24 noviembre 2009

feliz

Estoy muy feliz porque soy una mujer enamorada
Porque el hombre que tengo a mi lado me ama, a pesar de todas mis caídas
Porque mi hija mayor hizo su Primera Comunión, acompañada de sus seres más queridos
Porque tengo una familia que se quiere
Porque, a pesar de las tristezas, también me he reído mucho

Y estoy feliz por todos los últimos eventos
Por los matrimonios de mis primas
Por todo lo que he bailado en estas últimas semanas
Por tener buenas amigas que no han dejado de preocuparse por mí y por la operación de mi niña
Por mis hermanos, a los que adoro
Por mis sobrinos que son como mis hijos
Por mis hijos y sus pequeños grandes triunfos
Por mis amigos, a los que quiero tanto
y por sus alegrías y sus avances

Y, a pesar de que las cosas muchas veces no salen como una las espera
estoy feliz porque tengo todo lo que necesito
tengo a mis afectos a mi lado
con su incondicionalidad y cariño infinitos
y tengo un trabajo que me gusta
que me permite estar siempre rodeada de libros
y tengo el amor de mi amado y mis niños
y no guardo rencor por nadie

Y estoy feliz por tantas cosas
que podría seguir escribiendo eternamente
Porque soy feliz por el día de sol, por el café compartido frente al colegio, por el sushi del amor,
por el sandwich que me voy a comer en la noche después de la premiación,
por los cuentos de Alice Munro que acabo de terminar, porque mi hija está de vuelta al colegio,
por el árbol gigante que veo desde mi cama y los cuatro gatitos que tuvo mi gata
Pero no quiero seguir lateando
y tengo que empezar un artículo nuevo
sólo quería poner por escrito este momento de alegría
para leerlo cuando que me sienta triste, abatida o infeliz
o si algún día, llego a sentirme menos querida que hoy...

09 noviembre 2009

El viernes cuando nos juntamos a celebrar, no teníamos nada por qué celebrar. No nos veíamos hacía tiempo y nuestro mini taller nos tenía desmotivados. Además la primavera había hecho estragos en algunos -llenándolos de melancolía- mientras otros habían sufrido la enfermedad de algún cercano o simplemente no se habían sentido felices. Yo había estado muy ocupada, preocupada, triste y también confusa. Pero había que sobreponerse a todo y juntarse. Aunque nuestro querido Olán también nos había defraudado con su alza de precios y había que buscar otro local bueno y barato donde comer y conversar. Y la sugerencia de V. no podría haber sido mejor: el Rishtedar, de calle Holanda. Muy buena comida india, a buen precio, y en un lugar más que relajado. Johnny, el mozo, un encanto, y con su acento ecuatoriano nos hizo pedir de todo un poco: camarones, cordero y mi favorito: el murgh mitha massala, pollo con crema de coco y masala, que estaba una delicia con el arroz y el naan como inmejorable compañía. Pero lo mejor fue volver a vernos, compartir nuestras tristezas y frustraciones, reírnos hasta que nos doliera la guata, compartir el vino y el erótico postre con forma de bolas, y por sobre todo unirnos en torno a esa extraña pipa de agua que nos prestó Vikram, el dueño, para que fumáramos tabaco con mango, haciéndonos compartir un par de boquillas con forma de serpiente y logrando que olvidáramos nuestros problemas por un momento y nos acercáramos más.
Y lo más increíble de todo es que, aunque no teníamos nada que celebrar, sin saberlo estábamos celebrando. Celebrábamos el tenernos como amigos incondicionales, y celebrábamos nuestros pequeños logros, nuestras pequeñas historias cotidianas. Y aunque no quisimos hablar del mini taller y de nuestra falta de motivación, sin saberlo también estábamos celebrando el primer éxito de nuestros encuentros literarios y un triunfo más de nuestro querido tallerista RC. Porque al día siguiente, cuando apareció el listado de ganadores del concurso de cuentos de la revista Paula, ahí estaba su cuento, el cuento El Pozo que él había escrito para nuestro mini taller, y su seudónimo que nos parecía un poco ridículo -Duke Portugal- ahora nos sonaba hasta encantador. Y como organizadora del taller no pude menos que llenarme de orgullo y felicidad. A todos nos había gustado su cuento, y ahora el jurado lo premiaba.
Quizás este es el impulso que necesitábamos para seguir escribiendo. Sentir que no estábamos tan perdidos. Y que tenemos excelentes escritores entre nuestras filas. Ahora todos festejamos y celebramos, con el recuerdo de la pipa de agua todavía en mis labios y con la felicidad de tener entre mis amigos a un ganador. Felicidades Rodrigo, que el mini taller esté contigo. Y a seguir escribiendo, tú y el resto, que todavía está pendiente el mini taller de este mes.