01 mayo 2008

Infieles, Cortesanas y Alcahuetas

Mademoiselle M., dueña de un blog precioso y muy bien escrito (www.encorsetados.blogspot.com) y gran admiradora de los tiempos victorianos, me pide desde España que le mande un artículo que escribí el año pasado sobre las cortesanas y las mujeres infieles. Y como no tengo su e-mail lo voy a copiar en este blog, casi igual a como salió publicado en el Artes y Letras. Espero que le guste.

LAS OTRAS MUJERES DE LA HISTORIA DEL ARTE:

Infieles, Cortesanas y Alcahuetas



Mrs. Mary Robinson, más conocida como Perdita, fue pintada por tres de los más grandes artistas ingleses de fines del XIX, George Romney, Joshua Reynolds y Thomas Gainsborough, y hoy sus cuadros se encuentran en la Wallace Collection de Londres, junto a los retratos de importantes reyes, duques y reinas. Mal casada desde los quince años, Mary Robinson tuvo que dedicarse desde muy joven a la actuación -donde recibió el apodo de Perdita tras interpretar ese personaje de Shakespeare-, pero no fue su talento como actriz lo que la llevó a la inmortalidad, sino su romance con el Príncipe de Gales, más tarde rey Jorge IV. De un día para otro Perdita Robinson se convirtió en el centro de todos los rumores londinences, y rápidamente abandonó su matrimonio para dedicarse por entero a su rol como amante real. En 1781 Gainsborough hizo, por encargo del Príncipe, el retrato más espectacular de Perdita, donde aparece sentada junto a un perro pomeriano -símbolo de fidelidad-, con un retrato en miniatura del Príncipe de Gales en la mano. Su mirada muestra enojo, Perdita ya sospecha que el Príncipe la va a abandonar, y Gainsborough dramatizó al máximo su belleza y su sensualidad, como advirtiendo a su alteza real del error que estaba a punto de cometer. Una vez terminado el cuadro, Jorge IV dejó efectivamente a su amante por Mrs. Fitzherbert y Perdita cayó en la miseria y la desesperación.
Como ella, son muchas las mujeres infieles que aparecen en la historia del arte. La más llamativa de todas es, sin duda, Valeria Messalina, un oscuro personaje del Imperio Romano, que convirtió el palacio de su marido, el Emperador Claudio César, en el lugar más lujurioso de la ciudad. Ambiciosa, conspiradora, promiscua y asesina, la Messalina tuvo el descaro de casarse públicamente con uno de sus amantes, el cónsul Galio Silio, mientras Claudio se encontaba en Ostia, historia que fue rescatada por el escritor Alfred Jarry y los pintores Gustave Moreau, Francesco Solimena, Henri Toulouse Lautrec y Aubrey Beardsley.
Otra conocida infiel fue Lucrecia Borgia, gran dama del Renacimiento, famosa por su belleza y su vida licenciosa, cuya biografía ha dado lugar a un gran número de leyendas y a una vasta producción literaria. Casada tres veces con hombres poderosos, y hermana del maquiavélico César Borgia, de ella se ha dicho que fue adúltera, intrigadora y asesina, una femme fatale a la que hasta se le acusa de haber mantenido relaciones incestuosas con su hermano y su padre, el papa Alejandro VI. Su turbia historia inspiró al prerrafaelista Dante Gabriel Rossetti, quien en 1860 pintó a una muy bella Lucrezia Borgia, que aparece en el cuadro, de cuerpo entero y con cara de inocente, lavándose las manos después de haber envenenado a su segundo marido, el Duque Alfonso de Aragón.

Cortesanas

Pero no todas las adúlteras aparecen retratadas como malas, lujuriosas o pervertidas. Catalina II la Grande, más tarde convertida en Emperatriz de Rusia, fue infiel al Zar Pedro III desde el comienzo de su matrimonio, tuvo dos hijos de distintos amantes y no bastándole el poder que como Gran Duquesa ostentaba, derrocó a su marido en una batalla y lo confinó en el castillo de Roncha hasta el día de su muerte. Pero en los muchos retratos suyos–como el que pintó Alexander Roslin en 1776- siempre aparece Catalina como la soberana que llevó el desarrollo a la Rusia del siglo XVIII, y no como la ambiciosa y adúltera que llenó el Palacio de Invierno de intrigas y amantes.
Otras que aparecen en la historia del arte retratadas como virtuosas son las amantes de los reyes y duques, las llamadas cortesanas, que desde la antigüedad hasta el siglo XX, ocuparon sus artes amatorias para obtener poder, dinero o notoriedad. En la sociedad ateniense estaban sus símiles, las hetairas, mujeres bellas y cultas, que, como concubinas de hombres importantes, ejercieron gran influencia en la vida política y social de la antigüedad. Una de ellas fue Friné, cuya figura es rescatada en el siglo XIX por Leighton, Turner, Boulanger y Jean Léon Gerôme, que en su honor pintó la magistral obra Friné antes del Areopagus.
El gran apogeo de la figura de la cortesana se vivió en Europa entre los siglos XVI y XIX, donde ser amante del rey o de alguien de la corte era una forma rápida de alcanzar fortuna y estatus, y no fueron pocas las mujeres que aprovecharon esta oportunidad. Como la iletrada Nell Gwyn, una joven de origen muy humilde, que vendía naranjas a la salida de un teatro en Londres hasta que se convirtió, primero en actriz y luego, en amante del rey Carlos II y madre de dos de sus hijos. Y aunque murió antes de que el rey le otorgara el título de Condesa de Greenwich, como cortesana consiguió fortuna y notoriedad y fue inmortalizada por varios artistas del siglo XVII como el holandés Peter Lely, quien la pintó desnuda como Venus en Retrato de Joven con Niño.
Pero no todas las cortesanas se mantuvieron hasta el final en la vida licenciosa. Unas con inquietudes literarias, como Ninón de Lenclos, Verónica Franco y Tullia D'Aragona, pasaron de cortesanas a escritoras, algunas se casaron con hombres importantes, mientras otras se convirtieron en fuente de inspiración para artistas y escritores. Y así como Marie Duplessis dio origen a la famosa Margarita Gautier de La Dama de las Camelias y las amantes de Luis XV –la Condesa Du Barry y Madame Pompadour- inspiraron a los pintores Fragonard y Boucher, la ambiciosa Emma Hart se transformó en musa de George Romney, quien la retrató en más de 100 oportunidades.
Nacida como Amy Lyon en 1765, la Hart buscó desde pequeña salir de la pobreza y para ello no dudó, a los 16 años, en dejar su casa y buscar un hombre que la mantuviera. Al poco andar se hizo amante de Charles Greville, quien la instaló en una casa en las afueras de Londres y le presentó a Romney, quien rápidamente la convirtió en su musa y compañera. Seducido por su belleza y talento para posar, el pintor ingles retrató a Emma durante 9 años, plasmándola como heroína literaria, personaje mitológico y también como Emma Hart. En 1785 Greville, aproblemado por las deudas, le pide ayuda a su importante tío, el vulcanólogo William Hamilton, quien decide hacerse cargo de la mantención de Emma, y llevársela como amante a Nápoles. Encantado con ella, Sir William encargó un retrato suyo a Reynolds, Bacante, y varios cuadros a la artista Elizabeth Vigée Le Brun. Pero los encantos de Emma no sólo embelesaron al anciano Hamilton: Goethe también admiró su clásica belleza, aunque fue el mismísimo Almirante Nelson, amigo de su marido, quien la hizo su última concubina. Tras la muerte de Hamilton y Nelson, Emma heredó una pequeña fortuna, pero su alcoholismo y sus extravagancias, la llevaron a morir arruinada. Su historia inspiró a Susan Sontag para su novela El Amante del Volcán, y muchas obras de arte repartidas por todo el mundo.

Alcahuetas

Y si hablamos de amantes e infieles, no se puede omitir la figura de la tan vilipendiada alcahueta, intermediaria en amores y engaños, que ha sido profusamente retratada en el arte y la literatura desde la antigüedad. En el Renacimiento y el Barroco no son pocas las obras que muestran a la mujer anciana como alcahueta y viciosa, especialmente en la pintura española y holandesa, donde los artistas retrataron –algunos con sutileza, otros con crueldad - el tema de la tercería y los artificios femeninos en las relaciones de sexo o de amor. Uno de los pocos italianos que retrató a la alcahueta fue Tiziano en su obra Danae y entre los franceses, François Clouet en su Carta Amorosa de 1570, donde una vieja intermediaria aparece llevando una carta a una dama de dudosa moralidad.
Muchos más autores encontramos en España, donde su figura se asocia con la Celestina, el clásico personaje que creó Fernando Rojas en 1499, y cuyo nombre hoy es usado como sinónimo de mediadora y encubridora. Entre 1805 y 1812 Goya pintó un espectacular cuadro sobre este tema, Maja y Celestina, donde una joven acicalada y de mirada perdida aparece apoyada en el balcón, mientas la vieja alcahueta, con un rosario en la mano, mira fijo al espectador. Más sutil es la versión que pintó Murillo en 1655, Dos Mujeres en la Ventana, un cuadro maravilloso de la National Gallery de Washington, que a primera vista parece mostrarnos a una joven dama acompañada por su chaperona, pero que en realidad es su celestina. Ya en el siglo XX, Ignacio Zuloaga y Fernando Botero pintaron sus propias versiones de La Celestina, además de Pablo Picasso, quien en su época azul retrató a Carlota Valdivia, la regenta de un burdel de Barcelona a quien el artista pintó bizca, seria y fea.
En la pintura holandesa del XVII, donde las escenas de burdeles fueron muy populares, grandes artistas como Johannes Vermeer y Jan Steen pintaron temas de proposiciones indecentes y alcahuetas. Algunos como una forma de oponerse a las rígidas normas morales del barroco, otros con el fin de prevenir a los hombres de los engaños de las cortesanas, lo cierto es que estos temas proliferaron durante esta época, y tuvieron gran éxito comercial. Una pequeña joya es el cuadro que pintó Michael Sweerts en 1660, Le jeune homme et l'entremetteuse, que se encuentra en el Louvre, y que muestra a un elegante señor negociando con una caricaturesca alcahueta. También están las versiones de sus contemporáneos Molenaer, Honthorst y Baburen, cuya obra The Procuress (1622) colgaba en el living de la suegra de Johannes Vermeer, quien más tarde reprodujo el cuadro en sus obras El Concierto y Mujer Sentada Tocando el Virginal. En 1656 Vermeer hizo su propia versión del tema en En Casa de la Alcahueta, una de sus obras de mayor tamaño, donde la celestina andrógena, vestida de negro, aparece como mediadora entre un hombre mayor y una joven mujer.



5 comentarios:

Mademoiselle M. dijo...

Querida Becky:

Bellísimo artículo. Un particular paseo por la historia de las mujeres.

Gracias por sus elogios; sólo que no le escribo desde el otro lado del mar, sino desde el país vecino.

Suya,

M.

Max de Winter dijo...

feliz cumpleaños querida Becky.

Hoy fue un dia bien desastroso para mi, perdi mi celular, fui por otro, me dieron el mismo número pero perdí mi agenda. Le envié un mail, le ruego responderlo con sus números de contacto a la brevedad.

Quiero que conversemos de la vida.
Un beso grande y felicidades!

C.

Mademoiselle M. dijo...

¿Es hoy su cumpleaños?

¡Muchas felicidades!

STEPHEN DEDALUS dijo...

Qué maravilloso artículo y qué buena ocasión para desearte muy feliz cumpleaños!

Becky dijo...

Gracias a todos, queridos contertulios.

Max, qué bueno saber de ti, te enviaré mi teléfono a la brevedad.

Mademoiselle M, muchas gracias, de verdad.

Y Stephen, como siempre, muy agradecida de tu eterna fidelidad.

Un beso,
B.S.