08 marzo 2009

Sobre lecturas


El otro día me encontré con una amiga que había leído mi artículo sobre Richard Yates, pero no se animaba a leer nada del autor. "Mi matrimonio no está en su mejor momento", me dijo, "así que todo lo que sea Yates lo voy a dejar para después". En un principio me pareció extraño su comentario, pero finalmente le encontré la razón. Hay libros para ciertos momentos y libros que no. Me acuerdo de una época en que mi matrimonio estaba pasando por una especie de letargo y me puse a releer Madame Bovary y la Señora Craddock de Somerset Maugham. Cuánto entendí a esas mujeres en ese momento, que ahora me parece tan lejano. Por suerte pasé ese período y ahora puedo leer historias de matrimonios acabados como los que aparecen en las obras de Yates o Cheever sin que nada me afecte. Y puedo leer Ana Karenina o Madame Bovary sin sentir que era mi vida la que parecía retratada ahí. 
A mi amiga le aconsejé que leyera libros atemporales, con historias que no tienen nada que ver con su vida. Edgar Allan Poe, que ahora he redescubierto en su grandeza, es ideal. Historias angustiosas y terribles, pero finalmente irreales, no pueden identificar a nadie. A menos que alguien sea demasiado perverso. Pero ella me contó que iba a leer sobre un niño con pijama de rayas o algo así. Un bestseller. Allá tú, le contesté mientras sacábamos a nuestros niños de la piscina. Yo, en cambio, seguiré con Carson McCullers y sus historias magníficas, aunque lejanas de mi realidad. 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi libro -amén de los problemas de proyección que las historias de Yates puedan generar en ciertas personas- es un exitazo internacional, una terrible historia real, directa al corazón y, lo más importante, mucho más fácil de leer que las novelas de Yates o Cheever. Garantizo lágrimas sin culpa (aunque quizás, con escuálidad calidad literaria).

STEPHEN DEDALUS dijo...

Becky, es verdad eso de las sincronías e interferencias entre los temas de los libros y el estado de ánimo o cirncunstancias de la vida en que se los lee. Recuerdo de joven haber leído algún libro influenciado por un fuerte estado de pena o melancolía, por ejemplo, y creo que, en retrospectiva, pudo haber alterado mi apreciación puramente artística del libro. Quiero decir, otra razón para no leer libros bajo estado alterados (o al menos para no juzgarlos definitivamente) es que el juicio que uno se forma de ellos puede no ser el mejor, el más justo u objetivo. Me pasa que los libros de juventud, vistos en esa época como geniales, ahora no parecen tan buenos. Así, creo que herman hesse no resiste bien el paso de la edad de su lector. Todo lo contrario sucede con Kafka. Recuerdo que la metamorfosis realmente me aburrió de niño y ahora lo disfruto como un idem. Salinger tiene algo de los dos, gana y pierde con la madurez. Yo lo descubrí, por suerte, ya viejo, y lo aprecié mucho más que a Hesse, del que ahora no podría volver a leer nada. También hay un libro de John Irving llamado Oración por Owen, que leí poco después de morir mi padre y que me gustó muchísimo. Creo que si volviera a leerlo me gustaría igual, a pesar de que Irving, al parecer, no es el escritor genial que yo creía. En fin, que uno crece y algunos libros también.

Besos querida amiga.

Anónimo dijo...

Curioso esto de las lecturas. Nunca he presumido de ser un gran lector, pero de vez en cuando me agarra el "bichito" de leer, intensamente, sin parar, devorando lo que tengo. Lo increíble es que a pesar de que me gustan más los libros de "moda", aquellos deslenguados y con ideas liberales, libros, que de alguna manera alimentan mi ambición de poder yo mismo aportar con un escrito, este verano ocurrió algo insospechado. Después de terminar el reciente ganador del Pulitzer y el Booker, terminé comprando una pequeña novela de Nabokov, el cual devoré en un par de días. Curiosamente no me dieron ganas de escribir sino de aprender de un uso del lenguaje que esta sobre mi nivel y cosa más rara aún, me encuentro ahora leyendo a Dickens feliz. La musicalidad de la prosa del inglés me tiene fascinado. En cierta manera, agradezco no haberlo leído antes, porque hubiera abandonado la lectura a los pocos días. Los clásicos son un fuerte golpe al ego, me imagino que por ello es el olvido en que a veces caen. Así que por el momento leo, humildemente, y me entretengo con las ironías de mundos antiguos y azarosos, con palabras que no siempre entiendo y con un diccionario que me educa capítulo tras capítulo.

Anónimo dijo...

Estimado Martin.

¿Cuál es el título de la obra de Dickens que está leyendo? Dependiendo de su respuesta creo que este Jueves podré entregarle un obsequio que le agradará.

A becky le tengo algo confeccionado en la mitad del mundo y a Random una prenda que lo ayudará a soportar los fríos viajes a sus clases de invierno.

Becky dijo...

¡Yupi! ¡Adoro los regalos!

Becky dijo...

¡Yupi! ¡Adoro los regalos!

Anónimo dijo...

Estimado SGG (pascuero) Me encuentro leyendo un hermoso libro que le regaló un novel escritor a una queridísima amiga, se llama "Grandes esperanzas" de 1861.