07 junio 2010

decepcionada con la cultura Parte I

Debo confesar que desde hace un buen tiempo todo lo que tiene que ver con cultura me tiene muy decepcionada. Los sábados leo la sección de cultura de La Tercera y por lo general no me interesan más de dos artículos y los domingos al tomar el Artes y Letras me aburro desde el comienzo al fin, en especial con todos esos temas dedicados al patrimonio y al abobe y al rescate de la teja chilena, que me imagino deben encantarles a un par de latifundistas pechoños y a los amantes de "lo nuestro", la cueca, el poncho y la empanada. Pero a nadie más.

Debo confesar que me aburro y que ni siquiera puedo entrar en cada tema, porque por lo general están escritos de manera tan básica, casi colegial, que no son, en sí mismos, ningún aporte cultural. Yo escribo de cultura, y creo que no lo hago mal, y en cada tema que escribo no sólo aporto conocimiento, sino que además trato de mostrar un estilo, una gracia, algo más que un alto de párrafos ordenados y redactados con cuidado. Cómo puede ser que un suplemento de cultura tenga artículos de tipo ensayo colegial o entrevistas de primer año de periodismo. ¿Qué pasa con la ironía, la opinión, el bagaje, la entretención? Por supuesto que hay excepciones, y ambos diarios tienen plumas muy buenas -Pedro Pablo Guerrero, Roberto Careaga, Patricio Tapia, Andrés Gómez, por ejemplo-, pero creo que esos periodistas deberían ser la norma del diario y no bajar de ese nivel. 
Tomo el Sunday Book Review del New York Times y me encuentro con un excelente artículo de Jonathan Franzen sobre Christina Stead, una escritora de los años 40, a quien no conocía y está tan bien escrito que de inmediato me engancho con Franzen y con la Stead, así como hace años un artículo de Franzen me llevó a la escritora Paula Fox. Porque eso es lo que hace un buen artículo, una buena pluma, un buen periodista cultural. Y claro, también un editor. Porque la Stead no es actual, ni publicó un libro hace poco, ni nada que haga noticia, pero un buen periodista puede llevar un tema a la actualidad, puede revisitarlo años después y hacerlo llegar a un público que se mantenía al margen.
Tomo otro artículo, es del New Yorker de este fin de semana, sobre los 20 mejores escritores de menos de 40 años. Y claro ahí está nombrada Chimamanda Ngozi, de quien ya he hablado en este blog, pero que para los medios culturales chilenos no existe. Y está Daniel Alarcón, y la Nicole Krauss, y Jonathan Safran Foer. Y está un editor que pensó en marcar su propia pauta, que pensó en crear una especie de canon y que se la jugó por algo distinto, aunque ni tan original.

Pero en Chile nadie se atreve con las listas. Ni a criticar cuando algo no está bien. De seguro, cuando aparezca un comentario sobre la exposición "Para Subir al Cielo" que acaba de inaugurarse en Casas de lo Matta, se dirá que el era buena, que estaba bien montada o que quizás el arte colonial chileno no es mejor que esto. Pero quién se atreverá a decir lo que yo -y mis acompañantes- pensamos cuando visitamos la muestra.
Quién se atreverá a decir que las obras seleccionadas no eran las mejores, que la exposición no está bien curada, que no es clara ni educativa, que el montaje parece tienda Fiorucci con tanto ángel celeste, pero que no tiene nada que ver con el arte religioso colonial. ¿Dónde está el orden, la lógica, la explicación, que no sólo debe incluir la mirada estética sino también la visión religiosa? ¿Cómo puede ser que la que obra más importante -una imagen de San Francisco Javier agonizante del escultor jesuita germano Jacobo Kelner- estuviera puesta en una caja de vidrio a tal altura que hacía imposible apreciarla en su totalidad? ¿Alguien se atreverá a decirlo, sin el miedo a enemistarse con el alcalde, el museólogo o el curador? Por lo menos hoy, me atrevo yo.

7 comentarios:

Diego Lira dijo...

Estimada Becky,
Su post me recuerda cuando de estudiante - aún en el colegio - visitaba todas las exposiciones que se hacían en Santiago. Allí conocí todos los museos, centros e institutos culturales de la capital, y a todos los galeristas y artistas del medio. Juntaba todos los catálogos, que eran románticamente precarios, y como usted buscaba artículos en las secciones de cultura de los diarios para saber que opinaban los críticos y que recomendaban. En ese entonces - muy joven - aprendí una lección que no se me ha olvidado nunca: NO SIEMPRE LA GENTE QUE ESTÁ EN LOS CARGOS ES LA MÁS ADECUADA.

Así de simple y sin mayor fanfarria – ¡sin trompetas ni tambores! ; como diría un admirado pintor francés de paso en Chile a fines a mediados del siglo diecinueve - fui viendo la realidad de nuestro medio.
Sí, es verdad, es posible que una exposición no sólo esté mal curada, también es posible que el curador haya incluido obras que no son del artista, o sea falsas. Sí, es posible que el catálogo esté con errores tan grandes como fechas de nacimiento y muerte erróneas, y sí también puede ser que el mismo nombre - del autor- a quien se supone se ha estudiado en detalle y por ello estamos en presencia de la exposición y el catálogo esté mal escrito. Y sí, es posible, ver como los medios - supuestamente encargados por su especialización de criticar y orientar al público - no sólo no lo consignen, sino que además en un idioma precario - porque el colegial bueno, es bueno y punto – se dediquen a la adulación y la lisonja fácil a los que el mundo “culto” es francamente adicto.

Con los años, dejé de ir a las exposiciones porque me daban pena y sufría mucho, pero con mis hijos he vuelto a ir, tratando de buscar siempre lo positivo, intentando rescatar de la experiencia los valores del ir, ver, comentar, compartir. Pero de verdad, hoy ya no me quedan más excusas y las mentiras no deberían ser parte de nuestro repertorio para niños inteligentes y honestos, que con justicia reclaman cosas como: ¿Por qué son todos tan mal pintados, era la época? ¿La caja está mal hecha verdad, no se ve nada? ¡Está muy oscuro, no veo nada, tengo frío nos podemos ir! ¿De que se trata la exposición, no entiendo nada? ¿Te gusta ? ¿Es bueno? ¿Por qué no se puede pasar y hay carteles de peligro adentro del museo? ¿No es gratis? ¿Por qué no puedo ir al baño, está sucio? ¿Esta cerrado, hace cuanto?

Entiendo su frustración y comparto su enojo por la precariedad de los medios escritos culturales, pero no se haga mala sangre, deje que la corriente la lleve y flote. No se engañe, los medios que no son así de malos, quieren convertirse en eso, y es lo que secretamente aspiran, el acceso al lector básico, sin instrucción y sin grandes inquietudes, pero con nombre y apellido; el ex compañero de colegio, el amigo del papá, el compañero de trabajo, la ex polola, el matón del curso, la profesora de básica, los amigos de la playa, mi amigo galerista, el dueño de la librería, mi amigo el pintor, mi amigo el la universidad, en fin la lista es gigante. Allí quieren llegar todos, no a la pauta atrevida y original, no al tema árido, pero necesario, no al comentario honesto que busca un cambio, no a la opinión desinteresada que guía y advierte.

Creo, querida Becky, que sería bueno, que viera con otros ojos el mundo universitario, carente de toda farándula, de todo flash y de todo lector “entretenido”, pero profundo y con sentido.

CA dijo...

Querida Becky:

Estoy tan de acuerdo con su posteo! Usted me conoce, soy lector contínuo y constante de todo.
Me interesan los artículos, las opiniones, los editoriales, en fin. Siempre estoy en busca de algo que me sorprenda, de un comentario ácido, inteligente, gracioso o al menos, profundo.

Y es difícil encontrarlo. Por ejemplo, a mí me gustan los reportajes de Roberto Farías o de Luis Miranda Valderrama. Y en algunos casos me emocionan. Pero el resto, nada.

Sobre exposiciones, hace varios meses que nada me sorprende. Ni las muestras ni los montajes (quizás lo mejor algunas veces) ni las piezas exhibidas.

Falta narrativa, falta contar una historia, falta encantar al lector o al espectador. Paradójico en este país tan bueno para el verso.

Cariños,
CA

Anónimo dijo...

Estimada Becky,

Con gran interés he leído su “atrevido” comentario y como curador de la muestra "Para subir al cielo", quisiera decirle que pierda cuidado con sus opiniones que para eso este país que tanto parece aburrirla permite la libertad de opinión en términos culturales al menos y que, además, no tema enemistarse conmigo porque, hasta donde recuerdo, no he tenido el gusto de conocerla y mal podría quitarle algo que jamás le he concedido como es mi amistad.

Entiendo en gran medida esa decepción con el mundo cultural chileno que recorre su texto; sin embargo, sepa usted que esa desazón es tal vez uno de los rasgos más acentuados de nuestro ethos y que, por lo mismo, podemos rastrear su influjo de forma casi majadera desde nuestro, para algunos, nefasto siglo XIX en adelante, periodo en que quisimos apostar por ser europeos y nos fue como el ajo.

Creo que, aunque suene una perogrullada, somos una sociedad que porfiadamente instala su mirada en el afuera y pocas veces valora lo que tenemos dentro. Es más, tenemos una ancestral costumbre de no destacar lo positivo y dejarnos llevar por la más profunda animosidad hacia lo que se hace o piensa en nuestro país. Por eso siempre nos resulta más agradable refugiarnos en ciudades imaginadas hasta el cansancio por nuestras cabezas como Nueva York, Paris, Madrid o Buenos Aires.

Con respecto a su opinión en torno a la muestra en sí, y con el fin de entrar ya en materia, me gustaría detenerme solamente en esa metáfora de la "tienda Fiorucci con tanto ángel celeste" que usted acertadamente utiliza para ejemplificar la mala curatoría que atribuye a la exposición. Pues bien, sepa usted que es justamente esa referencia la que me hace pensar en el éxito del mensaje que queríamos transmitir a nuestros visitantes.

Como seguro debe saber alguien con tanto mundo que seguro ha hecho las lecturas de Susan Sontag de rigor y que debe haber asistido a más de una charla con los curadores del primer mundo que de tarde en tarde se pasean por estos andurriales, dicha empresa hace uso (y abuso) en un registro claramente mercantil de la misma estética religiosa que utilizamos intencionalmente en "Para subir al cielo".

Sin embargo, no es menos cierto que ese despliegue visual para el caso de la casa de modas es solo un préstamo en clave publicitaria y comercial ya que podemos encontrar este mismo imaginario en espacios tan lejanos, del New York Times al menos, como son las entrañables iglesias andinas de adobe, por ejemplo.

Así, este procedimiento empleado por la marca Fiorucci obedece a un requirimiento que, para usar los conceptos de Omar Calabresse, podríamos definir como neobarroco y que, como bien sabe alguien tan ilustrado como usted, ha privilegiado el poder de la imagen por sobre los contenidos narrativos entre otros múltiples rasgos que sería muy largo de resumir ahora.

Por lo mismo, y teniendo en cuenta que cualquier gesto cultural pasa por la opinión de la comunidad que lo recibe, es que celebro la metáfora que usted utiliza e invito a sus atentos lectores a visitar la muestra para que se dejen llevar un rato por la proliferación de imágenes que recorren nuestro acervo cultural y que, a diferencia de lo que usted señala, se extienden mucho más allá de los siglos coloniales como bien queda demostrado en la selección de piezas del MAPA o en las estampitas compradas a las afueras de Santo Domingo días antes de la inauguración.

Sin otro particular,

Rolando Báez
Curador
Para Subir al Cielo

Unknown dijo...

Señorita:
Usted dice “Yo escribo de cultura, y creo que no lo hago mal, y en cada tema que escribo no sólo aporto conocimiento, sino que además trato de mostrar un estilo, una gracia, algo más que un alto de párrafos ordenados y redactados con cuidado”. Me parece muy bien su voluntarioso empeño por escribir de cultura con gracia y la confianza que tiene en su creencia de ser un aporte al conocimiento. Pero considero una pena que siendo una mujer de letras, descuide su redacción. Usted dice: “De seguro, cuando aparezca un comentario sobre la exposición "Para Subir al Cielo" que acaba de inaugurarse en Casas de lo Matta, se dirá que “el” era buena”. Si usted critica el mal montaje de una exposición, no es esperable que usted misma no cometa errores en su campo.

Becky dijo...

¡Por supuesto!

HAL8999 dijo...

Parace curioso que el curador en el cielo articule una endeble justificación de sus ángeles kitsch-camp (estamos en terreno de la Sontag aquí) con referencias a la misma Susan Sontag, tan amante (ella) de la basura bien intencionada y el conmovedor mal gusto de la marginalidad popular, sobretodo teniendo en cuenta esa "perogrullada" de que "somos una sociedad que porfiadamente instala su mirada en el afuera". Si a pesar de eso, vamos a seguir con la porfía, que al menos ese "afuera" sea algo más que los despojos de la cultura de fines del siglo pasado aplicada a nuestro resplandeciente oscuro arte colonial.

V.

El comentarista de los comentaristas dijo...

Señor (Señorito) David:

A no ser que sea usted uno de esos comentaristas profesionales de blogs de extremada agudeza e ironía y sarcasmo, debería chequear la lógica de la última frase de su comentario. Un yerro bastante más sonrojante (y colorinche) que el simple (blanco-gris sobrio diríase) error de tipeo de la señorita Sharp.