25 julio 2012

trigésimo sexto día de invierno

Mis hijos quieren conocer el Costanera Center, pero Mr. Sharp se niega a entrar. Dice que quiere morir sin conocerlo. Yo no soy tan drástica, pero hasta el momento no me ha entrado la curiosidad. Mi amigo C dice que vale la pena, en especial para ver los cientos de personas que llegan al lugar y que -celular en mano- quieren fotografiar cada rincón: la cascada, las luces, la vista desde el techo al suelo del lugar.

Yo, para no ser menos, también fotografío mi mall. Es un caracol que queda en Apoquindo y que no tiene luces ni baño ni menos agua en movimiento. Es un caracol VIP, así se llama, quién sabe bien por qué. Hoy llevé a mi hija a comprar unos géneros para el colegio y le mostré lo impreciso que puede ser el nombre VIP. Y le quedó claro. VIP no es sinónimo de elegancia ni de fineza, menos de exclusividad. 
Pero no quiero menospreciar mi caracol favorito. Mi mall del género y de la compostura de ropa. Quizás no es el mall más lindo de Chile, pero acaso ¿hay alguno que lo sea? 

El VIP es un centro comercial divertido, donde puedes encontrar todas las cosas que no venden en casi ningún otro lugar. Un lugar para encontrar género a cuadrillé y toiles de Jouy de todos los colores, y unos locales más abajo un lugar donde plastificar hasta a tu mamá (y donde yo recuerdo haber mandado a hacer mudadores y canastitos para cada uno de mis niños), y también objetos religiosos al lado de un local de trajebaños donde puedes hacerte el bikini con la bandera que más te guste, desde la chilena a la inglesa, pasando por la estadounidense, la francesa y la de la ex-urss. No es un mall cualquiera, es un mall-caracol. Y es VIP. Con lo malo y lo bueno que eso implique.

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