Estos últimos días he andado como una pirinola: escribiendo y leyendo mucho, saliendo con amigos, comiendo, bailando, amando y por supuesto, bebiendo. Como que el fin de año y su ajetreo me han llevado a los excesos (cosa rara en mí, que soy tan medida), y los excesos me han llevado a relajarme y gozar en extremo. Ya habrá tiempo para ordenarme de nuevo. Y así, con nada de culpa, debo confesar que el miércoles me emborraché con champagne nacional en el Ciudadano (buen lugar, buenos precios, rica comida) junto a una pareja de novios apasionados y enamorados y a mi amante favorito (el rico empresario), que me condujo ebria a mi casa y por supuesto se quedó a dormir en mi cama.
El jueves, después de correr todo el día, en los ajetreos propios de la madre moderna y abnegada, terminé la noche en una estupenda fiesta a la que me habían invitado hace un tiempo y donde se lanzaba el vodka Grey Goose Pear. No voy a entrar en detalle, sólo contar que bailé sin parar y que la música y los tragos de Dimitri estaban divinos. Lástima que no comí tanto y me embriagué un poco, lo que me obligó a pasar al Liguria a las 2 de la mañana donde, a pesar de que no quisieron venderme alcohol, pude comerme un reponedor pollo al pil pil que me ayudó a salir dignamente del recinto de la mano de mi nuevo amor poeta.
El viernes, más ordenada, fui a una comida casual y entretenida en la casa de unos amigos. Me acompañaba mi amigo Diego, con quien después pasé una noche muy romántica y sensual. Y el sábado, salí con otro amigo, uno pobretón pero apasionado, al que tuve que invitar al cine a ver La Otra Bolena, y aunque no nos gustó la película, no dejamos de pasarla bien toda la noche.
Y el domingo, salí con el martillero-galerista y padre de mis hijos, a ver la exposición de Diego Rivera y Frida Kahlo en el Centro Cultural Moneda. Una exposición muy mexicana para mi gusto europeo, donde claramente Frida es quien la lleva y Diego el que se subió al carro de la victoria. Pero, de todas maneras, es interesante de ver. Y para paliar el hambre dominical, almorzamos en Los Insaciables y tomamos helados bañados con chocolate en el Sebastián, para terminar saciados y felices tirados sobre la cama matrimonial, él durmiendo y yo leyendo cuentos norteamericanos. Puro exceso y felicidad.
2 comentarios:
¿Y entre tumbo y tumbo ha tenido tiempo para escribir?
Claro que sí, ya lo verás hoy...
Publicar un comentario