10 agosto 2009

Jill


JILL
Philip Larkin
Lumen, Buenos Aires, 2008
338 páginas
$10.000

Muchos escritores comienzan su carrera garabateando versos para luego pasar a las novelas. Philip Larkin (1922-1985) hizo el camino inverso: publicó un par de novelas y trató de escribir una tercera, pero ante la imposibilidad de hacerlo decidió seguir con la poesía, convirtiéndose en uno de los más grandes poetas ingleses del siglo XX. Pero no por eso sus novelas deben ser olvidadas, especialmente la primera, Jill, que escribió a los 21 años de edad mientras estudiaba en Oxford, y que a pesar de la juventud del autor, dista bastante de ser una novela de primerizos.
Publicada originalmente en 1946, la novela volvió a ser publicada en 1964 –cuando el autor ya se había hecho un nombre como poeta- con un prólogo en el que Larkin definía su novela como “una historia sin ambiciones” y donde esperaba que el lector todavía disfrutara “de la indulgencia que tradicionalmente se le concede a las obras juveniles". Pero a pesar de las advertencias, Jill es una muy buena novela, y no sólo por ser escrita por un joven estudiante de 20 años.
Es una novela de ambiente, que nos muestra el mundo universitario de Oxford durante la Segunda Guerra Mundial, bajo la mirada de un estudiante pobre y extremadamente tímido que, tras ser becado en el colegio ingresa a un exclusivo college inglés, donde para su desventura debe compartir habitación con un joven rico y vividor, cuyas preocupaciones van por el lado de la juerga y el alcohol más que por el estudio. Y es en el encuentro con este antagonista y su tropa de amigos que John Kemp saca a relucir todos los matices de su personalidad: la envidia, la tristeza, la timidez y también sus ansias por destacar y ser aceptado dentro de este grupo de gorrones. Y es el encuentro con este antagonista unido al tedio de la universidad y las constantes amenazas de bombardeo, lo que lo llevan a inventarse una hermana, Jill, que tiene la misma cara de una niña que visita el college, y con quien termina obsesionándose hasta la fatalidad.
Jill retrata con crueldad y simpleza el mundo universitario de Oxford de 1940 (con sus escenas de trenes, cafeterías, dormitorios y pubs): el mismo que conoció Larkin mientras estudiaba ahí y donde forjó su férrea amistad con el entonces estudiante Kingsley Amis. Y aunque el autor aseguraba años después que “lo que pretendía en 1940, más que exagerar las diferencias sociales, era minimizarlas”, lo cierto es que la novela habla de las diferencias sociales, como también de los diferentes intereses de los jóvenes de esa edad, y de sus distintas maneras de evadirse en esos tiempos grises, fúnebres y adversos.


Reseña aparecida en Revista de Libros el 26 de julio de 2009.

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