31 marzo 2010

Entre copias y copias



Cuando salí de la Universidad prometí que nunca más en la vida volvería a leer y estudiar de una fotocopia. Nunca más llevaría libros de la biblioteca a esos sucuchos universitarios que se llenan de estudiantes impacientes y jóvenes fotocopiadores de distintos humores, con ese olor a tinta quemada impregnándolo todo y papeles y papelitos repartidos por todas partes -para indicar comienzos y finales, y también los precios y los nombres de todos los alumnos que necesitan una copia de Bachelard, Piaget o Bajtín-. Prometí que si algún día volvía a entrar a la Universidad me compraría los libros de lectura o me los conseguiría, pero no volvería a estudiar en un facsímil ya subrayado, al que por lo general siempre le falta un par de páginas y tiene borroneado los pasajes más importantes.

Pero aquí estoy, de nuevo en las pistas. Tratando de hacerme amiga del "amigo" fotocopiador, pidiendo copias de cuanto teórico existe, corcheteando páginas y leyendo entre las líneas borrosas y/o rayadas y cargando cientos de páginas de aquí para allá. Y no crean que no traté de conseguirme los libros. Traté, pero no están. O sólo están en la sección de la biblioteca que no presta a nadie. Salvo al fotocopiador.

Lo único bueno ha sido constatar que la inflación no ha llegado al mundo de la fotocopia universitaria y que el precio sigue en $15 por hoja, ¡el mismo precio que tenía hace 13 años cuando egresé! Y esta es sólo una de las pruebas que confirma una de mis primeras hipótesis: aquí realmente el tiempo no ha pasado.

5 comentarios:

Techi dijo...

Becky:

Yo también me metí en la Universidad y lo he pasado regio. Somos como ocho en este diplomado y los profes son top, todos muy buenos conversadores y muy amigos. No entiendo el problema suyo con las fotocopias, a nosotros nos entregan todo el material; por lo menos yo tomé todas las hojitas anilladas en el coffee break y no me cobraron nada. Con mis amigas - somos poto y calzón las cuatro desde el colegio - no nos para la lengua y hemos comprado una tenidas geniales para esta aventura universitaria en conjunto. Todo super top, los tecitos a la salida y las visitas con los profesores a las capillas de los fundos de los amigos de nuestros papás. El adobe nos encanta a todas, pero la empanada de horno no hay caso que nos entre, preferimos - los profes también - la clásica tomate, queso albahaca. Tuvimos la idea de hacer un viaje, pero como coincidía con el calendario de pruebas vamos a cambiarlo por un almuerzo para el curso en la casa patronal de la viña donde trabaja el marido de la Maida, que resultó ser primo de la señora de Hernán - nuestro profe amigui. Así que vamos a ampliar el almuerzo para unas 60 personas y Juan Pablo va a encarpar desde la salida del comedor hasta la entrada de las cocheras. Tengo unas ganas de ir con botas de montar al almuerzo, tipo amazona, pero no quiero que después mis compañeros, o sea los cuatro rotos que trabajan en el área patrimonial vayan a pensar que soy hueca. De todas maneras estoy chocha con volver a estudiar y la apoyo por hacerlo. A mí me encanta leer y me tinca ene la literatura. En el colegio era la única con biblioteca de verdad en la casa, siempre se reían porque guardaba las fotos del verano escondidas entre libros viejos que el papá heredó de una tía que tenía tanta plata que mandó a comprar los libros a Europa cuando se construyó su casa en San Bernardo. A lo mejor termino como usted, pero de sólo pensar lo que pesan los libros, arrugo y me acuerdo del almuerzo provenzal que estoy organizando......si quiere la convido.
Un beso,
Techi

Becky dijo...

Techi,
no sé como llegaste a este blog, pero -sin ser pesada- creo que no es el tipo de blog que debieras visitar. De partida, por lo que describes, tu universidad no tiene muchas similitudes con la mía ni tampoco tus temas tienen mucha relación con mis temas. Pero quizás debieras explotar tu faceta de cronista social, porque lo que describes sobre tus amigas y sobre tus estudios patrimoniales me parece bastante divertido, e incluso realista, y debieras escribirlo o buscar trabajo en algún instituto patrimonial que esté a tu nivel.

Mister PDF dijo...

Señorita Becky:

Me escandaliza (levemente) que vuestra Universidad no tenga copias nuevas y abundantes del material bibliográfico que sus vetustos profesores exigen. Como consuelo puede pensarse que pocas o ninguna de las universidades de este lado del continente (y por qué no decirlo, de este lado del mundo)están en condiciones de brindar algo distinto.

¿No ha pensado en recurrir a nuestra omnisciente y (relativamente) gratuita red cibernética? Sospecho que versiones en PDF deben andar revolotenado en algún servidor polvoriento en la rusa siberiana. Por supuesto desaliento y la prevengo de cualquier intento de penetrar en los peligrosos tentáculos de las redes Chinas o Cubanas (en mucho menor medida) que, sin embargo, no dudo deben estar atiborradas de los Batjin o los Chomskys tan adecuadamente anti-imperialistas.

Pero otro lado, usted quizás no vea con buenos ojos andar paseándose con un vaio o un ipad entre los hombros de gastadas chaquetas de lana sosteniendo unas aún más gastadas carteras o bolsitos de una boca, hebilla de hierro y quebrado cuero de vaca (o chancho). O quizás me equivoque y sus compañeros no sean muy diferentes de la divertida (y algo aterradora) Tenchi.

Me despido y quedo atento a sus aventuras.

Becky dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Becky dijo...

Míster PDF, hasta el momento no he recurrido a las virtudes de la red, principalmente por miedo a encontrar alguna versión incompleta o un virus monumental. Pero debo decir que el "amigo" fotocopiador es muy simpático y por dos mil pesos me entrega cualquier libro enteramente fotocopiado y anillado en mis propias manos. Además esta facultad no es muy grande (sí los jardines, a los que todavía no me he aventurado) y todos andan igual que yo: con un celular viejo, sin computador y con cientos de fotocopias bajo el brazo. Nada de Ipads ni Ipods, ni fecebooks, twitters o cualquiera de esas modas egóticas. Acá, insisto, estamos en los noventas, y yo no me puedo sentir más cómoda así.