15 agosto 2012

quincuagésimo séptimo día de invierno

No pude encontrar en ninguna biblioteca la edición de Soledad de la sangre que se editó en Montevideo en 1967 y que tiene el importante prólogo de Ángel Rama que necesitaba para mi tesis. Así que tuve que comprar el libro y, con el dolor de mi alma, pagar las 12 lucas que me pedían en la librería El Cid. Pero me quedé con el libro y no con las fotocopias del famoso prólogo (que me habrían costado menos de luca aunque de seguro terminarían más temprano que tarde en algún basurero de esta casa).

Tampoco encontré liebre (transporte escolar) para que lleve a mis niñitas al colegio mientras estoy de viaje. Parece que en el colegio no se usa que las niñas lleguen adentro de un furgón. Así que tuve que contratar a una antigua baby sitter para que en las mañanas haga de chofer y me lleve a las Beckitas al colegio. En auto, que es como llegan todas.

Y tampoco encontré el libro de lectura que le pidieron a la Beckita mayor para este mes. El libro se llama Esperanza Renace y no lo venden en ninguna librería ni tampoco está en kindle, para encargarlo como lo hice la otra vez. Y me da harta lata que le pidan libros de lectura que no vendan ni estén en bibliotecas, y que en la biblioteca de su colegio no alcancen los ejemplares para todas las de la generación. 

Mejor me voy a leer. Un libro usado, de 1967, que me costó 12 lucas en la librería El Cid. Y que seguro no lo vendo ni en seis. Prometo que cuando termine esta tesis lo donaré a la biblioteca de la Chile. Y si encuentro Esperanza Renace lo guardaré para la otra Beckita y después lo venderé. 


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