11 junio 2009

triste/feliz


El día anterior a mi cumpleaños amanecí medio triste. Pero al rato me llegó vía correo una encomienda que había encargado a Buenos Aires: El invierno más crudo, de Paula Fox, con parte de sus memorias juveniles y volví a sonreír.

Medio feliz salí de mi casa, pero sin darme cuenta choqué el auto con el portón y volví a ponerme triste. Además de malhumorada. Mientras intentaba arreglar el portón (que se había descarrilado) apareció mi abuela por la calle. Me traía unos chocolates, unas malvas y unas gomitas. Justo lo que necesitaba. Entonces volví a sentirme feliz.

Con mis regalos en el auto, me dirigí a hacer unos trámites, y de nuevo me entristecí. Y me quedé triste por varios días.

Aunque a ratos volví a ser feliz, como cuando me junté con mis amigas del colegio a celebrar mi cumpleaños en el Sushihana y me llenaron de regalos maravillosos y cuentos sabrosos. O cuando mi hijita ganó el primer lugar en el campeonato de atletismo y yo sentí que todo el sacrificio (la levantada a las 6 de la mañana, cargar con los chales para el frío en el estadio y preparar café para no congelarme) había valido la pena. O cuando mi hombre, sabiendo cuánto me gusta leer, me trajo de regalo el último libro de la Siri Hustvedt -Elegía para un americano- y En el café de la juventud perdida, de Patrick Modiano. O cuando mis amigos me celebraron en el Olán con nuestros clásicos pisco sours catedrales. O cuando descubrí que un admirador secreto había creado un blog en mi honor -un blog bastante subido de tono, y por eso no puedo compartirlo- que me ha hecho muy feliz.

Pero a ratos vuelvo a estar triste. Y sin darme cuenta se me ensombrece la cara. Por el polerón que perdió mi hijo en el colegio, por el saludo que no recibí, por la amiga que no se acordó de llamarme, por el otoño y sus tristes hojas, por la maldad de la gente, por distanciarme de las personas que quiero, por perder el tiempo, y por no tener tiempo. Por todo. Y también por nada.

Sé de varios amigos que están igual. Como maníaco depresivos. Para algunos funcionan los ansiolíticos o los levantadores de ánimo. Yo nunca los he tomado ni tampoco he ido al siquiatra. Así que vivo mi tristeza a fondo, con llantos inesperados y penas profundas. Y luego exploto de alegría inmensa cuando estoy con mis hijos y mi amado, o me como un chocolate en el clóset o me avisan de un artículo que me van a publicar.


7 comentarios:

STEPHEN DEDALUS dijo...

Queridísima Amiga:

Un regalo para ti. Es de mi escritor favorito, no necesito decirle de quién se trata, salvo que el 16 de Junio todos celebraremos su día. Es un poema melancólico pero lindo como tu y como la intermitente tristeza que por estos días invernales te visita.
Besos y ánimo.

"
ELLA LLORA SOBRE RAHOON

Dulce cae la lluvia sobre Rahoon
dulcemente cayendo donde mi opaco amante descansa
triste es su voz que me llama
tristemente llamándome cuando gris asciende la luna.
Amor escucha aún suave
cuán triste su voz siempre me llama
siempre sin respuesta
mientras la lluvia cae
ahora como entonces.
Oscuros también nuestros corazones
oh amor descansarán y se quedarán fríos
como su triste corazón descansa
bajo las ortigas que grises hace la luna
bajo la negra tierra
y la lluvia que murmura."

Becky dijo...

Ay, me encantó, Stephen, es precioso. Podríamos juntarnos el 16 para celebrar tan importante cumpleaños, ¿te parece?

STEPHEN DEDALUS dijo...

Claro que sí!

Anónimo dijo...

No sabe como la entiendo querida amiga, hay días que me siento igual.

Beso!

STEPHEN DEDALUS dijo...

Querida Becky, al parecer me surgió algo este martes "bloomsday". ¿Le parece el Viernes clásico de taller? ¿Cómo se ha portado su hado inspirador? Lo que es yo, mis musas están sumamente parcas. Habrá que ver también la disponibilidad del resto de los conspicuos integrantes del taller, que, como siempre, al parecer andan ocupadísimos...

Anónimo dijo...

Querida amiga Becky:

Como cada tanto, reviso la barra de mi buscador en internet que me avisa de mis páginas más visitadas. La de tu blog ya estaba muy abajo, por lo que decidí pasar a verte. No lo hacía desde que las bolas de espejos giraban sin cesar. Y ahora, leo tus posteos y al mismo tiempo veo mi ventana, tan llena de nubes negras. Y te entiendo: desde la calefacción perdida hasta el chocolate que guardo, para comerlo envuelto en un chal que me regaló mi mamá. Sólo pienso en que cada día es un día menos, y que pronto estaremos chocando nuestras copas, celebrando por la maldita primavera.
Besos anónimos,
C.

Becky dijo...

Ojalá así sea, querida C.
Saludos,
BS