26 julio 2008

El Fumador y Otros Relatos

Marcelo Lillo ha ganado varios concursos literarios -entre ellos el Paula por su cuento El Fumador-, pero nunca había publicado. Hasta ahora, cuando aparece su interesante libro de cuentos, El Fumador y otros relatos, que ha gozado de muy buena crítica y que, al parecer, le está abriendo las puertas del reconocimiento. Según dicen, Lillo llevaba años esperando por eso, y se la había jugado por la escritura a pesar de casi consumirse de pobreza y desaliento. De hecho el año pasado había mandado un cuento al Paula nuevamente -el cuento es Felicidad, que también aparece en el libro- pero no salió ni entre las menciones honrosas. Pero así y todo, llamó la atención de alguien, que terminó llevando a Lillo a la imprenta. Y el resultado es un libro muy bueno, con cuentos especiales, medio tristes, medio fríos, con olor a humedad y tierra, y personajes abúlicos y desencantados. Mi amigo Random me lo regaló hace poco y me lo leí en un día, porque es un libro cautivante, a pesar de que los cuentos no son sorprendentes ni rebuscados, sino más bien todo lo contrario.

Y casualmente el día que me terminé de leer el libro fui a comprar pan a un pueblito cerca de mi casa. Había parado de llover y la calle estaba toda embarrada y con charcos, y me acordé del sur de Chile, de esos pueblos todos iguales con su plaza, su botillería y su panadería en la esquina, y pensé en lo mucho que extrañaba ese paisaje frío. Y me acordé de mis amigos sufis, que viven en la precordillera de la novena región, de mi amiga Mónica y sus mellizas, de mi amiga Maida y de su nueva vida en Pucón. Y por supuesto me acordé de Marcelo Lillo y de sus cuentos con olor a leña y pan, a sus cuentos con la tele de fondo y el perro enterrado en el jardín. Al día siguiente, mientras me tomaba un café con unas amigas en un balneario cercano, mi hija llega corriendo y me dice que vio a mi amigo sufi en la piscina del lugar, y así, como por arte de magia, me encontré con mis queridos amigos sureños, con su cada vez más amplia y linda familia, y pude compartir una tarde de precordillera en plena quinta región. Y como la vida es tan sincrónica, al día siguiente nos juntamos a almorzar en el Chiringuito y hasta terminamos hablando del Libro del Peregrino, el libro que tenía obsesionada a la protagonista de Franny y Zooey, y que al parecer es un libro bien interesante.

Y para seguir con las sincronías, en la tarde me llama mi amiga Maida, que también había llegado a la zona, y con la que me junté al día siguiente a conversar un vinito tinto con nuestra amiga Cata hasta las tres de la mañana. Como si estuviéramos en un bar sureño, de esos donde nadie te apura y donde la comida no es tema, y donde se termina hablando de cosas tristes y cosas alegres, pero siempre de cosas de las que pocas veces hablamos. Entonces, si pensaba que estos días en la playa iban a ser sólo de niños, baldes y lecturas, no me equivoqué. Pero también fueron días de amigas y de reencuentros, de pisco sours en el César mirando a los niños a la distancia en un peligroso estado de ebriedad, y de tardes con vinito y largas conversaciones. Ojalá se vuelva a repetir. Y lean a Lillo, que es bueno.

7 comentarios:

HAL8999 dijo...

Lo agregaré a mi lista.

Anónimo dijo...

No leeré a un escritor chileno aunque sea lo último que tenga que hacer en mi fisgona vida.

Anónimo dijo...

Oaaaaaaa:

Amiiiiga...pienso que dark night es una excelente película. Cinco tinteros/de cinco tinteros

Anónimo dijo...

Oaaaaaaaaaaaaa, también:

Que bueno que te gusto dark night, si pudiera ser más gay yo le daría cinco tinteros y un sobre cerrado con mi número de teléfono.

Becky dijo...

No creo que vaya a verla, ni por el futuro Óscar póstumo, ni por Batman...

S. M. L. dijo...

Interesante blog. Llegué a él por casualidad. En realidad, el nombre de Marcello Lillo unió nuestros blogs por un momento.
Volveré tan a menudo como pueda.
Suerte y buen futuro

MAGO dijo...

Gracias por recomendar libros, lo buscare y ya te hare llegar mis comentarios