20 mayo 2009

Carta de S.


Estimada amiga Becky Sharp:

Al leer su último post veo que tomó en consideración mis humildes recomendaciones. Quiero contarle que sigo encamada, por suerte muy bien acompañada por Daniel Alarcón, Felipe Camiroaga y Mac.
Este par de días en cama me han hecho descubrir grandes cosas:

1.-La televisión chilena es pésima y el único matinal que salva es El Buenos Días a Todos, que tampoco es muy bueno, pero por último tiene a Camiroaga.
2.- No tolero los programas de farándula. Ni los Nachos, las Patas y los peluqueros rascas.
3.- Si tengo que elegir entre ver tele o leer, me quedo con leer.

Debo contarle que, por suerte, antes de enfermarme me llegó un ejemplar del último libro de Daniel Alarcón -El Rey siempre está por encima del pueblo- que me ha entretenido bastante en estos puercos días de gripe. Y por suerte también no me he sentido tan decaída y he podido seguir trabajando en ese proyecto que alguna vez le comenté. Como hormiguita, usted sabe, calladita y ordenada.

Y también debo confesarle que he estado viendo ¿Dónde está Elisa? y hasta he soltado mis lagrimones. No sé, hay algo que me hace sentir empatía con Sigrid Alegría. Debe ser nuestro común rol de madre. O quizás la gripe, que me tiene medio atontada.

En fin, como sea he tratado de descansar y recuperarme, porque se me acercan muchos compromisos impostergables -reuniones, mitines políticos, cumpleaños, despedidas de soltera, campeonatos deportivos, una boda (me encanta esa palabra, es tan chula) y mi cumpleaños. Todos compromisos que requieren mi asistencia y mejor presencia, y que empiezan este fin de semana y no paran hasta fin de mes.

Si tiene tiempo y no teme enfermarse, puede visitar la exposición de Valenzuela Puelma en el Cultural de Las Condes, que está bastante buena, y donde de seguro no va a haber público extranjero. Por cautela puede hacerlo con mascarilla (esa misma que usó cuando se hizo el tratamiento de keratina con formol y que casi la mató de intoxicación, alergia y cáncer al cuero cabelludo) o enfundarse en un gran pañuelo ecuatoriano o paquistaní, para evitar todo tipo de contacto.
Le mando un beso grande,
y nos vemos cuando pase esta pandemia porcinesca.

Becky ante la Pandemia


1.- No invitaré a ningún amigo de mis hijos a la casa ni tampoco a sus padres.
2.- No besaré ni tocaré a ninguna persona que haya viajado fuera de Chile.
3.- No andaré en avión, taxi, bus o metro ni tampoco visitaré teatros, cines o centros comerciales.
4.- Visitaré museos (en especial el Bellas Artes) que tienen muy buena ventilación (por lo general los vidrios están rotos) y poca afluencia de público.
5.- Tampoco me juntaré con profesores, en especial profesores de colegio particular del sector oriente de Santiago, ni los recibiré en mi casa hasta pasada esta pandemia.
6.- Como medida de resguardo tampoco me veré con personas que trabajen en empresas con muchos empleados (sea Endesa, Coca-Cola, Chilectra, Gasco, etc.) por las altas posibilidades de tener a algún enfermo entre sus trabajadores.
7.- Tampoco recibiré en mi casa -menos en mi cama- a personas que por su trabajo mantengan contactos con extranjeros o se dediquen al comercio en sectores turísticos de Santiago como Alonso de Córdova y Nueva Costanera.
8.- Recibiré a personas que trabajen en bibliotecas, salvo aquellas que estén ligadas a algún centro comercial -dígase Biblioteca Viva- que suelen tener gran afluencia de público nacional e internacional.
9.- No visitaré a ningún amigo que esté enfermo ni entraré a alguna clínica u hospital, a menos que sea yo la infectada. En caso de que esto llegara a ocurrirme, pido que por favor no me discriminen y me vayan a visitar (con mascarilla y Tamiflu) y se abstengan de entregar fotos mías a la prensa.
Cariños a todos,
Becky Sharp

14 mayo 2009

A la pasada...

Perdonen el abandono, pero he estado en mil cosas. En todo caso no me he olvidado de nuestro mini taller de mayo para la próxima semana. Sigan escribiendo y nos vemos pronto. Yo sigo con mis trámites gubernamentales, papeleos varios y mi nuevo cargo de "asesora". En cualquier minuto me llaman para un cargo en el ministerio. Los quiero. No me olviden.

03 mayo 2009

La Flor Púrpura

Esta impresionante novela marcó el debut literario de Chimamanda Ngozi Adichie (1977), la nigeriana que el 2007 obtuvo el prestigioso premio Orange por su segunda novela Medio Sol Amarillo y que a sus 30 años y sólo dos novelas publicadas no ha parado de recibir condecoraciones y buenas críticas.

Narrada por su protagonista, una tímida niña de quince años de nombre Kambili Achike, La Flor Púrpura (en inglés, Purple Hibuscus) cuenta la historia de una familia acomodada de Enugu, que bajo un manto de perfección esconde los constantes abusos de un padre tirano y fanático religioso, quien no duda en castigar a su esposa y a sus hijos ante cualquier cosa que él considere un error.

“Todo empezó a desmoronarse en casa cuando mi hermano, Jaja, no fue a comulgar y Padre lanzó su pesado misal al aire y rompió las figuritas de las estanterías”, comienza el relato de Kambili, quien en un principio parece no entender lo que sucede en su casa: se niega a escuchar los ruidos que vienen de la habitación de sus padres, se niega a creer que su padre haya golpeado a su madre hasta causarle un aborto; en fin, no quiere entender que “Padre” (como ella lo llama), un hombre tan venerado en su comunidad, un ejemplar defensor de los derechos humanos y activo participante de la Iglesia Católica sea en realidad un sádico.

Y mientras avanza el relato de Kambili, el lector va enterándose de la violencia y crueldad del progenitor, de la sumisión enfermiza de la madre, de los castigos que recibe el hermano mayor, Jaja, y de los dolores de Kambili, quien muda y obediente, sólo calla. Pero todo empieza a cambiar cuando los niños son invitados a pasar unos días en Nsukka, en la casa de su liberal tía paterna, -una madre viuda con tres hijos y serias dificultades económicas- y los hermanos descubren el hibisco de flor púrpura que da nombre al libro, se reencuentran con su abuelo (a quien el padre consideraba un pagano) y comienzan a cuestionar la autoridad de su progenitor. En casa de la tía, relata Kambili, “ya ni siquiera recordaba que hubo un día en que deseé no volver a abrir los ojos, había olvidado aquel dolor intenso en todo el cuerpo”, y esa ansia de tranquilidad es lo que precipita el desenlace final.

La novela, ambientada durante uno de los períodos dictatoriales de Nigeria (posiblemente el de 1993), nos hace partícipes de la violencia de un país y de un hogar, y nos muestra a este padre con dos caras tan disímiles: por un lado, un héroe para la sociedad y enemigo de la dictadura, y por otro lado, un tirano, un hombre tan fuertemente atraído por el mundo de los blancos –por el capitalismo y el fanatismo religioso- que reniega de su propio origen igbo. Narrada con realismo e inocencia, la novela tiene pasajes desoladores, y tristes -tan amargos como el utazi que las mujeres echaban al caldo-, sólo alivianados con la refrescante irrupción del joven sacerdote Amadi y la lenguaraz prima Amaka, y las infaltables horas de almuerzo y comida, cuando los niños se distraían comiendo arroz con ñame y haciendo bolitas de fufú para echar a la sopa.