25 mayo 2008

De la Novicia Rebelde a la calle Rosal

Un queridísimo benefactor me regaló para la Pascua un televisor gigante, "un plasma" como le dicen mis niños, y como no me gusta ver televisión ni siquiera lo había inaugurado. Pero la lluvia del jueves y la llegada de "la alfombra peluda" me obligaron a dejar mis libros de lado para sucumbir a la tentadora idea de la película familiar, y en grupo partimos a arrendar películas para ver en nuestra nueva tele XL.

Los arriendos no fueron nada de novedosos (mi hijo mayor nos obligó a ver una soporífica película de Asterix y mis hijas nuevamente me hicieron ver Encantada), mientras yo en un arranque retro-nerd, decidí arrendar La Novicia Rebelde, la película que más me hizo gozar en la niñez y que ahora ponía a disposición de mi descendencia. Debo reconocer que temí que la odiaran, que la encontraran anticuada, lenta o aburrida, que se cansaran de las canciones o que echaran de menos la magia o los efectos especiales, pero nada de eso sucedió, sino todo lo contrario. Acostados sobre la alfombra peluda, no despegaron la vista de la película en ningún momento y cuando ésta terminó me agradecieron de todo corazón mi anticuada historia de la novicia cantarina.

Y aunque la trama es bien naif y el amor entre el Barón von Trapp y la novicia es como de historieta, hay una parte de la película que me hizo pensar, y es cuando ella decide volver al convento para escapar de lo que temía, que era enamorarse. Hay gente que no habla para no errar, que no escribe por miedo al qué dirán, que no se enamora para no sufrir. Pero la vida no es perfecta y uno no puede pretender serlo, y es mejor lanzarse y caer, que nunca despegar de la plataforma.

Y como les gustó tanto la Novicia Rebelde, decidí que este domingo también los llevaría a un panorama de mi gusto. Nada de plaza o juegos infantiles, ni de Tip y Tap o Tiramizú. Y así fue como partimos el día tomando desayuno con croissants en el Emporio La Rosa y luego de caminar por el Parque Forestal, terminamos nuestro paseo en la maravillosa exposición de Enrique Zañartu en el Mac -una completísima muestra que incluye sus obras en grabado, dibujo y óleo- y que es un gran deleite para grandes y niños. Por lo menos los míos gozaron imaginando corazones, personajes e historias, y más gozaron después revisando el lindo catálogo de la exposición mientras comíamos unos ricos ñoquis con salsa pomodoro en el Squadritto de calle Rosal. Panorama redondo, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Queridísima Becky,
Que envidia tu panorama, espero llegar algún día a salir con mis niños a un panorama como ese. Por ahora me conformo con ir al futbolito a ver a mi marido goleador y gozar con la cara de mis niños cuando ven a su papá.
Pero me ha pasado algo que no esperaba me pasara tan luego, mis dos hijos de 1 y 3 años corren al ver a su papá y me abandonan, tanto que han llegado a decirme que el Mampato está cerrado para mujeres...y reflexionando parece que ha llegado el momento de agrandar la familia.
Besos
C.