Ayer en la noche, después de haberme pasado toda la tarde leyendo al borde de la piscina de unos amigos, me acordé que no había comprado unas cosas y tuve que hacer una parada obligada en el Jumbo que queda en Bilbao. Para que se hagan una idea de la escena, les describo mi pinta: pelo húmedo, vestido corto, hawaianas y el típico bolso gigante de playa con la toalla, el trajebaño, las cremas, los anteojos, la billetera, unas calugas Sunny y mi libro Regreso a Howards End adentro. Nada de glamorosa, lamento decepcionarlos.
La cosa es que después de pasearme por todo el supermercado con el carro lleno de cosas, sortear diferentes obstáculos (especialmente humanos), esperar en la eterna fila de la caja y pagar con un cheque al día, me disponía a salir del Jumbo cuando al pasar por la puerta suena la alarma y me detiene el guardia, quien después de cerciorarse de que era mi cartera y no mi carro el que sonaba, llamó a la jefa de los guardias la que llegó, en un segundo, para obligarme a abrir mi inocente bolso playero.
Y ahí, a vista de todos quienes a esa hora salían y entraban al supermercado, tuve que sacar todas mis cosas hasta que entre los dos guardias encontraron el objeto que sonaba: era mi libro, mi Regreso a Howards End que hace poco había encargado a Buenos Aires y que venía con la alarma de la Librería Santa Fe. Entonces con la poca amabilidad que me quedaba en mi interior le expliqué a la señorita guardia que ese libro era de Argentina, que no lo había encontrado en Chile y que no había ninguna posibilidad que lo vendieran en el Jumbo, a lo que ella contestó "que debía comprobarlo". Y muy altiva se desapareció con mi libro durante 20 minutos mientras yo debí esperar con el otro guardia a que ella regresara.
Cuando volvió, me pasó el libro y me dijo "tome, no lo venden en Jumbo", y yo tomé mi mala edición de bolsillo, la guardé en la cartera y me fui furiosa sin contestarle. Qué le iba a decir, si ya me había arruinado mi plácida tarde de piscina.
Y ahí, a vista de todos quienes a esa hora salían y entraban al supermercado, tuve que sacar todas mis cosas hasta que entre los dos guardias encontraron el objeto que sonaba: era mi libro, mi Regreso a Howards End que hace poco había encargado a Buenos Aires y que venía con la alarma de la Librería Santa Fe. Entonces con la poca amabilidad que me quedaba en mi interior le expliqué a la señorita guardia que ese libro era de Argentina, que no lo había encontrado en Chile y que no había ninguna posibilidad que lo vendieran en el Jumbo, a lo que ella contestó "que debía comprobarlo". Y muy altiva se desapareció con mi libro durante 20 minutos mientras yo debí esperar con el otro guardia a que ella regresara.
Cuando volvió, me pasó el libro y me dijo "tome, no lo venden en Jumbo", y yo tomé mi mala edición de bolsillo, la guardé en la cartera y me fui furiosa sin contestarle. Qué le iba a decir, si ya me había arruinado mi plácida tarde de piscina.
1 comentario:
Típico lo de las alarmas... el otro día andaba de compras navideñas en un centro comercial del sector oriente con mi ejemplar de Expiación en el bolso y me sonó la alarma a la salida de una tienda...de ropa. Menos mal!
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