31 julio 2012

trigésimo noveno, cuadragésimo, cuadragésimo primer y cuadragésimo segundo día de invierno

Risotto de camarones. Casita de Barreales, Santa Cruz.

Este fin de semana de invierno estuvo muy rico. Una comida el viernes en el París Saigón para celebrar a mi amado, y el cumpleaños de mi gran amiga Valentina, en el campo, el sábado. Y el domingo, un paseo a Chépica y Santa Cruz, que partió muy temprano y que terminó con un estupendo almuerzo peruano en La casita de Barreales y  una visita al ecléctico museo de Colchagua. 

Y como no he parado, me era imposible postear. Desde el celular no es tan simple. Pero tenía presente compartir estos primaverales días de invierno con ustedes, queridos lectores de este blog. Ahora comencé una nueva lectura -otra novela de Fitzgerald-, que hasta el momento me ha gustado mucho. Y descubrí un restaurant peruano exquisito en la VI región. Además descubrí que soy la mujer más feliz cuando salgo de paseo, que me encanta salir fuera de Santiago y que cuando tenga una hija le pondré Chépica. Fuera de broma, soy muy feliz saliendo de la ciudad (y también regresando) y estos últimos fines de semana, que han sido tan intensos, han resultado muy entretenidos. Las idas a la nieve, el cumpleaños en Mallarauco, la visita a la VI región no podrían haber sido mejores paseos, con aire puro, amigos con los que pasar un buen rato, comida rica, lindos lugares, mi amado y mis niños. 

Hay días -en especial en las vacaciones de invierno- que me pregunto: ¿dónde están los abuelos de estos niños? Y sueño con que se los lleven por el día, les hagan panoramas y me dejen sola. Pero como nunca ha pasado, desde siempre los he tenido a mi lado. Y al final ha sido bueno, porque son niños que comparten con nuestros amigos, que van a todas partes con nosotros, que están acostumbrados a tener su opinión y a expresarla, que nos conocen harto. No son niños criados por nanas ni por abuelos. Son niños criados por nosotros; niñitas que todas las mañanas esperan por turno para que yo les haga el moño para ir al colegio; niños que ven todas las películas con nosotros, niños que odian y les encanta salir de paseo y que sólo nos dejan de lado cuando están con sus amigos; niños que valoran nuestra opinión y a los que se les ha tratado de educar en libertad. Son niños que saben altiro si el restaurant nos  va a gustar y que apenas entramos al Museo de Colchagua preguntaron si las cosas que estaban viendo eran auténticas y tenían valor.

Y no sé qué saldrá de todo esto, posiblemente nos equivoquemos en muchas cosas y ellos mismos terminen criticando el estilo de educación que les hemos dado. Pero son hijos nuestros: críticos, opinantes y exigentes, y también simpáticos, saludables y buenos para la risa. Un poco como nosotros. Un poco mejores. Un poco como ellos. 







25 julio 2012

trigésimo sexto día de invierno

Mis hijos quieren conocer el Costanera Center, pero Mr. Sharp se niega a entrar. Dice que quiere morir sin conocerlo. Yo no soy tan drástica, pero hasta el momento no me ha entrado la curiosidad. Mi amigo C dice que vale la pena, en especial para ver los cientos de personas que llegan al lugar y que -celular en mano- quieren fotografiar cada rincón: la cascada, las luces, la vista desde el techo al suelo del lugar.

Yo, para no ser menos, también fotografío mi mall. Es un caracol que queda en Apoquindo y que no tiene luces ni baño ni menos agua en movimiento. Es un caracol VIP, así se llama, quién sabe bien por qué. Hoy llevé a mi hija a comprar unos géneros para el colegio y le mostré lo impreciso que puede ser el nombre VIP. Y le quedó claro. VIP no es sinónimo de elegancia ni de fineza, menos de exclusividad. 
Pero no quiero menospreciar mi caracol favorito. Mi mall del género y de la compostura de ropa. Quizás no es el mall más lindo de Chile, pero acaso ¿hay alguno que lo sea? 

El VIP es un centro comercial divertido, donde puedes encontrar todas las cosas que no venden en casi ningún otro lugar. Un lugar para encontrar género a cuadrillé y toiles de Jouy de todos los colores, y unos locales más abajo un lugar donde plastificar hasta a tu mamá (y donde yo recuerdo haber mandado a hacer mudadores y canastitos para cada uno de mis niños), y también objetos religiosos al lado de un local de trajebaños donde puedes hacerte el bikini con la bandera que más te guste, desde la chilena a la inglesa, pasando por la estadounidense, la francesa y la de la ex-urss. No es un mall cualquiera, es un mall-caracol. Y es VIP. Con lo malo y lo bueno que eso implique.

24 julio 2012

trigésimo cuarto y trigésimo quinto día de invierno



bolsa de comercio de santiago
Me suelen pasar cosas ridículas todos los días. Ayer, por ejemplo, tuve que ir a la bolsa de comercio a sacar unas fotos de la fachada y por terminar de comerme unas calugas -que había comprado en la Varsovienne que está frente al teatro Municipal-, decidí hacer tiempo dándome una vuelta por la cuadra. Cuando volví a sacar la foto habían instalado en el frontis del edificio un andamio y una decena de tarros de pintura y por supuesto me quedé sin sacar la foto que me habían encargado (pero muerta de la risa y con los dientes pegoteados). 


Para no perder el viaje entré con la Beckita mayor a recorrer el edificio y hasta ingresamos a la rueda donde se transan las acciones. A la vuelta pasamos por la Picá de Clinton y nos reímos de la tontera de las calugas y del boliche que lleva el nombre de un ex presidente de USA que hace años pasó a tomarse una cerveza en ese lugar.

Hoy, en cambio, no fui a pasearme al centro de Santiago sino que me quedé por Providencia. Tenía que hacer unos trámites y entre medio me junté a almorzar con mi amigo R.O. El lugar elegido no fue la Picá de Clinton sino nuestro clásico Huerto de Orrego Luco. Pedimos lo mismo: sopa y ensalada, "iguales", nos dijo la garzona e igualmente compartimos el pan, la salsita y un par de limonadas. Entre todo lo que conversamos volvimos a los temas recurrentes: el mini taller y su novela, y llegamos a la conclusión que hay que poner fecha para su publicación. El viernes tenemos que conversarlo con nuestro editor estrella, pero creo que esa novela no puede seguir guardada en un cajón. Al momento de pagar ocurrió otro momento ridículo, por suerte esta vez no a mí. Desde la mesa del lado escuchamos un grito. Al parecer la garzona, con una servilleta, había llevado una abeja a la mesa, una abeja que picó a nuestra vecina en el dedo y que ahora nos miraba a todos con cara de explicación. Y qué le podíamos decir, si estábamos en el Huerto, entre limonadas, quinoas, alfalfas y tomatitos. Un lugar paradisíaco para una abeja. Y también para dos amigos que hablaban de una novela en un cajón.


19 julio 2012

vigésimo noveno y trigésimo día de invierno

V. está en Londres. R. está en Buenos Aires. C y O vienen llegando de su viaje por Europa. Y yo me pregunto, ¿cuándo le tocará a Becky? Quizás luego, es lo único que puedo adelantarles. No sé para dónde ni para cuándo, pero yo también saldré de este país. Espero, eso sí, estar de vuelta para el concierto de Feist, que ya confirmó venida a Chile. Mientras les dejo una canción de ella, y nos vemos otro día de este invierno.


17 julio 2012

vigésimo quinto, vigésimo sexto, vigésimo séptimo y vigésimo octavo día de invierno

Volví. Y ahora tengo celular.
Los niños siguen en vacaciones de invierno y hace harto calor.
Mi hijo mayor mira mi celular nuevo y dice que le gusta. Yo quería blanco, como el de antes, le digo. Y él me contesta que el negro es como de mujer inteligente. No le contesto nada.
Un rato después me dice que se hizo un instagram, pero que no lo va a usar. Es como de gay, ¿cierto?, me pregunta. Yo tengo, le digo. No me contesta nada.
Él sabe que las cosas no son de mujeres tontas o inteligentes, de gays o no gays. Él lo sabe, pero quiere que le conteste lo que pienso. Es una de sus tantas provocaciones. Como cuando me dice que los hombres son superiores, que los periodistas no ganamos plata y tantas cosas más. Y suelo contestarle, pero hoy no le voy a dar en el gusto. Y está acostado a mi lado, sin saber que escribo de él, y sigue esperando mi discurso feminista e igualitario. Pero hoy sólo lo miro y me sonrío. Él sabe lo que pienso y yo también sé lo que piensa él. Y por eso estoy tranquila.


13 julio 2012

vigésimo segundo, vigésimo tercer y vigésimo cuarto día de invierno


Llevo varios días desconectada porque apenas llegué a la playa murió mi celular. Y de un plumazo me quedé sin llamadas, sin contactos, sin twitter, instagram e Internet.  Al principio me sentí rara, sin saber de mis amigas, sin tener el adorado whatsapp, sin poder llamar a nadie o que me llamaran. Pero después me sentí libre como hace tiempo no me sentía y la verdad es que pasado unos días muy entretenidos con mis hijas y sus amigas.

Han sido días de paseos, caminatas por la playa, subidas al cerro y conversaciones sobre las rocas. El mundo de las niñitas es un mundo entretenido y que me trae recuerdos de mi propia infancia. Me cuentan de sus compañeras, de sus amigas, de las que no les caen bien, de las profesoras y nos hemos matado de la risa. También he aprovechado de leer y de adelantar algo de mi tesis. El libro que me regaló mi amiga me lo terminé en un par de días, aunque por desgracia, no me gustó. Hace tiempo que no me pasaba eso –de no gustarme un libro- porque los elijo bien antes de comprarlos, entonces es raro que me encuentre con algo que no sea de mi gusto. Y con éste me pasó, pese a que antes había leído cosas de Siri Hustvedt que me habían gustado.

Sin duda no es el mejor libro de ella y está todo escrito en un tono medio evocador medio ensoñador que me molestó. Es literatura de mujeres, pero mala literatura de mujeres, con llamados continuos al lector que terminan por agotar y una trama tan predecible como tonta. Ojalá no me esté poniendo grave o muy quisquillosa, pero ciertamente el libro me pareció muy superfluo –a pesar de los constantes alardes literarios, filosóficos y sicológicos- que me hicieron pensar en una autografía de la misma autora y en los libros de Marcela Serrano, y también en esa cosa tan tonta como soberbia en la que caen algunos escritores de querer meterlo todo en un libro, siendo en este caso el resultado muy malo.

Ahora sigo con uno de Lorrie Moore que está muy bueno. Y con mis caminatas a la isla seca, donde está la vista que más me gusta de este lugar. Y con las películas en la noche y con los pasteles de la Ligua, que cada día encuentro más secos, y con mi celular malo quizás por cuantos días más.

Nos vemos otro día (cuando pase por el cybercafé)


10 julio 2012

vigésimo primer día de invierno

Escribo desde un celular quebrado. Y no ne gusta escribir así.
Llegué con una manada de niñitas a la playa. El día está frío, pero lindo. Y lo estamos pasando muy bien.

09 julio 2012

vigésimo día de invierno

Estoy cansada. No quiero escribir. Ni siquiera me da para subir al tercer piso y prender el computador. Por eso escribo desde el iPad. Y espero que todos se queden dormidos para leer.  Hoy empiezo un nuevo libro. Me lo regaló mi amiga Carolina para mi cumpleaños y se llama "Un verano sin hombres". Divertido título si lo pienso. Lo empiezo ahora que parto a la playa con mis hijas y sus amigas a nuestras clásicas vacaciones de invierno de puras mujeres. Veamos qué tal nos va. Con el libro. Y con las vacaciones.  

08 julio 2012

décimo noveno día de invierno

Esto de postear todos los días no es fácil para mí. En especial los fines de semana, cuando ni me acerco al computador. 

Hoy fui a la nieve por el día y estuvo muy bueno el paseo. Mientras bajaba pensé sacar unas fotos con el iphone y subirlas a instagram (qué ridícula que soy) y ahí me percaté que mi celular se había quebrado. Debe haber sido con alguno de los porrazos que me pegué. Mañana les cuento más detalles.

Nos vemos.

07 julio 2012

décimo octavo día de invierno


No es fácil para una dulcera vivir al lado de una de las pastelerías más ricas de Santiago. Basta que el día se ponga un poco frío y mis pies se van solitos en busca de un alfajor o un pastel de manjar/lúcuma bañado en merengue fresco. Los que vamos en la mañana son los desesperados por algo dulce y los viejitos que compran temprano para esperar a sus hijos o nietos a la hora del té. Los de la tarde son las madres, los papás dulceros, los niños que necesitan sus bolitas de nuez, los que recibieron invitados de último minuto y los que caen en el antojo después del almuerzo sabatino. Yo hoy día fui dos veces: en la mañana por bolitas y en la tarde por pastel. Y aquí me tienen, endulzada hasta la última gota de sangre,  arrepentida de todo lo comido, anestesiada sin saber si estudiar, leer, escribir o simplemente echarme a dormir. Pero en el fondo, feliz -y agradecida- de todo el manjar recibido.

06 julio 2012

décimo séptimo día de invierno



No soy una gran fan de Mad Men, pero me mata el canto "Zou bisou bisou" que le dedica Megan a Don para su cumpleaños. Está perfecto para un viernes en la noche.

05 julio 2012

décimo sexto día de invierno

El colegio donde estudié está siendo investigado por supuestos casos de abusos sexuales a los niños del preescolar. El tema está recién empezando, pero ya hay dos procesados y se supone que habría más gente involucrada en estos abusos. Yo salí hace 20 años del colegio y no conocí a los sospechosos de los abusos, pero el tema igual me llega, porque mal que mal es el colegio donde pasé una buena parte de mi vida. 

Pero además me llega porque soy mamá y soy apoderada (de otro colegio) y me preocupa que ocurran estos casos de abusos en los lugares donde uno cree que sus hijos están bien cuidados. Me preocupa el no saber en quién confiar, en quién creer, hasta dónde soltar para no caer en una excesiva desconfianza y paranoia, que también puede generar daño en los niños. El tema no es fácil.

Y mientras pienso en esto y lo comento con mis más cercanas amigas del colegio, comienzan a llegar los mails de antiguas compañeras de curso. Una que propone mandar una caja de chocolates al colegio, a la directora que lleva mil años en el colegio y que de seguro está pasándolo pésimo con esta investigación, otra que propone mandar los chocolates, pero a las familias de las víctimas de estos abusos, y entre medio, van apareciendo ideas, reflexiones personales, odios guardados por el colegio, los años de terapia post escolar y también las distintas maneras que tiene cada una de enfrentar el tema del abuso.

Yo me he limitado a leer los mail y no he contestado nada. Por un lado, no me gustan esas cadenas de mails con copias a tanta gente. Por otro lado, siempre he sentido que los mails se pueden mal interpretar. Con muchos de esos mails me he sentido identificada: me duele lo que está pasando en el que fuera mi colegio, me imagino el dolor que sienten los que por años han trabajado ahí y se la han jugado para que este colegio no desapareciera, pero también me preocupa y me da una pena enorme esas familias que confiaron en parvularias, coordinadoras, inspectoras, en todo un colegio, y que ahora saben que sus hijos fueron abusados en ese lugar. 

Me duele pensar en esos niños, chicos, indefensos, y en un daño que podría haberse evitado. Pero no es mucho más lo que pueda decir. Que hay que prevenir, que hay que enseñarles a los niños a cuidarse, que deben saber desde chicos a distinguir lo que es un cariño de un abuso. Pero qué más podemos hacer. Una de las compañeras, la que no vive en Santiago ni tiene a sus niños en un sistema educacional convencional, habla de dedicarse a los niños todo el día, no delegarlos con nadie, no confiar en nadie, no llevarlos a ningún lugar. Pero eso acaso, ¿es una educación real? Con esa ideología, ¿estamos protegiendo a los niños o los estamos aislando de la sociedad y de paso llenándolos de miedo? 

Otra aparece hablando de un secreto que guarda desde que egresó y que no ha contado nunca. Y todas esperamos que ahora nos cuente qué fue lo que pasó. Pero dice que no es nada, que no nos pasemos rollos, pero ya tiró el comentario y con él la ola del rumor. Otra habla de lo mal que le hizo el colegio y otra habla pestes de la directora y de la educación que recibió. Y los mails derivan en una especie de catarsis colectiva, en una especie de terapia post trauma escolar que me ya me tocado escuchar de amigos que vienen de otros colegios. Porque claro, el colegio nos marca -para bien y para mal- y nos deja para la vida recuerdos lindos y también feos, y para más de alguien recuerdos del horror. Y qué pena que para muchas esos traumas no hayan cicatrizado. O qué pena que por años guardes tanto rencor y que incluso temas que tus niños vayan al colegio. La que hablaba de cuidarlos todo el día incluso llegó a decir que había que cuidar a los niños de los abusos, de las drogas, de la homosexualidad y de la violencia. A mí más me preocuparía exponer a mis niños a ese tipo de ignorancia y discriminación.




03 julio 2012

décimo cuarto día de invierno

No fue buena idea salir sin mi manguito de piel. Ahora estoy congelada. Y con los dedos fríos no puedo escribir. Hasta mañana.

02 julio 2012

décimo tercer día de invierno

Me escribe un amigo desde la ribera del Sena y me sugiere retomar el mini taller. Dice que tiene un cuento nuevo, que lo quiere leer a todos, que apenas vuelva a Chile nos quiere ver. Le digo que sí a todo. Que vuelve el taller, que nos muestre su cuento, que nos volvamos a encontrar. 

Así que probablemente tengamos un revival del taller de Becky con sus antiguos alumnos: V, R, J, las señoras H y M, y quizás cuántos más. No sería mala idea para este frío invierno del 2012. Lo vamos a pensar.



01 julio 2012

décimo segundo día de invierno


"Celos" de Pedro Lira

Sigo resfriada, pero en pie. Eso de guardar cama no es lo mío. Así que con mocos colgando y nariz despellejada sigo funcionando por la vida. El viernes hasta organicé una comida. Y no cualquier comida, sino una comida india hasta con especies del más allá. Y creo que me quedó muy buena (aunque debo confesar que la encargué). Pero igual resultó muy buena, porque todos nos reímos mucho y lo pasamos de lo más bien.

Y ayer, con mocos colgando, partí a comprar parkas a las Beckitas y por pasar a tomarme una bebida -que la necesitaba tanto- pasé un mal rato gigante en el Ruby Tuesday del mall. 

Y hoy, con la nariz rojísima partí a ver la exposición de Pedro Lira, al Cultural de Las Condes, donde tomé esta foto del casi único cuadro que me gustó. Los otros dos cuadros que me gustaron fueron también de mujeres -uno de ellos el famoso cuadro de la mujer con la carta escondida-, y del resto no tengo mucho de que opinar. Y quizás quienes vayan a ver la exposición terminen creyendo que Pedro Lira no fue un gran pintor, pero lo cierto es que la muestra no es la buena, porque sólo juntó cuadros del Museo de Bellas Artes y de algunos bancos, pero olvidó a los coleccionistas que, querámoslo o no, son los propietarios de los mejores cuadros de Lira y su generación. Lo bueno es que la sala estaba llena de gente, lo que demuestra cierto interés, aunque hay quienes prefieran -como escuché por ahí- una sala vacía con una muestra buena que una sala repleta con una exposición que deja que desear.

Más en la nochecita fui a ver Sombras Tenebrosas en una sala muy fría del sector alto de la capital. Y ahora vuelvo a mi cama, con la nariz muy roja y fría, y los mocos asomando por la nariz. Me tomo el último tylenol del frasco y me voy a dormir.

Hasta mañana, si es que despierto.