17 junio 2011

Por fin volvió mi computador. Y con él las miles de obligaciones pendientes. Tengo que entregar mi proyecto de tesis y el trabajo final para el ramo de género. Y volver a escribir. Y responder los e-mails de manera correcta, no desde un Iphone o un Ipad que cambia palabras, omite acentos y me obliga a escribir de manera corta e impersonal. 

También trataré de ponerme al día con el blog, porque sé de amigos que lo han extrañado. Sin ir más lejos el otro día en el Starbucks me encontré con una antigua compañera de periodismo que era fiel seguidora de Becky (K: todavía estoy esperando que me mandes algo de lo que escribes, parte de la novela o un cuento, a lo menos) y a quien agradezco sus elogiosas palabras.

Y también está O. que dice leerme en sus ratos de ocio, y a quien no quiero decepcionar con este blog tan fome, menos después de la exquisita comida árabe con la que me recibió anoche en su maravilloso fab lane apartment de south park.

Y por supuesto está nuestro mini taller de junio, que no había podido organizar sin mi libreta de contactos, pero que espero no vuelva a posponerse.

Así que junio va a ser el mes para ponerse al día. En especial para escribir sobre todo lo que he leído. Porque sin el computador pude avanzar bastante en mis lecturas para la tesis y ya tengo revisada toda la narrativa de Marta Brunet. Qué descubrimiento ha sido leerla a esta etapa de mi vida. Y también a las muchas teóricas del feminismo, que me han dado las claves para captar la subversiva apuesta de esta escritora chilena. 

Pero no todo ha sido estudio en estos días. También estuve de cumpleaños y fui tan pero tan celebrada que hasta mi característica melancolía desapareció por unos momentos. Mis amigas de colegio me invitaron a comer y me dieron un regalo que me cayó como anillo al dedo. Y con mis amigos de la vida celebramos bailando y riéndonos de lo lindo, y aprovecho de agradecerles sus lindos regalos -desde ropa hasta un cuadro, pasando por un sin número de productos de belleza- todos ideales para enfrentar estos 37 años con dignidad y optimismo. 

Y aunque no he leído casi nada fuera de lo "estrictamente profesional", debo reconocer que no pude dejar de comprar la última novela de Zambra, que como todos ustedes saben, es mi escritor chileno favorito y, aunque traté de dosificarla para que me durara unos días, me fue imposible y la devoré en unas horas. Su lectura me sacó por varios días de la Brunet y los años 50, y me llevó a Maipú -al pasaje Aladino, que aparece en el mapa de arriba- y a los últimos treinta años de la historia de Chile. Y también me llevó a la nostalgia y a los recuerdos. Y a las ganas de escribir de nuevo, y de terminar esa historia que aún sigue inconclusa.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Bekcy,
Por favor, no nos abandones, siempre es un agrado abrir el blog y encontrar tus buenas nuevas. Qué desafío escribir cuando el alma quiere, mas la cabeza vuela por otros continentes. Espero que nos encontremos otra vez en algún café. K.

Becky dijo...

¡De todas maneras!