05 diciembre 2012

Guerra y paz antes de que termine el año

Alcancé a leer Guerra y Paz antes de que terminara el año. El libro es entretenido y se lee rápido, a pesar de que es tan pesado que cuesta sostenerlo entre las manos. De verdad lo recomiendo (con las escenas de guerra incluidas), por lo menos para conocer al príncipe Andrei, que es el que se roba todas las escenas.   

Y después me leí El Sur, de Daniel Villalobos, que es bien bueno. Una novela sin grandes pretensiones, pero que encanta por lo simple y sincera. El libro me lo autorregalé hace poco -mientras compraba algunos regalos de pascua- y se lee tan rápido que llega a dar un poco de pena. 
También me compré un libro de ensayos de Lina Meruane, que ya empecé a leer junto a La Araña de Clarice Lispector. No sé cuál terminaré primero, pero no me quiero llevar ninguno de ellos de vacaciones, así que me tengo que apurar. Ando floja para escribir en este blog. Y lo hago solo para no perder la costumbre. Lo único que hago es escribir mi tesis (y tratar de terminarla antes de que empiece el 2013). Pero me gusta como está quedando y me entretiene escribirla y estudiar sobre el tema. Quizás cuando la termine, empiece altiro otra y luego otra más. Y me convierta en una tesista consecutiva. Ahora me voy a dormir. Gracias por seguir leyéndome (en especial tú, amigo extranjero). Nos leemos otro día.

                                                                                       




01 octubre 2012

últimos días de invierno

Lo siento. Me fui de viaje por muchos días. Y abandoné este blog durante los últimos días de invierno. Ahora en primavera espero seguir escribiendo en esta feria de vez en cuando. O de cuando en vez. Saludos desde Prospect Park.
Prospect Park, Brooklyn, NY

06 septiembre 2012

septuagésimo octavo y noveno días invierno

Rodrigo Costas


Amigos todos, aún no he partido y ya los echo de menos. ¿Sería posible vernos antes de mi viaje?
Sinceramente,
B.

04 septiembre 2012

Septuagésimo séptimo día de invierno

Mal de amor

No seas vanidosa amor mío
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco de éste.

Óscar Hahn
Premio nacional de literatura 2012

29 agosto 2012

64, 65, 66, 67, 68, 69, 70, 71 y 72 días de invierno

He estado desaparecida del blog. Pero ya retomo. Estos días han sido muy ajetreados: que las reuniones de colegio, que llevar y traer niños a dentistas y demases, que leer y escribir la tesis, que preparar el próximo viaje. Pero han sido días entretenidos. Días de más sol y menos frío, de salir con amigos a comer (no recomendaré el lugar, porque era bien malo), de ir al club a bañarme con mis niñitas a la piscina temperada, de salir a caminar por mi barrio, mi lindo barrio.

He andado tan tranquila que hasta los problemas me han resbalado. Se me perdió un lente de contacto mientras terminaba Tierna es la noche, y me dio lata, pero ya lo olvidé. Mandé a hacer uno nuevo, enriquecí a Rotter & Krauss, recibí un pésimo reembolso de la isapre. Pero ya, pasó, no me quitó la cara de felicidad.

Y ahora leo un libro nuevo (trato, porque entremedio me puse a leer a Judith Butler para mi tesis y casi no me queda tiempo), un libro que se llama HHhH, escrito por Laurent Binet, que viene a Chile en septiembre. 

Y gozo estos días casi primaverales desde la ventana de mi escritorio, con vista al magnolio que ya floreció, y pienso en lo afortunada que soy de tener este espacio -mi cuarto propio a lo Virginia Woolf-.

Nos vemos otro día, tengo un capítulo que terminar.

20 agosto 2012

Sexagésimo segundo y tercer día de invierno

Autor: Rodrigo Costas M.
Mi amigo Rodrigo hizo una serie de dibujos dedicados a las mujeres feas. Y me regaló éste, que cuelga en la pared de mi escritorio. Desde ahí me mira esta mujer viejona, pintarreajada, decadente, como un recordatorio diario de lo que no debo ser. 

Porque mujeres feas hay muchas y no es difícil convertirse en una. Como la profesora de tus hijos, que te parecía simpática, hasta que dejó ver su descriterio y se convirtió en la mujer más fea del universo. O la amiga que "a la pasadita" tira comentarios maliciosos de otras amigas -y de seguro de una también-. O esa mina medio pasada de copas que te empuja "sin querer" cuando pasas cerca de ella en un bar. La que no te saluda cuando anda con personas más importantes; la que presume de su trabajo y no tiene tiempo para nadie más; la que se enoja porque tus hijos le dan comida a las palomas en la plaza, pero que no duda en hacerse la amorosa cuando te tiene que pedir un favor. Y tantas más. 

Yo he sido muchas veces una mujer fea y es horrible. Una vez empujé a una mujer en el jumbo porque se me había colado en la fila de la cafetería, y he sacado a gente en facebook por cosas muy estúpidas. También me he aprovechado de mi mala visión y he dejado de saludar gente. Y he pelado. Peor, he descuerado a otras mujeres feas -como esa vieja que vino a mi casa y me enjuició por tener como adorno un libro perforado que había comprado hace años en una tienda de decoración-, mujeres feas y estúpidas que hablan sin saber, sin conocer, y de las que uno debe huir de inmediato. Y, por supuesto, evitar parecerse.

  

15 agosto 2012

quincuagésimo séptimo día de invierno

No pude encontrar en ninguna biblioteca la edición de Soledad de la sangre que se editó en Montevideo en 1967 y que tiene el importante prólogo de Ángel Rama que necesitaba para mi tesis. Así que tuve que comprar el libro y, con el dolor de mi alma, pagar las 12 lucas que me pedían en la librería El Cid. Pero me quedé con el libro y no con las fotocopias del famoso prólogo (que me habrían costado menos de luca aunque de seguro terminarían más temprano que tarde en algún basurero de esta casa).

Tampoco encontré liebre (transporte escolar) para que lleve a mis niñitas al colegio mientras estoy de viaje. Parece que en el colegio no se usa que las niñas lleguen adentro de un furgón. Así que tuve que contratar a una antigua baby sitter para que en las mañanas haga de chofer y me lleve a las Beckitas al colegio. En auto, que es como llegan todas.

Y tampoco encontré el libro de lectura que le pidieron a la Beckita mayor para este mes. El libro se llama Esperanza Renace y no lo venden en ninguna librería ni tampoco está en kindle, para encargarlo como lo hice la otra vez. Y me da harta lata que le pidan libros de lectura que no vendan ni estén en bibliotecas, y que en la biblioteca de su colegio no alcancen los ejemplares para todas las de la generación. 

Mejor me voy a leer. Un libro usado, de 1967, que me costó 12 lucas en la librería El Cid. Y que seguro no lo vendo ni en seis. Prometo que cuando termine esta tesis lo donaré a la biblioteca de la Chile. Y si encuentro Esperanza Renace lo guardaré para la otra Beckita y después lo venderé. 


14 agosto 2012

53, 54, 55 y 56 días de invierno

-escribir el capítulo 2 de la tesis
-seguir leyendo a fitzgerald
-preparar mi viaje
-agradecer por tener tan buenos amigos

10 agosto 2012

Pezoa Véliz, Poeta de los Marginados

Una nueva recopilación nos vuelve la mirada hacia este poeta de fines del XIX que escribió sobre campesinos y pobres, y sobre un mundo “moderno” que le parecía injusto y desesperanzador.

Soledad Rodillo M.


Para Carlos Pezoa Véliz (1879-1908) la poesía no debía ser inofensiva ni sublime ni preciosista. La poesía debía mostrar, delatar, hacerse parte de “la miseria y la injusticia” que se desbordaban por Chile a comienzos del 1900 y que parecían resaltar ante la llegada del incipiente progreso. Por eso sus temas más recurrentes fueron la inequidad, la explotación de los campesinos y la pobreza, y sus personajes favoritos, las víctimas de este mundo más moderno: aquellos a los que la sociedad tachaba de vulgares, insignificantes y marginales, y todos los que “han rozado la parte suculenta del banquete humano sólo con el deseo”.
Como cronista del infortunio, Pezoa Véliz reparó en las vidas anónimas y en los personajes relegados de la literatura y de la sociedad. Escribió de vagos, campesinos, prostitutas, mendigos y borrachos, “con los ojos bien abiertos al entorno social de su tiempo, que era mayoritariamente pobre, y pobre tirando a miserable”, como apuntó Manuel Vicuña en el prólogo de Nada, la antología de Pezoa Véliz que acaba de publicar Ediciones UDP, “y esto sin escudarse en las nociones de recato o buen gusto inscritas en la estética preciosista”.

Desesperanza

No se tienen mayores datos sobre la infancia de Carlos Pezoa Véliz, salvo que nació en Santiago en 1879 y que a sus pocos años fue dado en adopción. Sobre su preparación académica se sabe que estudió en varios colegios y que a los 19 años entró al ejército, de desertó al poco tiempo para volver a su vida bohemia. Su obra, que había sido publicada sólo en periódicos y revistas de la época, fue recopilada en 1912 por su amigo Ernesto Montenegro en Alma Chilena. Más tarde, en 1927, Armando Donoso recopiló poemas y artículos periodísticos en Campanas de Oro, y en 1957 Nicomedes Guzmán amplió esta recopilación y publicó Antología de Carlos Pezoa Véliz. Ahora Ediciones UDP publica Nada, una antología cuya selección estuvo a cargo de Germán Carrasco, y que incluye poemas como Nada, Alma Chilena y Tarde en el hospital, además de obras en prosa.
Los poemas de Pezoa Véliz muestran una visión desencantada del mundo y de la vida, y un sentimiento de fatalidad que son temas recurrentes en la literatura modernista a la que el poeta se acerca en determinados momentos, y que se hace parte de un período histórico y social de crisis, guerras y profundos cambios sociales. Carlos Pezoa Véliz siente la injusticia desde su nacimiento, cuando es adoptado por un matrimonio mayor, que le da una casa pero no afecto. “Su educación es descuidada como la de todos esos pobres seres que se recogen de la calle, más por satisfacer una egoísta afección paternal que por los deberes que impone la verdadera paternidad”, escribió Ernesto Montenegro en Alma Chilena. En ese mismo prólogo, Montenegro nos hará una pincelada de la adolescencia de Pezoa Véliz, marcada por sus “merodeos por los barrios lejanos”, donde conocerá la pobreza de quienes viven en “el jergón de las viviendas de favor” y donde pasará hambre y frío como muchos en esa época.
Ante este mundo injusto y cambiante, Pezoa Véliz se siente desamparado e intranquilo. Y esta incertidumbre puede verse en su poema Nada, que habla del hallazgo de un cadáver en la calle del pueblo: un joven que nadie conoció pese a que solía pasar por la ciudad-, y que nadie parece echar de menos, por estar todos inmersos en sus propias preocupaciones.

Fatalidad

“En medio de una sociedad abrumadoramente materialista y tan satisfecha de su falta de ideales, el poeta [del modernismo] se siente como un expatriado, y aún como un perseguido”, escribió Mario Rodríguez en El modernismo en Chile y en Hispanoamérica, y esta concepción –que viene del Romanticismo y nos recuerda a Allan Poe y Baudelaire- va a darle al poeta, por un lado, la sensación de encontrarse fuera de este mundo cruel e inhumano, y por otro lado, la libertad para poder crear poesía desde su rechazo del mundo y sobre su distante relación con él.
En sus poemas, Carlos Pezoa Véliz nos va a mostrar en gloria y majestad a este poeta abatido de fin de siècle: al vate enamorado de la mujer mundana –de la prostituta, de la corrompida-, un poeta pobre, miserable y hambriento, y que ve en su destino sólo tristeza y fatalidad. Y va a recrear –como en Nocturno- el ambiente de esta bohemia dolorosa: un ambiente corrupto con enfermedades, alcohol y miseria- y similar al que describe Dumas en La Dama de las Camelias y Murger en Escenas de una vida bohemia.
Su poesía va a recurrir a los motivos más clásicos del modernismo –como la imagen devastada del mundo o de la mujer fatal-, pero también va a estar influida por una fuerte mirada hacia Francia –de sus lecturas de Baudelaire y Zolá-, por unos claros vistazos hacia la cultura greco-romana, y también por una profunda mirada a su interior: a su país, a las costumbres chilenas, a la vida de campo y al tema social de la injusticia y la explotación campesina. “Pezoa Véliz mezcló la tradición de la lira popular, de las décimas voceadas en las plazas y en los mercados, con expresiones de la cultura más prestigiada y canónica”, escribió Vicuña en Nada, “y todo mientras incursionaba en los ámbitos de la emergente industria cultural masiva”.
Este multiculturalismo, que a su vez es sincrético con la conciencia artística de otras latitudes, se ve reflejado en el uso recurrente que hace del francés y de las imágenes que llegan del París bohemio del siglo XIX, como cuando habla de buhardillas, burdeles y cafés o insiste en asimilar a la criolla Ana –en Nocturno- a una parisién. Es una poesía con opio y tuberculosis -como la poesía europea de la época-, con mandolinas y golondrinas - símbolos del Modernismo-, con alusiones a los dioses griegos y a personajes de Víctor Hugo y Daudet, y llenas de citas a Lamartine, Huysmans, Cervantes y Quevedo.
En ese sentido, no es extraño que su obra sea diferente de la de sus contemporáneos, pues a los motivos ya explicitados, él fue capaz de agregar humor e ironía, incluso a los poemas más dolorosos y melancólicos; conjugar evasión y arraigo en un mismo poema –como en Nada-, y mostrarnos -en un entorno campesino- la impersonalidad de un mundo que se dice “moderno”.

48, 49, 50, 51 y 52 días de invierno

Centro comercial Pirámide del Sol

Perdón por tenerlos tan abandonados, pero esta semana no me he sentado frente al computador. Y entre una cosa y otra no me había hecho el tiempo de abrir este blog. Pero esta semana avancé en otras cosas: fui a ver a mi sobrino, que había estado de cumpleaños y no lo había podido saludar, y a conocer a la guagua una amiga, que había nacido hace cuatro meses. También me junté con mis amigas de magister -que me tenían mis regalos de cumpleaños guardados desde mayo- y terminé y entregué el primer capítulo de mi tesis.

También leí durante estos días. Y arreglé mi iphone (y lo desbloqueé de paso) y mientras esperaba me comí un churrasco tomate en el Liguria con mis dos hijas. Nos reímos tanto que casi nos caemos de la silla y gozamos en el ascensor panorámico del viejo centro comercial. 

También fui al dentista -con uno, con todos- y corrí de un lugar a otro para cumplir con todo. Y ahora que es viernes me siento exhausta de tanto andar en auto, de tanto acarreo de niños propios y ajenos, de tanto cumplir con visitas, reuniones, horas de doctores y demases. Ahora sueño con una siesta. O con salir a caminar.

Qué bueno que llegó el fin de semana.





05 agosto 2012

cuadragésimo quinto, sexto y séptimo día de invierno

Viernes. Frío y sopa.

Sábado. Campeonato de voleibol de la Becky grande y primera comunión de mi ahijado.

Domingo. Día del niño. Día del niño Tomás González.

Tomás González logra 4º lugar en suelo

01 agosto 2012

cuadragésimo tercer día de invierno


Ah, y me olvidaba. Esta es la novela que estoy leyendo: Tierna es la noche. En una edición no tan linda como la de la foto y que me llega a dar vergüenza en la sala de espera del kinesiólogo, porque parece libro de autoayuda.

Pero es la que edición que encontré (y que llevo en la cartera para leer en las esperas afuera del colegio, afuera del kinesiólogo, afuera de las clases de batería, de inglés, de atletismo, volleyball o lo que sea). 

En esos momentos de espera diarios -que suelen ser muy aburridos y en los que no sólo me pregunto dónde están los abuelos de estos niños, sino también su padre-, en esos momentos saco mi libro, el que esté leyendo, y me olvido de la lata y vuelvo a ser feliz. 

Nos vemos otro día de invierno. Quizás mañana, que puede ser un día de lluvia.

31 julio 2012

trigésimo noveno, cuadragésimo, cuadragésimo primer y cuadragésimo segundo día de invierno

Risotto de camarones. Casita de Barreales, Santa Cruz.

Este fin de semana de invierno estuvo muy rico. Una comida el viernes en el París Saigón para celebrar a mi amado, y el cumpleaños de mi gran amiga Valentina, en el campo, el sábado. Y el domingo, un paseo a Chépica y Santa Cruz, que partió muy temprano y que terminó con un estupendo almuerzo peruano en La casita de Barreales y  una visita al ecléctico museo de Colchagua. 

Y como no he parado, me era imposible postear. Desde el celular no es tan simple. Pero tenía presente compartir estos primaverales días de invierno con ustedes, queridos lectores de este blog. Ahora comencé una nueva lectura -otra novela de Fitzgerald-, que hasta el momento me ha gustado mucho. Y descubrí un restaurant peruano exquisito en la VI región. Además descubrí que soy la mujer más feliz cuando salgo de paseo, que me encanta salir fuera de Santiago y que cuando tenga una hija le pondré Chépica. Fuera de broma, soy muy feliz saliendo de la ciudad (y también regresando) y estos últimos fines de semana, que han sido tan intensos, han resultado muy entretenidos. Las idas a la nieve, el cumpleaños en Mallarauco, la visita a la VI región no podrían haber sido mejores paseos, con aire puro, amigos con los que pasar un buen rato, comida rica, lindos lugares, mi amado y mis niños. 

Hay días -en especial en las vacaciones de invierno- que me pregunto: ¿dónde están los abuelos de estos niños? Y sueño con que se los lleven por el día, les hagan panoramas y me dejen sola. Pero como nunca ha pasado, desde siempre los he tenido a mi lado. Y al final ha sido bueno, porque son niños que comparten con nuestros amigos, que van a todas partes con nosotros, que están acostumbrados a tener su opinión y a expresarla, que nos conocen harto. No son niños criados por nanas ni por abuelos. Son niños criados por nosotros; niñitas que todas las mañanas esperan por turno para que yo les haga el moño para ir al colegio; niños que ven todas las películas con nosotros, niños que odian y les encanta salir de paseo y que sólo nos dejan de lado cuando están con sus amigos; niños que valoran nuestra opinión y a los que se les ha tratado de educar en libertad. Son niños que saben altiro si el restaurant nos  va a gustar y que apenas entramos al Museo de Colchagua preguntaron si las cosas que estaban viendo eran auténticas y tenían valor.

Y no sé qué saldrá de todo esto, posiblemente nos equivoquemos en muchas cosas y ellos mismos terminen criticando el estilo de educación que les hemos dado. Pero son hijos nuestros: críticos, opinantes y exigentes, y también simpáticos, saludables y buenos para la risa. Un poco como nosotros. Un poco mejores. Un poco como ellos. 







25 julio 2012

trigésimo sexto día de invierno

Mis hijos quieren conocer el Costanera Center, pero Mr. Sharp se niega a entrar. Dice que quiere morir sin conocerlo. Yo no soy tan drástica, pero hasta el momento no me ha entrado la curiosidad. Mi amigo C dice que vale la pena, en especial para ver los cientos de personas que llegan al lugar y que -celular en mano- quieren fotografiar cada rincón: la cascada, las luces, la vista desde el techo al suelo del lugar.

Yo, para no ser menos, también fotografío mi mall. Es un caracol que queda en Apoquindo y que no tiene luces ni baño ni menos agua en movimiento. Es un caracol VIP, así se llama, quién sabe bien por qué. Hoy llevé a mi hija a comprar unos géneros para el colegio y le mostré lo impreciso que puede ser el nombre VIP. Y le quedó claro. VIP no es sinónimo de elegancia ni de fineza, menos de exclusividad. 
Pero no quiero menospreciar mi caracol favorito. Mi mall del género y de la compostura de ropa. Quizás no es el mall más lindo de Chile, pero acaso ¿hay alguno que lo sea? 

El VIP es un centro comercial divertido, donde puedes encontrar todas las cosas que no venden en casi ningún otro lugar. Un lugar para encontrar género a cuadrillé y toiles de Jouy de todos los colores, y unos locales más abajo un lugar donde plastificar hasta a tu mamá (y donde yo recuerdo haber mandado a hacer mudadores y canastitos para cada uno de mis niños), y también objetos religiosos al lado de un local de trajebaños donde puedes hacerte el bikini con la bandera que más te guste, desde la chilena a la inglesa, pasando por la estadounidense, la francesa y la de la ex-urss. No es un mall cualquiera, es un mall-caracol. Y es VIP. Con lo malo y lo bueno que eso implique.

24 julio 2012

trigésimo cuarto y trigésimo quinto día de invierno



bolsa de comercio de santiago
Me suelen pasar cosas ridículas todos los días. Ayer, por ejemplo, tuve que ir a la bolsa de comercio a sacar unas fotos de la fachada y por terminar de comerme unas calugas -que había comprado en la Varsovienne que está frente al teatro Municipal-, decidí hacer tiempo dándome una vuelta por la cuadra. Cuando volví a sacar la foto habían instalado en el frontis del edificio un andamio y una decena de tarros de pintura y por supuesto me quedé sin sacar la foto que me habían encargado (pero muerta de la risa y con los dientes pegoteados). 


Para no perder el viaje entré con la Beckita mayor a recorrer el edificio y hasta ingresamos a la rueda donde se transan las acciones. A la vuelta pasamos por la Picá de Clinton y nos reímos de la tontera de las calugas y del boliche que lleva el nombre de un ex presidente de USA que hace años pasó a tomarse una cerveza en ese lugar.

Hoy, en cambio, no fui a pasearme al centro de Santiago sino que me quedé por Providencia. Tenía que hacer unos trámites y entre medio me junté a almorzar con mi amigo R.O. El lugar elegido no fue la Picá de Clinton sino nuestro clásico Huerto de Orrego Luco. Pedimos lo mismo: sopa y ensalada, "iguales", nos dijo la garzona e igualmente compartimos el pan, la salsita y un par de limonadas. Entre todo lo que conversamos volvimos a los temas recurrentes: el mini taller y su novela, y llegamos a la conclusión que hay que poner fecha para su publicación. El viernes tenemos que conversarlo con nuestro editor estrella, pero creo que esa novela no puede seguir guardada en un cajón. Al momento de pagar ocurrió otro momento ridículo, por suerte esta vez no a mí. Desde la mesa del lado escuchamos un grito. Al parecer la garzona, con una servilleta, había llevado una abeja a la mesa, una abeja que picó a nuestra vecina en el dedo y que ahora nos miraba a todos con cara de explicación. Y qué le podíamos decir, si estábamos en el Huerto, entre limonadas, quinoas, alfalfas y tomatitos. Un lugar paradisíaco para una abeja. Y también para dos amigos que hablaban de una novela en un cajón.


19 julio 2012

vigésimo noveno y trigésimo día de invierno

V. está en Londres. R. está en Buenos Aires. C y O vienen llegando de su viaje por Europa. Y yo me pregunto, ¿cuándo le tocará a Becky? Quizás luego, es lo único que puedo adelantarles. No sé para dónde ni para cuándo, pero yo también saldré de este país. Espero, eso sí, estar de vuelta para el concierto de Feist, que ya confirmó venida a Chile. Mientras les dejo una canción de ella, y nos vemos otro día de este invierno.


17 julio 2012

vigésimo quinto, vigésimo sexto, vigésimo séptimo y vigésimo octavo día de invierno

Volví. Y ahora tengo celular.
Los niños siguen en vacaciones de invierno y hace harto calor.
Mi hijo mayor mira mi celular nuevo y dice que le gusta. Yo quería blanco, como el de antes, le digo. Y él me contesta que el negro es como de mujer inteligente. No le contesto nada.
Un rato después me dice que se hizo un instagram, pero que no lo va a usar. Es como de gay, ¿cierto?, me pregunta. Yo tengo, le digo. No me contesta nada.
Él sabe que las cosas no son de mujeres tontas o inteligentes, de gays o no gays. Él lo sabe, pero quiere que le conteste lo que pienso. Es una de sus tantas provocaciones. Como cuando me dice que los hombres son superiores, que los periodistas no ganamos plata y tantas cosas más. Y suelo contestarle, pero hoy no le voy a dar en el gusto. Y está acostado a mi lado, sin saber que escribo de él, y sigue esperando mi discurso feminista e igualitario. Pero hoy sólo lo miro y me sonrío. Él sabe lo que pienso y yo también sé lo que piensa él. Y por eso estoy tranquila.


13 julio 2012

vigésimo segundo, vigésimo tercer y vigésimo cuarto día de invierno


Llevo varios días desconectada porque apenas llegué a la playa murió mi celular. Y de un plumazo me quedé sin llamadas, sin contactos, sin twitter, instagram e Internet.  Al principio me sentí rara, sin saber de mis amigas, sin tener el adorado whatsapp, sin poder llamar a nadie o que me llamaran. Pero después me sentí libre como hace tiempo no me sentía y la verdad es que pasado unos días muy entretenidos con mis hijas y sus amigas.

Han sido días de paseos, caminatas por la playa, subidas al cerro y conversaciones sobre las rocas. El mundo de las niñitas es un mundo entretenido y que me trae recuerdos de mi propia infancia. Me cuentan de sus compañeras, de sus amigas, de las que no les caen bien, de las profesoras y nos hemos matado de la risa. También he aprovechado de leer y de adelantar algo de mi tesis. El libro que me regaló mi amiga me lo terminé en un par de días, aunque por desgracia, no me gustó. Hace tiempo que no me pasaba eso –de no gustarme un libro- porque los elijo bien antes de comprarlos, entonces es raro que me encuentre con algo que no sea de mi gusto. Y con éste me pasó, pese a que antes había leído cosas de Siri Hustvedt que me habían gustado.

Sin duda no es el mejor libro de ella y está todo escrito en un tono medio evocador medio ensoñador que me molestó. Es literatura de mujeres, pero mala literatura de mujeres, con llamados continuos al lector que terminan por agotar y una trama tan predecible como tonta. Ojalá no me esté poniendo grave o muy quisquillosa, pero ciertamente el libro me pareció muy superfluo –a pesar de los constantes alardes literarios, filosóficos y sicológicos- que me hicieron pensar en una autografía de la misma autora y en los libros de Marcela Serrano, y también en esa cosa tan tonta como soberbia en la que caen algunos escritores de querer meterlo todo en un libro, siendo en este caso el resultado muy malo.

Ahora sigo con uno de Lorrie Moore que está muy bueno. Y con mis caminatas a la isla seca, donde está la vista que más me gusta de este lugar. Y con las películas en la noche y con los pasteles de la Ligua, que cada día encuentro más secos, y con mi celular malo quizás por cuantos días más.

Nos vemos otro día (cuando pase por el cybercafé)


10 julio 2012

vigésimo primer día de invierno

Escribo desde un celular quebrado. Y no ne gusta escribir así.
Llegué con una manada de niñitas a la playa. El día está frío, pero lindo. Y lo estamos pasando muy bien.

09 julio 2012

vigésimo día de invierno

Estoy cansada. No quiero escribir. Ni siquiera me da para subir al tercer piso y prender el computador. Por eso escribo desde el iPad. Y espero que todos se queden dormidos para leer.  Hoy empiezo un nuevo libro. Me lo regaló mi amiga Carolina para mi cumpleaños y se llama "Un verano sin hombres". Divertido título si lo pienso. Lo empiezo ahora que parto a la playa con mis hijas y sus amigas a nuestras clásicas vacaciones de invierno de puras mujeres. Veamos qué tal nos va. Con el libro. Y con las vacaciones.  

08 julio 2012

décimo noveno día de invierno

Esto de postear todos los días no es fácil para mí. En especial los fines de semana, cuando ni me acerco al computador. 

Hoy fui a la nieve por el día y estuvo muy bueno el paseo. Mientras bajaba pensé sacar unas fotos con el iphone y subirlas a instagram (qué ridícula que soy) y ahí me percaté que mi celular se había quebrado. Debe haber sido con alguno de los porrazos que me pegué. Mañana les cuento más detalles.

Nos vemos.

07 julio 2012

décimo octavo día de invierno


No es fácil para una dulcera vivir al lado de una de las pastelerías más ricas de Santiago. Basta que el día se ponga un poco frío y mis pies se van solitos en busca de un alfajor o un pastel de manjar/lúcuma bañado en merengue fresco. Los que vamos en la mañana son los desesperados por algo dulce y los viejitos que compran temprano para esperar a sus hijos o nietos a la hora del té. Los de la tarde son las madres, los papás dulceros, los niños que necesitan sus bolitas de nuez, los que recibieron invitados de último minuto y los que caen en el antojo después del almuerzo sabatino. Yo hoy día fui dos veces: en la mañana por bolitas y en la tarde por pastel. Y aquí me tienen, endulzada hasta la última gota de sangre,  arrepentida de todo lo comido, anestesiada sin saber si estudiar, leer, escribir o simplemente echarme a dormir. Pero en el fondo, feliz -y agradecida- de todo el manjar recibido.

06 julio 2012

décimo séptimo día de invierno



No soy una gran fan de Mad Men, pero me mata el canto "Zou bisou bisou" que le dedica Megan a Don para su cumpleaños. Está perfecto para un viernes en la noche.

05 julio 2012

décimo sexto día de invierno

El colegio donde estudié está siendo investigado por supuestos casos de abusos sexuales a los niños del preescolar. El tema está recién empezando, pero ya hay dos procesados y se supone que habría más gente involucrada en estos abusos. Yo salí hace 20 años del colegio y no conocí a los sospechosos de los abusos, pero el tema igual me llega, porque mal que mal es el colegio donde pasé una buena parte de mi vida. 

Pero además me llega porque soy mamá y soy apoderada (de otro colegio) y me preocupa que ocurran estos casos de abusos en los lugares donde uno cree que sus hijos están bien cuidados. Me preocupa el no saber en quién confiar, en quién creer, hasta dónde soltar para no caer en una excesiva desconfianza y paranoia, que también puede generar daño en los niños. El tema no es fácil.

Y mientras pienso en esto y lo comento con mis más cercanas amigas del colegio, comienzan a llegar los mails de antiguas compañeras de curso. Una que propone mandar una caja de chocolates al colegio, a la directora que lleva mil años en el colegio y que de seguro está pasándolo pésimo con esta investigación, otra que propone mandar los chocolates, pero a las familias de las víctimas de estos abusos, y entre medio, van apareciendo ideas, reflexiones personales, odios guardados por el colegio, los años de terapia post escolar y también las distintas maneras que tiene cada una de enfrentar el tema del abuso.

Yo me he limitado a leer los mail y no he contestado nada. Por un lado, no me gustan esas cadenas de mails con copias a tanta gente. Por otro lado, siempre he sentido que los mails se pueden mal interpretar. Con muchos de esos mails me he sentido identificada: me duele lo que está pasando en el que fuera mi colegio, me imagino el dolor que sienten los que por años han trabajado ahí y se la han jugado para que este colegio no desapareciera, pero también me preocupa y me da una pena enorme esas familias que confiaron en parvularias, coordinadoras, inspectoras, en todo un colegio, y que ahora saben que sus hijos fueron abusados en ese lugar. 

Me duele pensar en esos niños, chicos, indefensos, y en un daño que podría haberse evitado. Pero no es mucho más lo que pueda decir. Que hay que prevenir, que hay que enseñarles a los niños a cuidarse, que deben saber desde chicos a distinguir lo que es un cariño de un abuso. Pero qué más podemos hacer. Una de las compañeras, la que no vive en Santiago ni tiene a sus niños en un sistema educacional convencional, habla de dedicarse a los niños todo el día, no delegarlos con nadie, no confiar en nadie, no llevarlos a ningún lugar. Pero eso acaso, ¿es una educación real? Con esa ideología, ¿estamos protegiendo a los niños o los estamos aislando de la sociedad y de paso llenándolos de miedo? 

Otra aparece hablando de un secreto que guarda desde que egresó y que no ha contado nunca. Y todas esperamos que ahora nos cuente qué fue lo que pasó. Pero dice que no es nada, que no nos pasemos rollos, pero ya tiró el comentario y con él la ola del rumor. Otra habla de lo mal que le hizo el colegio y otra habla pestes de la directora y de la educación que recibió. Y los mails derivan en una especie de catarsis colectiva, en una especie de terapia post trauma escolar que me ya me tocado escuchar de amigos que vienen de otros colegios. Porque claro, el colegio nos marca -para bien y para mal- y nos deja para la vida recuerdos lindos y también feos, y para más de alguien recuerdos del horror. Y qué pena que para muchas esos traumas no hayan cicatrizado. O qué pena que por años guardes tanto rencor y que incluso temas que tus niños vayan al colegio. La que hablaba de cuidarlos todo el día incluso llegó a decir que había que cuidar a los niños de los abusos, de las drogas, de la homosexualidad y de la violencia. A mí más me preocuparía exponer a mis niños a ese tipo de ignorancia y discriminación.




03 julio 2012

décimo cuarto día de invierno

No fue buena idea salir sin mi manguito de piel. Ahora estoy congelada. Y con los dedos fríos no puedo escribir. Hasta mañana.

02 julio 2012

décimo tercer día de invierno

Me escribe un amigo desde la ribera del Sena y me sugiere retomar el mini taller. Dice que tiene un cuento nuevo, que lo quiere leer a todos, que apenas vuelva a Chile nos quiere ver. Le digo que sí a todo. Que vuelve el taller, que nos muestre su cuento, que nos volvamos a encontrar. 

Así que probablemente tengamos un revival del taller de Becky con sus antiguos alumnos: V, R, J, las señoras H y M, y quizás cuántos más. No sería mala idea para este frío invierno del 2012. Lo vamos a pensar.



01 julio 2012

décimo segundo día de invierno


"Celos" de Pedro Lira

Sigo resfriada, pero en pie. Eso de guardar cama no es lo mío. Así que con mocos colgando y nariz despellejada sigo funcionando por la vida. El viernes hasta organicé una comida. Y no cualquier comida, sino una comida india hasta con especies del más allá. Y creo que me quedó muy buena (aunque debo confesar que la encargué). Pero igual resultó muy buena, porque todos nos reímos mucho y lo pasamos de lo más bien.

Y ayer, con mocos colgando, partí a comprar parkas a las Beckitas y por pasar a tomarme una bebida -que la necesitaba tanto- pasé un mal rato gigante en el Ruby Tuesday del mall. 

Y hoy, con la nariz rojísima partí a ver la exposición de Pedro Lira, al Cultural de Las Condes, donde tomé esta foto del casi único cuadro que me gustó. Los otros dos cuadros que me gustaron fueron también de mujeres -uno de ellos el famoso cuadro de la mujer con la carta escondida-, y del resto no tengo mucho de que opinar. Y quizás quienes vayan a ver la exposición terminen creyendo que Pedro Lira no fue un gran pintor, pero lo cierto es que la muestra no es la buena, porque sólo juntó cuadros del Museo de Bellas Artes y de algunos bancos, pero olvidó a los coleccionistas que, querámoslo o no, son los propietarios de los mejores cuadros de Lira y su generación. Lo bueno es que la sala estaba llena de gente, lo que demuestra cierto interés, aunque hay quienes prefieran -como escuché por ahí- una sala vacía con una muestra buena que una sala repleta con una exposición que deja que desear.

Más en la nochecita fui a ver Sombras Tenebrosas en una sala muy fría del sector alto de la capital. Y ahora vuelvo a mi cama, con la nariz muy roja y fría, y los mocos asomando por la nariz. Me tomo el último tylenol del frasco y me voy a dormir.

Hasta mañana, si es que despierto.



29 junio 2012

décimo día de invierno


Sigo muy resfriada y a punta de tynelol. Pero apenas me quedan cuatro cápsulas, que no me van a durar mas que un par de días más. Me acuerdo de mi último día en NY. Faltaban unas horas para irnos al aeropuerto, así que aproveché de pasar por la farmacia a comprar todas esas cosas gringas que no venden acá: tylenol, pasta de dientes rembrandt, las pinzas buenas. Y justo me llega un mensaje de mi marido: que no compre nada, que aproveche de pasear por Central Park. Y me convenció de inmediato,  y no compré nada, salvo un frasco de tylenol que me acompañó en mi última caminata por el famoso parque de la ciudad.

Y ahora estoy tan arrepentida. Porque para una (que es fallada y no puede tomar casi nada cuando está enferma), el tylenol es la mejor solución. No interfiere con el anticoagulante que tomo, ni tiene ningún elemento descongestionante (contraindicado para enfermos del corazón), pero a la vez te mejora, te hace sentir bien. Y sólo me quedan cuatro cápsulas. Y un resfrío que puede durar perfectamente cuatro días más.

La Beckita menor también está resfriada. Y juntas, desde la cama, miramos por la ventana el tulipero sin hojas. Y comemos mandarinas. Prendemos y apagamos el matinal del 13. Nos sonamos hasta dejarnos la nariz roja. Nos acompañamos en nuestro resfrío. Y terminamos el frasco de tylenol que traje de NY.

28 junio 2012

noveno día de invierno


Llueve y estoy muy resfriada. No tengo ganas de escribir. Mi gata se hizo pipí en las cortinas recién lavadas. Mis niños también están resfriados y, entre mocos, tratan de estudiar para las pruebas coeficiente 2. Mi coeficiente intelectual baja en cada estornudo y sólo me da para leer. Hoy no quiero preparar comida. Quiero que llegue mi hombre y se encargue de todo por mí. Pero no pierdo la calma. Como dice la bandera que sacó Inglaterra durante la segunda guerra mundial: keep calm and carry on. También llevo la consigna en el protector de mi celular. Y trato de acordarme de ella mientras me sueno con una mano y con la otra reviso el cuestionario de lenguaje de mi hija mayor.

27 junio 2012

octavo día de invierno

Las Beckitas han estado ensayando una obra musical en el colegio. La obra se llama Prinzessin Lilliffe, y ellas actúan bailando y tocando instrumentos, aunque lejos de cualquier rol estelar.
Y están felices. En especial, felices de no haber sido Lilliffe. "Mamá, ¿cómo se te ocurre que yo iba a ser princesa?", me dice una. "Qué atroz ser Lilliffe, me muero del horror", me dice la menor. Mis hijas no sueñan con ser princesas. La verdad, ahora que lo pienso, nunca soñaron con ser algo así. Me acuerdo que cuando eran chicas les gustaba disfrazarse de animales, de futbolistas, incluso de power rangers. Y el disfraz de princesa -ese que yo les había comprado- permanecía colgado -impecable, ordenadito- en el clóset y sólo lo usaron medio obligadas en una y otra ocasión. Y no es que no les guste el protagonismo. Todo lo contrario. Sueñan con ser famosas: una famosa cantante, una; una famosa modelo, la menor. Y viajar por el mundo y ser azafatas o doctoras o profesoras de baile o periodistas. Y quizás casarse, pero siempre, siempre, vivir cerca de su mamá. 

26 junio 2012

séptimo día de invierno

Escribo y deshago mi tesis. No me acomodan las palabras doctas e insisto en escribir algo que cualquiera pueda entender. Y me quedan párrafos entretenidos, vivos, claros, pero que no sé si son los apropiados para una tesis de magister. Por mi ventana veo árboles gigantes y un sol de invierno que calienta hasta las 6. También veo a mi perro acostado sobre los adoquines, gozando con los rayos del sol.

Tengo ganas de comerme un chaufa de camarones. De esos ricos que preparan en el Olán o en el restaurant del centro que mis amigos me tienen prohibido mencionar. Es que no quieren compartir el dato con más gente y que se termine llenando demasiado -como pasó con el boliche de doña Celestina- y que los precios terminen por las nubes. 

A veces pasa con ciertos autores que uno adora que dan ganas de compartirlos con los demás. Para poder comentarlos, gozarlos juntos. Pero hay otros que uno siente tan propios que, egoístamente, no quisiera que nadie más leyera. Reconozco que me pasó con Paula Fox. No era tan conocida en Chile y yo la adoraba (la sigo adorando) y sentía que sus libros me pertenecían tanto que nadie más los iba a apreciar como yo. Igual a veces la recomendaba, quizás sin tanto entusiasmo, pero reconozco que era feliz de que nadie más la conociera. Eso sí, con los años empecé a sentir, de a poco, que debía compartirla con los demás. Y bueno, finalmente terminé escribiendo sobre ella y le di bastante notoriedad.

Quizás en unos meses más les recomiende el restaurante peruano que descubrieron mis amigos, cuando ya no sea importante mantener el secreto. Y quizás también recomiende otros autores que me he dejado sólo para mí. Por el momento hablo de lo quiero compartir. Del Rishtedar, de la marcha, de las Beckitas y de algunos libros. Y dejo las otras cosas para una siguiente ocasión.



25 junio 2012

sexto día de invierno

"Tengo una deuda con Anna Karenina" es un eufemismo para decir que aún no la he leído. Pero este año la leo de todas maneras. Demás está decir que espero con ansias la adaptación que hizo Joe Wright de la novela de Tolstoi. Se espera su estreno para fin de año.

24 junio 2012

quinto día de invierno

Hoy apareció publicado en Revista de Libros de El Mercurio el artículo de Paula Fox que escribí hace un tiempo atrás. Si les interesa, lo pueden leer aquí

Es un artículo largo, y lo era más aún antes de cortarlo, y que da una idea general de esta estupenda escritora estadounidense. Así y todo, podría escribir muchas más páginas sobre ella y sus libros. Y podría releer sus libros una y otra vez, al igual que Jonathan Franzen. En especial Personajes Desesperados, que es una de mis novelas favoritas de todos los tiempos y, a mi juicio, una joyita del siglo XX.


23 junio 2012

cuarto día de invierno

Marcha por la igualdad 2012 (foto de Fundación Iguales)
Cuarto día de invierno. Día de sol y de marcha. Y como ya es una tradición, nos juntamos en la casa de P. a hacer la previa. Mis niños, mi amado, mis amigos: todos juntos dispuestos a marchar por la igualdad de derechos para todos.

Comida compartida, saludos y brindis con fresita. Y a las 2 salimos a caminar. Miles de personas reunidas en la Plaza Italia. Unos cerca del escenario del Movilh, otros cerca de los de Iguales. Nosotros, en el medio, confundidos por esta notoria división, que por suerte se terminó cuando empezó la marcha por la Alameda.

Ahí convergieron todos: los de Mums, los de Iguales, las feministas, los judíos GLBT, los de Movilh y las miles de personas, que sin pertenecer a ninguno de estos movimientos, siente que es justo que todos -sean heterosexuales u homosexuales- tengamos iguales derechos en la sociedad civil. Y daba gusto ver la Alameda llena de gente, de niños, de adolescentes, de familias completas apoyando una causa que pareciera ser de algunos, pero que a fin de cuentas es una causa de todos. Y da felicidad haber sido parte de esta marcha, de esta nueva marcha por la igualdad, y de haberla compartido con mis amigos, con gente a la que quiero tanto y con mis niños, que hoy participan de esta marcha con alegría, pero que espero alcancen a ver en la práctica, funcionando, esta ley de la igualdad.

22 junio 2012

tercer día de invierno

Hoy tuve que hablar de Marta Brunet en una charla para alumnas de cuarto medio y creo que estuvo bastante bien. Me pagaron con una bufanda de seda bien bonita. Al almuerzo me junté con mi amigo R. en el Huerto y me contó que en su colegio se pagaban estas charlas con plata. 70 lucas por charla, aunque si el conferencista era famoso podían llegar a pagarle 200. Mi charla fue bien simple, muy tranquila y conversada y no podría haber cobrado por ella. La bufanda se me ve preciosa y me combina con mi cartera de new york.
***
En la casa del lado hay un cumpleaños infantil. Me imagino que la festejada debe andar por los 12 o 13. Cantan y bailan, y gritan a todo pulmón. Desde mi pieza sólo escucho gritos, me es imposible leer. Debe ser una venganza por el cumpleaños que celebré el viernes pasado en la tarde. El cumpleaños de mi hija también estuvo a todo pulmón.
***
Antes de llegar al Huerto pasé a comprar Fresita para la previa de la marcha por la igualdad. No sé cuántos llegarán a la casa de P. y R., pero espero que sean muchos, para que juntos caminemos por Santa María, por el puente redondo, por la Alameda hasta el final. No se me puede olvidar mi bandera multicolor -que alguien me regaló en la marcha del año pasado- y el pañuelo con los colores del arcoiris que me trajo V. de su viaje a Ecuador.
***
Después de almuerzo, me regalé un libro. Un clásico que nunca leí. Y pasé a dejar a R. a su edificio francés. En el camino me cuenta que alguien de la administración decidió colgar lámparas artesanales en todos los pisos del edificio. Me acordé de los problemas que había en mi antiguo edificio y de las discusiones sobre el buen y mal gusto de este vecino y de aquel. Si viviera en el edificio de R. de seguro estaría en pie de guerra contra esas lámparas nuevas, así que entiendo su malestar. Yo tengo una vecina que me ilumina desde su casa con una lámpara halógena, y que me hace sentir, sentada en el baño, como si estuviera en un interrogatorio de la ex-CNI. Yo, en cambio, ilumino mi calle -desde el tercer piso- con una lámpara que es preciosa, aunque de seguro para la diseñadora de las lámparas artesanales y para mi vecina, debe de ser un horror.

21 junio 2012

segundo día de invierno

Para este segundo día de invierno, recomiendo escuchar esta canción de Ellie Goulding y ponerse a bailar.

20 junio 2012

primer día de invierno

Escribo, corrijo, deshago y leo. Y los días se me pasan escribiendo -o tratando de escribir- una tesis que no avanza. Mientras, sigo con mi vida. Niños con muchos quehaceres, uno que otro texto que escribir, algún libro que reseñar, cosas que arreglar en la casa, y las típicas latas de las que no sé por qué tenemos que encargarnos las mujeres en las casas.

Hace poco estuve de cumpleaños y lo celebré por partes, como ya es una costumbre. Amigas al almuerzo, comida con amigos en la noche, familia el fin de semana y una mini fiesta el sábado para los amigos más bailadores. Y todo resultó muy bien y además de estar muy regalada.

La fiesta, divertidísima. Hace mucho tiempo que no me reía tanto. Mr. Sharp de smoking y humita dorada, y yo de vestido metálico, bien dorado y brillante, como sacada de la próxima película de El Gran Gatsby. Un vestido altamente peligroso, como me dijeron al día siguiente, porque no faltó el que se hizo cortes en las manos por tomarme en andas mientras bailábamos. Ahora entiendo porque Rafaella Carrá usaba patas de lycra para sus bailes. Pero son los riesgos a los que se exponen quienes me rodean. Les puedo dar mi amistad, pero también pueden salir heridos. O incluso ser víctimas de la globoterapia.

Libros me regalaron dos. Uno de Siri Hustvedt y otro de Juan Pablo Roncone, Hermano Ciervo, que es un conjunto de cuentos muy buenos, similares a los que él escribía en el taller literario al que íbamos hace años. También me regalaron ropa, platita y muchas cosas para el cuerpo y la casa. Y todas me encantaron. Yo me regalé Novelas de Flannery O'Connor, una escritora formidable que sorprende bastante con estas dos novelas -las únicas que escribió junto a sus decenas de cuentos- y que nos narran dos historias entre heréticas y religiosas, con protagonistas que son como héroes que luchan contra la fe del mundo, pero que terminan siendo -cada uno en su estilo- más creyentes que cualquiera. 

Otro libro que leí -aparte de todo lo que he leído para la tesis- es el último libro de Franzen, Farther Away, que es un conjunto de sus mejores artículos y reseñas de prensa. Y está bien bueno, en especial el ensayo dedicado a Personajes Desesperados y a su autora, la gran Paula Fox. El libro no ha llegado a Chile (me lo traje de Nueva York en mayo), pero vale la pena conseguirlo. Otro que me traje y hojeo de vez en cuando son los poemas completos de Philip Larkin, que son una maravilla y que uno debiera tener en el velador. Ahora creo que voy a leer el libro de Siri Hustvedt y luego voy a lanzarme con un par de clásicos: El Gran Gatsby y Anna Karenina, para ponerme a tono con las dos películas que llegan a fin de año.


Quizás debiera leer menos, como aconseja Philip Larkin, y hacer otras cosas, pero no son muchas más las cosas que me gustan hacer. Quizás debiera escribir más (¿y volver al mini taller?). Todo puede ser. Por lo pronto, sigo leyendo y sigo amando. Y sigo en marcha por la igualdad de los derechos de todos. 
Por eso, a los que me quieren y también a los que no (y que igual sapean este blog) los invito a marchar este sábado 23 de junio en Santiago, por un país más justo y con iguales derechos para todos. Es importante y es necesario. La cita es a las 14:00 en Plaza Italia. Los espero a todos. 
Y nos estamos viendo en otro post.




29 marzo 2012

Un verano naranja y un otoño limón

Este verano pasó demasiado rápido. Y fue tan intenso y caluroso que parece raro recordarlo ahora que ya empezó el otoño. Muchos días de playa, de compartir con amigos y familia, de comer palmeras a destajo, de conversar hasta la madrugada y de leer libros buenos bajo el quitasol naranja. Días que ya se terminaron y que ahora recuerdo con nostalgia mientras miro el magnolio desde mi ventana y sus hojas cada día más cafés.
Y aunque me gusta el otoño, éste en especial ha comenzado muy triste. La muerte de una mujer preciosa que conocí en el verano ensombrece mis días. La muerte de Daniel Zamudio a manos de neonazis me llena de pena y dolor. Rezo por ellos y lloro por sus muertes, por quienes tanto los quieren y necesitan, por las cosas que no vivirán. Y a la vez me siento tan inútil -no sé en qué puedo ayudar- y a la vez tan privilegiada. Una amiga muere y deja a tres niños sin una madre, y no puedo no pensar en por qué a mí no me pasó nada después de mi derrame de octubre. No era mi hora, me dijo alguien. Tengo muchas cosas pendientes aún, pienso yo.
Pero todos tenemos cosas pendientes. Las tenía la Jose, las tenía la Loreto, las tenía Daniel. Quizás sus muertes nos sirvan para replantearnos prioridades entre tantos temas pendientes. Ser una mejor persona, ser una mejor mamá. Por lo pronto no dejar de decir te quiero cada día de mi vida ni de enseñarles a mis hijos que una muerte como la de Daniel Zamudio no se puede repetir. Que detrás de cada palabra hiriente, de cada gesto de peyorativo, hay un tipo de violencia que nos contamina, nos enferma, nos lleva a discriminar. Que hay que respetar a todo el ser humano -sea cual sea su orientación religiosa, política o sexual- y que la diversidad es algo bueno. Esa es mi prioridad. Después vendrán los viajes, los libros, los paseos (que espero sean muchos este año), vendrá mi tesis, el trabajo, arreglar esta casa y estar con mis amigos. Espero alcanzar a hacerlo todo y estar muchos años por acá. Por el momento partiré siendo una mejor persona y criando a mis hijos para que este mundo sea mejor.