál no será mi sorpresa cuando descubro que junto a mi inmenso expediente médico, el doctor llevaba en su mano un ejemplar de Crimen y Castigo. Así de natural, como quien lleva un Ipod o un celular, él llevaba al quirófano su enorme edición de Crimen y Castigo. Y mientras me clavaba una aguja en mi brazo delgado, no dejé de preguntarme si no era un mensaje que me mandaban del más allá.

Si era así, ¿qué me estaban tratando de decir? Que hice algo mal y por eso enfermé mi glándula submaxilar. O tal vez que debería volver a concursar en un certamen literario y esta vez obtener el primer lugar. O simplemente, como me dijo mi amigo Víctor desde Grecia, que la literatura sólo era un asunto de vanidad y que hasta los libros eran usados para atraer miradas y llamar la atención. Quizás simplemente fue un llamado de Dostoiveski, que me daba una última oportunidad. Y como no quiero contradecirlo, apenas termine Franny y Zooey, buscaré entre las decenas de cajas mi ejemplar de Crimen y Castigo, aunque prometo no pasearme con él bajo el brazo (menos en tribunales, cárceles o salas de operación).

07 julio 2008

Nada con "Sex and the city"

Con una alta dosis de culpabilidad en la sangre, hoy me escapé a ver la famosa película "Sex and the city". Y claro que me sentí culpable como cuando entro a Damien Mercier y me compro 300 gramos de naranjitas bañadas en chocolate y no alcanzo a llegar a mi casa y ya me las he comido en el auto. O tan culpable como cuando me tiento comprando libros y dejo con ello de comprarme ropa abrigada o zapatillas nuevas para mi hijo. O como cuando... (mejor no lo digo, que puede costarme caro). En fin, lo cierto es que entré a ver "Sex and the city" sintiéndome culpable y salí sintiéndome peor.

De partida fui sola, porque sentía que la película no merecía compañía, y no me equivoqué. Y para evitar hacer filas o tener que mamarme a gente engrupida con la serie, fui a la matiné y me senté en un rincón, rodeada de mujeres acompañadas por amigas que competían por ser las más parecidas a Carrie Bradshaw. "Todo el rato, quiero verla todo el rato", escuché decir a una joven a mi lado, y todavía no entiendo por qué.

Yo vi la serie y me entretuve. Nunca la encontré inteligente ni aguda, pero me refrescaba ver a estas amigas bien vestidas y obsesionadas con el amor. Pero la película se va al extremo, y todavía no entiendo como un crítico de cine como Rodrigo Guendelman (en realidad no creo que sea crítico de cine, pero igual), bueno como él pueda decir que "Sex and the city" tiene un guión inteligente y original, cuando de lo único que hablan sus protagonistas es de hombres, zapatos y departamentos y las frases de la periodista Carrie Bradshaw son destacadas como acertivas y geniales cuando sólo dicen cosas obvias, básicas y banales.

En fin, creo que películas como éstas sólo impresionan a los fashion victims o a los que creen que detrás de una marca se encuentra el estilo, la fama o el poder. A mí personalmente no me impresionan las carteras Louis Vuitton (de hecho tengo varias y no me gusta usarlas porque las encuentro ostentosas) ni tampoco me impresionan los zapatos de taco altísimo o los vestidos de Christian Lacroix. Creo que finalmente la gente que se llena de marcas, de anteojos con grandes logos brillantes, carteras con monogramas a la vista y camisetas con el nombre del diseñador, sólo buscan ocultar inseguridades materiales o vacíos sentimentales. Y por eso no es mucho lo que yo pueda tener en común con las chicas de "Sex and the city", salvo el gusto por los cosmopolitan y por pasear en la ciudad.

PS: Igual quienes vayan a verla, se van a entretener.

04 julio 2008

Lo que se hereda...

El miércoles en la tarde mi hijo Jorge, de diez años, escribió su primer poema. Lo transcribo tal cual me lo pasó:

Cristales Brillantinos

Cristales brillantinos no dejen de brillar
que al sol y la luna de envidia hacen llorar
con las estrellas los comparan, pues,
cuando enciendo una lámpara, tu brillo no se compara

Cristales brillantinos tan fuerte su poder
que al más triste y penoso de todos
pueden hacerlo el joven más alegre y bondadoso
¿te imaginas su poder porque al pensarlo te deja estupefacto?

Cristales brillantinos como faros son
guían a los que van al cielo y
sirven como faro a los enormes barcos
cristales brillantinos, ¿qué más pueden?