30 abril 2008

Nada con las niñeras

Nunca he podido entender la manía de algunos chilenos de andar a todos lados con la niñera. Mujeres que van a la plaza con sus hijos y que instalan a una niñera en los juegos para que les cuiden a los niños mientras ellas hablan con sus amigas o familias enteras que viajan a Disney con "la nana" para que sea ella quien se suba al trencito con los niños o les saque la foto con el ratón Mickey. De verdad, no lo comprendo, y cada vez veo más y más.
Ayer en la clínica, mientras esperaba que atendieran a un amigo por una picadura de araña, me dediqué a contar cuántas niñeras había alrededor. Y sólo en la sala de urgencias conté más de diez: unas con niños en brazos, otras paseando coches, otras simplemente mirando el techo con cara de aburrimiento. Las mamás de estos niños estaban ocupadas hablando por teléfono, tomando un café e incluso había una escribiendo en un notebook. ¡Qué horror!
Y no estoy exagerando. Conozco gente que va al supermercado con la nana, para que les lleve el carro y les vea a los niños; he visto niñeras vestidas enteras de blanco cuidando a los niños en la playa, mientras su patrona toma sol más atrás; conozco "nanas" que conocen más hoteles "all inclusive" que nadie, e incluso sé de casos de niñeras que duermen con los niños hasta grandes, que los ayudan a hacer tareas y los llevan al doctor.
Yo también tengo nana. Es una mujer adorable que lleva más de 12 años en mi casa y que cocina y hace el aseo de mi hogar. Pero nunca me ha acompañado ni a la esquina ni ha llevado a mis hijos a algún lugar. Y aunque a veces me canse de llevar el carro en el supermercado o de correr entre las horas de los dentistas y las clases de atletismo o golf, no se me ocurriría mandar a mis hijos con ella, porque asumo que es mi obligación.
Quizás si hubiera tenido una niñera a mi lado mi hijo a los 2 años no se habría caído del resbalín mientras yo hablaba con mi amiga Vero en la plaza Las Lilas ni me habría vomitado mi Amalia en medio del Parque Arauco ni se me habrían perdido los tres en el Jumbo mientras compraba el pan. Pero de la caída de mi hijo sólo queda el recuerdo, el abrigo vomitado ya se lavó y los tres aprendieron que si se pierden deben ir donde el guardia y esperar que la mamá los vaya a buscar.
Debe ser más descansado bajar a la playa con alguien que te vea los niños mientras tomas sol o que te los cuide mientras llevas el carro en el supermercado, pero para mí no hay nada más delicioso que estar a solas con mis niños, que me conversen y me den besos, que me acompañen a hacer las compras (y aprendan, de paso, la diferencia entre una lechuga y una espinaca), y que a la salida, me acompañen a tomar un café a la cafetería y se llenen con galletas y pie de limón.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si. Tb he visto ese fenómeno de la exihibición de nanas. A veces me parece como una conducta muy new rich, chicurense, de piojo resucitado, dinero narco o esposa de futbolista mecha de clavo (como diría el narrador de los bluyines)que necesita uniformar a su nana para que no la confundan con ella...una suerte de atavismo sociológico provocado por el dinero llegado de golpe.

Anónimo dijo...

Querida Becky,
Vengo llegando de mi viaje familiar y nos hemos cuestinado lo mismo, ya que en el hotel nos encontramos con una pareja de amigos (ambos profesionales exitosos) que andaban con sus 4 hijos, tres que caminaban y una guagua en coche.
Siempre hemos pensado en viajar con los ninos a alguna playa y hemos pensado en llevar a nuestra querida nana Isabel....pero viendo a nuestros amigos y padres pacientes y perfectos, nos dimos cuenta que el viajar con ninos no es para ir a descansar cual luna de miel, sino que para estar con ellos tiempo completo.
Becky te traje tu ansiado libro Chesil Beach!
C.

Becky dijo...

Queridísima C., qué buena noticia, no había podido encontrar el libro aquí en Santiago y moría por leerlo. Espero lo hayas pasado muy bien en tu viaje familiar y nos vemos esta semana. Voy a tachar altiro Chesil Beach de mi wish-list de cumpleaños. Besos,
B.S.