07 julio 2008

Nada con "Sex and the city"

Con una alta dosis de culpabilidad en la sangre, hoy me escapé a ver la famosa película "Sex and the city". Y claro que me sentí culpable como cuando entro a Damien Mercier y me compro 300 gramos de naranjitas bañadas en chocolate y no alcanzo a llegar a mi casa y ya me las he comido en el auto. O tan culpable como cuando me tiento comprando libros y dejo con ello de comprarme ropa abrigada o zapatillas nuevas para mi hijo. O como cuando... (mejor no lo digo, que puede costarme caro). En fin, lo cierto es que entré a ver "Sex and the city" sintiéndome culpable y salí sintiéndome peor.

De partida fui sola, porque sentía que la película no merecía compañía, y no me equivoqué. Y para evitar hacer filas o tener que mamarme a gente engrupida con la serie, fui a la matiné y me senté en un rincón, rodeada de mujeres acompañadas por amigas que competían por ser las más parecidas a Carrie Bradshaw. "Todo el rato, quiero verla todo el rato", escuché decir a una joven a mi lado, y todavía no entiendo por qué.

Yo vi la serie y me entretuve. Nunca la encontré inteligente ni aguda, pero me refrescaba ver a estas amigas bien vestidas y obsesionadas con el amor. Pero la película se va al extremo, y todavía no entiendo como un crítico de cine como Rodrigo Guendelman (en realidad no creo que sea crítico de cine, pero igual), bueno como él pueda decir que "Sex and the city" tiene un guión inteligente y original, cuando de lo único que hablan sus protagonistas es de hombres, zapatos y departamentos y las frases de la periodista Carrie Bradshaw son destacadas como acertivas y geniales cuando sólo dicen cosas obvias, básicas y banales.

En fin, creo que películas como éstas sólo impresionan a los fashion victims o a los que creen que detrás de una marca se encuentra el estilo, la fama o el poder. A mí personalmente no me impresionan las carteras Louis Vuitton (de hecho tengo varias y no me gusta usarlas porque las encuentro ostentosas) ni tampoco me impresionan los zapatos de taco altísimo o los vestidos de Christian Lacroix. Creo que finalmente la gente que se llena de marcas, de anteojos con grandes logos brillantes, carteras con monogramas a la vista y camisetas con el nombre del diseñador, sólo buscan ocultar inseguridades materiales o vacíos sentimentales. Y por eso no es mucho lo que yo pueda tener en común con las chicas de "Sex and the city", salvo el gusto por los cosmopolitan y por pasear en la ciudad.

PS: Igual quienes vayan a verla, se van a entretener.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No iría a verla ni aunque me apuntaran con una pistola en mi fisgona cabeza.

Anónimo dijo...

Que horroroso. Al igual que fisgón no iría a verla. Alguna vez vi capítulos de la serie (por aburrimiento y porque a mi polola de ese tiempo le gustaba, oh la juventud fácilmente impresionable!). No es inteligente para nada (hablo de la serie), tibiamente divertida a veces y, para mi gusto, absolutamente irreal. Por más que ahora se diga que la mujer está emancipada, que sólo quiere sexo por placer y todas esas pamplinas, de existir, ese grupo de mujeres no pasa de ser una minoría disfuncional y, en el fondo fustrada, para las que el vestido blanco y la iglesia aún sigue siendo un sueño deseable pero culposo. Al final todas son unas Amelias Sedleys con arranques de Becky Sharp. Lo que es yo, seguiré prefieriendo alguna virginal niña opus, ansiosa por procrear niños en cantidad cercana a los dos digitos y con el suficiente dinero para mantenerlos y mantenerme, a este semental de la vieja escuela, lenguaraz, infiel, promiscuo, barrigón, golpeador pero, en el fondo, con un corazón de oro.

STEPHEN DEDALUS dijo...

Hola querida Becky.
Me están invitando a verla. Pero la verdad no me tinca mucho. Me tinca mucho más Wall-e, aunq no tienen nada que ver.

Becky dijo...

Stephen, si lo invitan, vaya. Que no es de buena crianza eso de estar rechazando invitaciones. Además puede ser una buena oportunidad para conectarse con su lado más superficial, ¿o piensa pasarse la vida errando como Ulises?

STEPHEN DEDALUS dijo...

Al final le hice caso becky sharp y acepté la invitación a ver sex and the city. Al final ni vimos sex and the city y tampoco hubo ni sex ni city. Y debo decir que el señor de la querencia estuvo asombrosamente preciso. Seguiré intentando. Quizás hasta encuentre alguna Circe de ojos encantadores y verdaderamente peligrosa.

Mademoiselle M. dijo...

Ay, Becky querida, ¡cómo la comprendo! La vi también, con bastante culpa. Y si bien la serie me entretuvo en su momento, esto me pareció de una cursilería llevada al extremo, de todo punto increíble, y hasta me aburrí bastante (dos horas y media, ¿no es un poco mucho?). Conclusión: no es fácil llevar la estética televisiva al cine.

Un afectuoso abrazo.