27 diciembre 2007

Mi librero

Hoy empecé a embalar mi casa. Y como es de suponer, comencé con mis libros, mis bienes más preciados. Libros de arte y de literatura, novelas y noveluchas, diccionarios y enciclopedias, revistas de decoración y catálogos de punto cruz, libros antiguos -viejos, usados, heredados- y libros nuevos que no quise o no pude leer: todos los tesoros que he ido sacando del viejo estante de libros y que, de a poco, he comenzado a instalar en las virginales cajas de cartón cuyo destino es mi nuevo hogar.

Entre los hallazgos he encontrado varios de mis libros de infancia: el adorado libro de cuentos rusos, las novelas de Enid Blyton, el viejo diario de vida y un folleto de México que he atesorado desde los diecisiete años. También he encontrado cartas de amigas (algunas bien comprometedoras), postales, dibujos y varios poemas de amor que nunca envié. Por Dios que he guardado secretos durante estos años.

En este mueble están los libros de sexo y esoteria que más de alguna vez consulté en la adolescencia; están todos los diarios de Anaïs Nin y los libros de Henry Miller que leí a los dieciocho; están los clásicos ingleses, los Dostoivevski, Nabokov, Proust y Flaubert; los libros de moda, los McEwan, Amis y Roth, y los libros de autoayuda, de ayuno, tejido en telar, yoga y Kamasutra.

Los libros de viajes son tantos y sólo he usado el de Italia y París. Espera el de México, India y Escocia. También espera La Guerra y la Paz y cinco tomos de En Busca del Tiempo perdido. El Kamasutra ha sido hojeado a la ligera y la Antidieta todavía está encerrada en celofán. Pero hay otros que he leído más de una vez (Madame Bovary y Poemas de Paul Eluard, especialmente) y varios libros desarmados o subrayados por mi exceso de pasión.

Con las manos empolvadas he revisado mis lecturas desde los doce años hasta mis treinta y tres y, aunque no me enorgullezco de todos mis libros, por Dios que he leído durante estos años. Y por Dios que he acumulado historias en este lugar.

20 diciembre 2007

Libros para regalar (segunda parte)

Al revisar los catálogos de algunas editoriales, me acordé de otros buenos libros que leí durante el año o que quise leer, y que son excelentes opciones para regalar durante esta navidad.

En Ediciones B, por ejemplo, está El Velo Pintado, de Somerset Maugham, Bogotá 39: Antología del Cuento Latinoamericano, de varios autores y La Secretísima, la colección de cuentos policiales de Alberto Edwards Vives.

Entre las novedades de Random House Mondadori está Pastoral Americana, de Philip Roth, La Casa del Silencio, del nobel Orham Pamuk, De Nuevo, el Amor de la premiada Doris Lessing y No es país para viejos de Cormac McCarthy.

De otras editoriales, vale la pena leer Las Benévolas de Jonathan Littell, Suite Francesa de Irene Nemirovsky y Autobiografía de mi madre de Jamaica Kincaid.

Con estos recomendados, ya tienen hartos libros para el verano.




16 diciembre 2007

Libros para regalar

Ninguna de las listas de libros que he leído durante estos días me ha convencido lo suficiente. La de "Los 10 mejores libros del 2007" del Sunday Book Review me pareció incompleta, aunque por lo menos recomienda Los Detectives Salvajes, recientemente traducida al inglés, y que, sin duda, es la mejor novela de Roberto Bolaño.

De los libros sugeridos por los críticos del suplemento Artes y Letras de El Mercurio rescato Rápido, Antes de Llorar de Claudio Bertoni, Menos que Uno de Joseph Brodsky y Pelando la Cebolla de Günther Grass, aunque, sin duda, faltan varios libros destacados de este año.

De la lista que apareció en el suplemento El Cultural de El Mundo destaco las nuevas ediciones de Bartleby, el escribiente de Herman Melville, Ivanhoe de Walter Scott y El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Siempre se agradecen las buenas reediciones de los clásicos.

La selección que realizó la Revista Ñ de Clarín me pareció pobre, sobre todo porque tomó en cuenta sólo los títulos más "agraciados" por el mercado y excluyó los preferidos por la crítica. Así y todo, en el último párrafo no dejó de mencionar tres importantes autoras que se reeditaron este año: Dorothy Parker, Carson McCuller y Flannery O’Connor, que recomiendo absolutamente.

Por último de la lista de libros para regalar sugerida por el suplemento Babelia de El País, rescato la reedición de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë y Los Ensayos de Michael de Mointagne, que todavía no leo, pero recomiendo tal como lo hizo Flaubert con George Sand: "Léelo de principio a fin y cuando termines vuelve a leerlo, es una maravilla". Habrá que comprobarlo.

14 diciembre 2007

A quienes se han formado una idea sofisticada de Becky Sharp...

...quiero aclararles que:
  1. Becky Sharp prefiere los bares a los restaurantes.
  2. Toma tragos combinados, no cerveza ni champán.
  3. No puede dejar de bailar cuando la invitan a alguna reunión social.
  4. Es adicta a las liquidaciones.
  5. Trata a sus amigos de "Guachi", "Perri" y "Bebé".
  6. Cuando toma alcohol, coquetea hasta con las paredes.
  7. Y cuando no toma, se queda dormida en la mitad del salón.

"Vanity Fair" (2004)

11 diciembre 2007


"¡Ah!, ¡tener cultura!, ¡pronunciar correctamente los nombres extranjeros!, ¡estar bien informado, poder desarrollar seguro y fluido cualquier tema! Pero eso lleva años. Con una hora al mediodía y unas pocas horas por la noche, ¿cómo se puede competir con mujeres ociosas, que han leído desde la infancia?"
E.M. Forster

10 diciembre 2007

Un año

Este año descubrí que soy mejor lectora que escritora, que soy mejor madre que hija, que soy mejor amiga que hermana. Que ya no me puedo callar frente a las injusticias ni las discriminaciones, que adoro a mis hijos por sobre todas las cosas y que no busco tener más amigos, sólo quedarme con los mejores.

Este año no me enfermé de nada y pude pasar –por fin- un año entero sin caer en pabellones o camas. Fue un año sin nacimientos ni muertes, sin accidentes ni grandes dolores. Y a pesar de todo, fue un año triste y melancólico, donde muchas veces tuve ganas de llorar sin motivo aparente, donde muchas noches extrañé mi pieza de soltera, y a la niña flaquita que se quedó en los diecisiete años.

El 2007 no fue un año de premios ni grandes reconocimientos, lo que me hace pensar en abandonar la escritura. Pero fue un año de grandes lecturas y grandes hallazgos, de interesantes trabajos y nuevos orgullos. Fue el año en que descubrí que soy un mezcla extraña de cosas: católica, liberal, deslenguada, osada, honrada e inconformista, y que aunque a veces trate, no puedo dejar de juntar las cejas cuando algo me parece mal ni de pelear por lo que me parece justo, importante o simplemente digno de ser defendido.

Este año descubrí que preferiría tener mil libros que mil carteras. Que no me interesan las joyas ni los zapatos caros. Que aunque tenga 33, todavía me gusta vestirme como de 20. Que no soporto a los mentirosos ni a los snobs, y que, aunque a veces sueño con vivir a la orilla de un lago perdido, no soy una chica valiente ni aventurera, sólo una lectora voraz de las aventuras escritas por otros.

Este año no viajé todo lo quise, aunque con los libros recorrí Samoa, Nigeria, Estados Unidos, Japón, París e Inglaterra. Tampoco vi televisión ni muchas películas. Pero no me faltó tiempo para juntarme con mis amigos, para compartir un rico almuerzo con mis niñitas, para invitar a mi hijo a tomarse un jugo de chirimoya después del colegio ni para caminar por horas junto la orilla del mar.

Promocion Navidad

Fin de año
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Todo por Howards End

Ayer en la noche, después de haberme pasado toda la tarde leyendo al borde de la piscina de unos amigos, me acordé que no había comprado unas cosas y tuve que hacer una parada obligada en el Jumbo que queda en Bilbao. Para que se hagan una idea de la escena, les describo mi pinta: pelo húmedo, vestido corto, hawaianas y el típico bolso gigante de playa con la toalla, el trajebaño, las cremas, los anteojos, la billetera, unas calugas Sunny y mi libro Regreso a Howards End adentro. Nada de glamorosa, lamento decepcionarlos.
La cosa es que después de pasearme por todo el supermercado con el carro lleno de cosas, sortear diferentes obstáculos (especialmente humanos), esperar en la eterna fila de la caja y pagar con un cheque al día, me disponía a salir del Jumbo cuando al pasar por la puerta suena la alarma y me detiene el guardia, quien después de cerciorarse de que era mi cartera y no mi carro el que sonaba, llamó a la jefa de los guardias la que llegó, en un segundo, para obligarme a abrir mi inocente bolso playero.
Y ahí, a vista de todos quienes a esa hora salían y entraban al supermercado, tuve que sacar todas mis cosas hasta que entre los dos guardias encontraron el objeto que sonaba: era mi libro, mi Regreso a Howards End que hace poco había encargado a Buenos Aires y que venía con la alarma de la Librería Santa Fe. Entonces con la poca amabilidad que me quedaba en mi interior le expliqué a la señorita guardia que ese libro era de Argentina, que no lo había encontrado en Chile y que no había ninguna posibilidad que lo vendieran en el Jumbo, a lo que ella contestó "que debía comprobarlo". Y muy altiva se desapareció con mi libro durante 20 minutos mientras yo debí esperar con el otro guardia a que ella regresara.
Cuando volvió, me pasó el libro y me dijo "tome, no lo venden en Jumbo", y yo tomé mi mala edición de bolsillo, la guardé en la cartera y me fui furiosa sin contestarle. Qué le iba a decir, si ya me había arruinado mi plácida tarde de piscina.