10 agosto 2009

Las lecturas de mis hijos

"La Historia del Osito Bosque" es el cuento favorito de mis hijos, aunque llevan años escuchándolo. Es la historia de un osito goloso y desobediente, que suele meterse en líos por no hacer caso a sus padres o seguir los malos pasos de su amigo Lagartijín. Es una historia simple, que comienza y termina con una pegajosa canción, pero que no ha dejado de entretenerlos en todos estos años porque es una historia divertida, que tiene aventura, acción, e incluso peligro, pero siempre un final feliz.
No traten de googlearla o buscarla en alguna librería, porque no la encontrarán. "La historia del osito bosque" fue inventada hace años por mí (en especial la canción), pero cuyo argumento fue creciendo muchísimo gracias a los aportes de mis hijos y de mi Jorge (que incluso durante un tiempo le dio un carácter medio violento a un par de personajes, para deleite de mis hijos) y hoy en día es una historia inmensa, preciosa y, principalmente, nuestra.
De todos los libros que les leí cuando eran chicos y de todos los que he comprado, creo -sin lugar a dudas- que el osito bosque sigue siendo el personaje literario favorito de mis hijos, más que Winnie, Peter Rabbit y los muchos Jerónimos, Papeluchos y Teos. Y creo que el amor que ellos sienten hoy por la lectura y en especial por las buenas historias se debe mucho a ese osito guatón y porfiado que con sus aventuras logró convertir el tiempo de acostarse en un minuto para las palabras, y en especial, para soñar y regalonear.
Ayer, me enojé con uno de mis hijos porque no ha terminado de leerse un libro para el colegio, a pesar de que le ha gustado mucho. Y a otro de mis niños debo suplicarle que no lea tanto, porque no dosifica y es capaz de quedarse hasta la 1 de la mañana por la ansiedad de terminar un libro. Quizás no debiera meterme tanto en las lecturas de mis niños, pero como buena lectora que soy me es imposible no vigilar sus hábitos, recomendarles libros, incentivar, proponer, conversar, discutir.
A mi hijo mayor, un ávido lector que me recuerda a mí de niña, ya no le leo los libros, pero no hay día que no me cuente cómo van las aventuras que está leyendo, sean de Gerónimo Stilton o de los terribles hermanos Darling, de ASTERIX o de algún libro de Roald Dahl. Ahora él me recomienda libros, me comenta, me instruye, tal como yo le hablo de los libros de Poe, Richard Ford o Paula Fox.

Hace poco le conté de un libro que le había comprado cuando él era chico y al que tuve que cambiarle el final mientras se lo leía porque no me pareció apropiado para su edad. El se rió, pero me encontró la razón. Era un libro de Mark Twain -La Historia de un niño malo y de un niño bueno- en una edición preciosa, con dibujos maravillosos y que me salió bien caro, pero que no era para niños, aunque lo pareciera. Y no es primera vez que me encuentro con libros que en apariencia van dedicados a los niños, pero cuyos temas son para adultos con el criterio más que formado.
Hay uno de princesas olvidadas, bellamente dibujado por Rébecca Dautremer, que ciertamente no es para menores, a pesar de que suelen regalárselo a niñas de menos de 10. Y hay otro aún peor, "Las niñas son raras, pero huelen rico", que está en los principales mesones de las librerías y en las vitrinas, y que por error le compré a mi hija para las vacaciones de invierno, y que es el libro más ofensivo que he tenido en mis manos. Por suerte, mi hijo mayor lo hojeó antes que ella lo leyera y me advirtió de su contenido inescrupuloso y grosero (muy adornado con ilustraciones infantiles e inocentes) y juntos lo botamos a la basura.
Porque así como hay comida que les hace mal a los niños, hay lecturas que no son para ellos, a pesar de que estén ilustradas y coloreadas. Y como padres debemos estar atentos para distinguir y aconsejar.
Cuando mi hija de nueve años me preguntó -días después- por su precioso libro rosado, no dudé en responder que no era un libro para ella, ni para ninguna mujer, porque nos ofendía, nos hacía parecer seres inferiores, mentalmente incapaces y sin valores. Y, para mi sorpresa, ella entendió y fue la más feliz cuando supo que lo habíamos botado al basurero. "Para que ninguna otra niña lo lea", me dijo, "y para que nadie hable mal de las mujeres". Y aunque voy a tener que comprarle otro libro y hacer que me abran el plástico en la librería para revisar bien el contenido, doy gracias porque no alcanzó a leerlo. Y doy gracias por tener un hijo lector, que ya a sus 11 años, sabe distinguir qué libro es para su hermanita y qué libro no.

No hay comentarios: