04 abril 2008

Los pecados de Becky

Una amiga que se está contruyendo su casa nueva -una casa preciosa, por lo demás- me cuenta que ya ha sentido una que otra mala onda de la gente. "Eso se llama envidia", le preciso yo, y ella asiente, porque sabe que es verdad y porque ya antes había sentido las miradas de envidia sobre ella misma.

Se envidia la riqueza, la inteligencia, el buen gusto, la belleza, el poder. A ella le envidian su casa, su vida, su cara de muñeca. A otros les envidian su trabajo, su puesto, su cuerpo, su mujer. La soltera envidia a la casada y la casada a la soltera; la que no tiene hijos a la que los tiene y la que los tiene a la que tiene más.

Yo no envidio a nadie, y soy capaz de gozar con la felicidad y triunfo de los otros. A veces, eso sí, he codiciado los bienes ajenos -especialmente los viajes ajenos- y he deseado ser más flaca y estilosa, más buena y más mala, más relajada y menos mal pensada, más deportista y menos mimada.

También he sentido gula extrema (sobre todo de chocolates) y he sido avara con mis libros y mis hijos (también he sido tacaña con mis afectos).

He sido lujuriosa y lujosa; fantasiosa, mentirosa e intrínsecamente infiel. Pero envidiosa, para nada. Debe ser porque me conformo con lo tengo y con lo que soy, o porque me preocupo tanto de mí misma que no tengo tiempo de mirar a mi alrededor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Becky.

Como decía, sabiamente, el Chavo del ocho, "la envidia nunca es buena, mata el alma y envenena" así que me alegro por usted. Padrísima su actitud Becky, ándele por la vida sin apachurrarse ni apenarse con los de al lado, que de esos cabrones uno puede encontrar en cualquier antro y eso si que da coraje. Yo no soy muy picudo y a veces engancho con cualquier güey que trata de apenarme cuando debería decirle que me vale madre lo que digan de mi. Que malo que en su chamba, aunque le de la lana, no tenga más tiempo, apuesto que los chamacos en la casa la dejan agotada.

Me alegro que no se trague la bola con sus cosas Becky y por ello cuando tenga un vacilón la llamo, y si se anima coge su bolsa para compartir con mis cuates en alguna cantina. Con un cuero como usted es para pelarse a donde sea

¿Sale?

Becky dijo...

Sale y vale, don Speedy. Es usted un cuate muy encantador, y aunque no lo conozco me parece padrísimo ir de copas con usted y sus amigos. Apenas me saquen el ganglio y consiga quién me cuide a los chamacos, nos pegados un tequilazo de colección.
Saludos,
B.

Anónimo dijo...

Queridísima amiga,
Que ciertas son sus palabras acerca de la envidia, mi intuición me ha permitido acercarme a los que me quieren para bien y evitar las personas que se quedan en pequeñeces, pero todas las monedas tienen otra cara y pienso en las carencias afectivas que esas personas han sentido toda su vida, lo cual no les ha permitido sentirse amadas, respetadas, admiradas e incluso sienten que por mucho que tengan todo nunca es suficiente. Esta reflexión es para continuar nuestra conversación inconclusa acerca de las envidias.
Aparte que me da lo mismo porque estoy feliz!!!!
Ojalá que todo salga bien con el ganglio y esperamos que Becky no se nos desaparezca mucho tiempo del blog.
kisses
C.