Becky quería una casa de estilo francés. Quería paredes blancas y altas, escalones de piedra, cornisas, molduras y ventanales con barandas de fierro. Y cuando encontró la casa "perfecta" -grande, literaria y romántica, que es lo que ella buscaba- no descansó hasta comprarla y mudarse a la que sería su nuevo hogar.
Pero ahí empezaron sus problemas. La casa era grande, pero no tenía lugares para guardar, y Becky con sus cientos de cajas de libros y ropa no sabía dónde guardar sus cosas.
Como buena casa antigua el baño no tenía cajones, ni los dormitorios, clósets o armarios, y Becky pensó en un momento que su vida llegaba a su fin. Con lágrimas en los ojos regaló cosas, guardó otras en lugares insólitos de la casa, ordenó, armó repisas y pidió ayuda a los dioses para encontrar una solución.
Abatida y desconsolada, Becky no entendía cómo ella y sus tres hijos no "cabían" en esta casa que antes había albergado a una familia con seis niños. Para despejarse y resfrescarse decidió tomar un baño, y ahí llegó el momento más terrible del día cuando horrorizada descubrió que la tina no tenía ducha y que el agua le salía helada.
¡Su casa antique no tenía las comodidades de la vida moderna a las que Becky estaba acostumbrada! Esa noche se durmió entre sollozos, y se culpó por ser tan mimada y obstinada. Pero al día siguiente como Scarlett O'Hara se puso en la tarea de convertir su bella casa en un hogar cómodo para ella y su familia.
Y temprano partió a comprar duchas para los baños y consiguió que el agua caliente saliera por las viejas tuberías. Luego arreglará la cocina, los clósets, los baños, y aunque se demore un año, sin duda, algún día logrará su casa "perfecta": grande, literaria, romántica y, por sobre todo, cómoda.
1 comentario:
¡Ánimo Becky! Sin duda la misma experiencia de transformar esa casa en el hogar soñado será tan entretenida y sorprendente que compensará las rabias y penas iniciales. Hay algo de romanticismo lamentablemente perdido en estos tiempos en eso de construir el propio hogar y no recibirlo empaquetado, sellado, y con ese olor a nuevo de las a veces tan carentes de imaginación inmobiliarias que construyen como si el mundo se fuera a acabar.
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