22 junio 2009

El Invierno Más Crudo

El frío que siento debe ser bastante menor que el que sintió Paula Fox durante su estadía en Europa en 1946 y que aparece claramente retratado en El Invierno Más Crudo, el primer libro que leí del embarque que me llegó de Buenos Aires. Porque aunque no estoy sumergida en el invierno "más duro de los últimos 20 años" ni sólo tengo un abrigo prestado para taparme, aún así estoy pasando el invierno más crudo de mi vida y ni siquiera los lindos guantes que me regaló Víctor ni el precioso chal que me dio Roque han logrado calentarme como lo hacía mi antigua calefacción.

Calefacción querida, que llenaba de calor cada rincón de esta gran casa, y que ahora, tras un accidente casero ha dejado de funcionar, y ha sumergido a mi familia en un estado de gran congelamiento, del que sólo podremos salir cuando ésta vuelva a funcionar. ¿Cuándo volverás a este hogar?

Mis niños llegan del colegio y se encuentran con una casa, pero no con un hogar. Es un lugar frío, donde sólo hacinándonos en una pieza logramos entrar en calor. En la noche cada uno con su guatero, como niños dickensianos logran llenar sus camitas con un poco de calor. Pero lo peor son las frías mañanas en este escritorio, donde con los dedos congelados apenas ha podido escribir. Algunos días, cual JK Rowling he partido al Starbucks en busca de café y calor y es ahí donde más he podido trabajar. Pero no es tan cómodo como mi mesita de cuero, donde están mis libros, mi impresora y la tranquilidad del hogar. Ni tan seguro (porque es bien sabido que los robos son muy altos en los cafés con internet).
Oh, calefacción querida, ¿cuándo volverás a mi hogar?

Me llama mi hermana para hablarme de la Toyotomi y una amiga me recomienda la estufa Kerona. Pero yo no quiero parafina, quiero mi calefacción central, que calienta baño, piezas y cocina, que me permite caminar descalza y usar mini camisas de dormir. ¿Dónde estás calefacción? Mientras espero su llegada forro a mis niños con chalecos y cuellos, compro guateros de mano, pies y cuerpo, tiro chales sobre las camas y me paseo con mis guantes y mi echarpe de artesanías Chile por toda la casa.

Oh, calefacción querida, vuelve pronto a este lugar.
Que tu ausencia ha enfriado mi casa, mi cama y mi corazón.
Ha congelado a mis niños, a mis amigos y mi razón.
Me ha vuelto fría, distante y tonta.
Cesante, aburrida y abúlica,
gélida, antipática y casta
como nieve virginal.

5 comentarios:

Dionisio dijo...

Junto con simpatizar con su estado le digo, para su consuelo, que pasar frío tiene, al menos, un efecto secundario positivo, esto es, la quema de calorías oscuras o, como dicen los yankis, brown fat. Es una clase de grasa que no se puede quemar ni con ejercicio ni medicamentos ni nada parecido, sólo el frío. En todo caso, no estamos diciendo que miss sharp lo necesite, pq todos los que la conocemos sabemos de su esbeltez primorosa.

Becky dijo...

¿Quién es usted, Dionisio, que conoce tan bien mi esbeltez? En todo caso, si es real su información, creo que terminaré consumida hasta los huesos, cual Allan Poe, y quizás tambiñen alcohólica y opiómana como él.

Dionisio dijo...

Soy uno de los tantos y tantos lectores silenciosos, fieles, adictos de su blog.

Shakespeare dijo...

¿Y como está su score en Word Challenge?

Becky dijo...

¡Soy Shakespeare! Aunque con los dedos congelados me ha sido imposible superar mi marca...