El lunes casi muere el gran amor de mi vida. Venía en la carretera desde Viña a Santiago cuando un camión que iba adelante le arrojó una pesadísima herramienta de fierro que entró como proyectil en el auto, y que por milagro, impactó en el asiento de atrás y no en su persona. Horas antes él había pasado a rezarle a la Virgen de Lo Vásquez -como hace siempre cuando va a Viña- y que creo, estoy segura, fue quien lo protegió.
Y aunque no le pasó nada (sólo sufrió unos pequeños cortes en los brazos), su accidente me hace pensar en lo frágil que es la vida, el amor y la felicidad. Y en cómo un accidente tonto, involuntario, desgraciado puede arruinar la vida de toda una familia por siempre, sin vuelta atrás. Hace años un joven se pasó un signo PARE y causó la muerte de mi prima y de mi tía a la salida del Club de Polo. El joven estudiaba en mi colegio y aunque no lo odié en ese instante ni tampoco ahora, hasta el día de hoy siento un gran desprecio por su persona y por su familia, que nunca se sintió responsable por lo ocurrido.
Porque la vida, aunque no lo queramos creer, es injusta y azarosa. Algunos se salvan de un accidente inmenso, otros se mueren por un descuido o una estupidez. Y por mucho que nos protejamos, nos pongamos el cinturón de seguridad, manejemos con precaución, respetemos las leyes del tránsito, finalmente estamos a merced del destino, o de Dios, y sólo él decide hasta cuándo estaremos en este mundo. Sólo espero que a mi amor y a mis niños, a mis amigos y a mi familia, me los deje por muchos siglos más en esta tierra. Y que me permita mirar la muerte desde lejos, como en este cuadro de Caspar David Friedrich, y que, aunque a veces me acerque al abismo, me proteja de caer en él. Amén.
3 comentarios:
Querida Becky, que bueno que la virgen protegió a tu amante (y buen amigo mío. Ahora podremos valorar aún más su alegría a toda prueba, su calidez y, como no, su genio agudamente retorcido y brillante y ese profundo aprecio (completamente correspondido) por los camareros peruanos.
Perder al amor de tu vida es como cortar el oxígeno de la bombona... y desinflarse como un globo de feria hasta el día de tu muerte.
Me alegro de que al final no pasara nada.
La alegría, lo primero. Después una apreciación que ya carece de importancia ante la enorme suerte: es muy posible que el caballero que pinta Friedrich no esté mirando la muerte desde lejos. La marea del romanticismo, la mirada del hombre encaramado al cresterío va más allá de la muerte; hay una pregunta que por fin se formula. Es la primera vez que el creado escala las cumbres, solo, elegantemente vestido, sin ayudas, sin esperar nada, relajado. El caballero pregunta. Está a punto de constatar. El Creador no está.
Saludos.
Publicar un comentario